El poder de un par de ‘derbukas’

Es fin de semana. La tarde se presenta fresca y tranquila en este pequeño y encantador pueblo de la Sierra de Aracena (Huelva). Los menores del ISL Corteconcepción (centro de inserción social y laboral) salen a pasear y a disfrutar de la calma que regala las calles de esta localidad, la cual les ha acogido con todo el respeto y familiaridad que se merecen nuestros chicos, esa familiaridad que les ayuda a acercarse, un poco más, a sus lugares de origen y les hace sentir menos lejos de sus familias y su cultura.

Para el desarrollo de las actividades del turno de tarde, una de las educadoras ha traído un par de derbukas, instrumento de percusión de origen árabe, usado en todo el Oriente Próximo y el Magreb. Para nuestra sorpresa, hay algunos chicos en el grupo que saben tocar con destreza este instrumento. Los menores comienzan a hacerlos sonar con timidez. El resto del grupo observa entusiasmado. Poco después, comienzan a relajarse y sentirse más confiados para expresar lo que sienten al escuchar los ritmos de su tierra. Finalmente, se da lo inevitable, la alegría de compartir: los chicos comienzan a bailar.

Desde una visión de intervención integradora y terapéutica, en el ISL Corteconcepción trabajamos con la firme convicción de que la música es un proceso destinado a facilitar y promover comunicación, aprendizaje y movilización de nuestro menores. Usamos la música como una herramienta, un canal hacia la libertad y el empoderamiento que nuestros chicos necesitan, ahora más que nunca, por estar viviendo una situación personal complicada y muy dura al estar lejos de sus familiares y su cultura. Nuestro equipo educativo, tiene la firme convicción de que la música es un vehículo que ayuda a mejorar el estado de ánimo de los menores y la expresión de sentimientos, así como favorecer el desarrollo emocional y afectivo de nuestros chicos.

Música que sana, que cura, que une.

Autora: Aurora Carrasco. Jefa de Unidad ISL Corteconcepción (Huelva)

COISL Motril: Cruzar la puerta del mercado laboral

Coincidiendo con el periodo de vacaciones, en el Centro de Orientación e Inserción Sociolaboral SAMU de Motril hemos intensificado nuestro trabajo para fomentar la inserción laboral de los chicos mediante la realización de prácticas formativas. Hemos contactado con numerosas empresas de la zona para conseguir establecer convenios de colaboración que permitan a nuestros chicos tomar contacto con el mundo laboral y formarse desde dentro de la empresa en aquellos sectores que son más acordes con sus características y preferencias.

Este tipo de prácticas abren una puerta hacia el mundo del trabajo ya que permiten a los chicos formarse en un puesto determinado y mostrar su valía y sus ganas. Además, son muchos los casos en los que los menores son contratados en las empresas tras finalizar un periodo de prácticas formativas ya que las empresas suelen quedar bastante satisfechos con su labor.

En el COISL SAMU de Motril contamos con un total de 45 convenios de colaboración con distintas empresas de la costa tropical de Granada. Eso nos ha facilitado que actualmente 14 de nuestros menores realicen prácticas formativos y que cinco estén contratados en varias empresas. De las 22 plazas del centro, 19 de nuestros chicos se encuentran disfrutando de una experiencia formativa o un contrato laboral que será clave para su futuro.

Colaboran con este proyecto Lirola Ingeniería y Obras, Comercializaciones Cultivos del Levante, Motrileña de Climatización, Mas ke Pizza, Hamburguesería Cómeme, Frutas Tejerina, Distribuidora Moronsan, Productos Jema, SCA, Factory Electrodomésticos, Restaurante La Ballena Azul, Restaurante Katena, Agrocereales G&A, World Vypmar y Peluquería Alandalus.

 

Autora: Carmen Calles Molina. Orientadora laboral de COISL SAMU Motril

Carta de un menor: Paso a paso hacia el futuro

Yo vivía en Marruecos. Allí nací, estudié y trabajé para ayudar a mis padres con los gastos del hogar. Un día pensé: “¿Por qué sigo viviendo en la mentira? Aquí en mi país no llegaré a nada”. Lo pensé durante meses. Y decidí emigrar.

Mientras cruzaba el Estrecho en patera pensaba si llegaría a tocar tierra o si mis sueños se verían truncados en el mar. Pasé mucho miedo. Todos en la patera pasamos mucho miedo. Sólo me mantenía cuerdo la idea de llegar y tener un futuro que me permitiera ayudar a mi familia.

La llegada a España no fue como esperaba. Creo que no lo fue para nadie. Pasé por muchos centros: Arcos, Bornos, Marchena, Málaga… Hasta llegar a Guillena. Aquello no me gustaba. No quería estar allí, pero poco a poco los chicos y los educadores y educadoras que allí estaban conquistaron mi corazón.
Después de Guillena llegó Pino Grande, donde veía cada vez más lejos mis planes de futuro. Un buen día nos trasladaron al centro de Valencina y poco a poco la situación fue mejorando. Pude ver cómo todas las piezas se iban moviendo y encaminando hacia lo que yo quería: formación y trabajo para labrarme una vida aquí en España.

Hoy uno de mis sueños se ha hecho realidad. Estoy en otro país. Ahora estoy tratando de lograr mi segundo sueño: trabajar y tener un buen futuro.

Un día la directora del centro de SAMU me llamó y me comunicó que tenía una oportunidad. Me sorprendió mucho ser la persona elegida entre todos mis compañeros. Estoy muy contento y feliz. Me ofrecieron la oportunidad de hacer prácticas en una empresa, lo que me abriría puertas.
El primer día estaba nervioso y ansioso a la vez. Me acompañó una educadora que me ayudó con los papeles y con toda la información (horarios, autobuses…) que me proporcionaron.

Ahora me levanto todos los días a las 5:30 de la mañana para poder estar en mis prácticas a las 7:30, y allí permanezco hasta las dos de la tarde. Los trayectos los hago en autobús. El primer día iba un poco asustado. Tenía que coger varios y no sabía si llegaría a mi hora. Ahora voy tranquilo, me siento muy bien haciendo las labores que me mandan. Estoy aprendiendo mucho. Mi jefe es una buena persona y me siento acogido por todos mis compañeros y compañeras de trabajo. Siento que esto es un pasito más que me acerca a mi sueño.

Le agradezco a mi centro, a mis educadores y, sobre todo, a Fundación SAMU que han hecho y hacen lo imposible para que yo tenga un buen futuro. Doy las gracias por ello, a ellos y a todas las organizaciones que luchan porque los chicos como yo tenga una vida mejor.

Cuando Abdoulaye se quitó el gorro

Abdoulaye. Así se llama un chico senegalés de 17 años del ISL Alcalá y ésta es su historia. Hijo único y huérfano de padre, tuvo que ayudar a su madre en tareas domésticas y laborales para ingresar algo de dinero en su casa. Trabajaba como comerciante con su madre y además como taxista con su moto. Un contexto ya difícil que, además, se vería marcado por la mala suerte en forma de un aparatoso accidente de tráfico. Las consecuencias sobre el joven fueron tan graves que le provocan la pérdida de la visión de un ojo y una deformación craneal que no mejoró tras la cirugía. Tras este varapalo, y después de recuperar fuerzas, Abdoulaye decide cruzar el Estrecho con un objetivo claro: ayudar a su madre e intentar buscar una solución médica para su problema.

Antes de llegar al ISL Alcalá, su periplo fue largo. Buscó un contacto en su país de origen para conseguir llegar a Tánger, desde donde cruzó la frontera a bordo de un camión. Al llegar a Cádiz, un paisano le llevó en coche hasta Sevilla, donde pasó doce días viviendo en la calle hasta que un vecino se percató de su situación y llamó a la policía, que le trasladó a un centro de acogida de Carmona y, posteriormente, al ISL Alcalá, gestionado por Fundación SAMU.

A su llegada al centro se mostró dubitativo pero tranquilo, con su cabeza cubierta por un gorro que no se quitaba nunca. A pesar de sus circunstancias se mostraba activo y no temía relacionarse. Abdoulaye, finalmente, consiguió mostrar su personalidad sin problemas ni tapujos. Rápidamente se ganó el cariño y respeto de sus compañeros ayudando a todo el mundo, participando en las actividades y siendo responsable con su entorno.

Todo iba bien hasta que observamos que el joven no realizaba salidas autónomas del centro. Esa particularidad física frenaba sus ganas, pero no su personalidad, porque acudió al equipo educativo del centro para exponer su frustración, la que era su barrera para seguir creciendo.

Desde el equipo se le escuchó, se le proporcionaron herramientas y se le motivó para que siguiera avanzando en su proceso migratorio y vital, porque otro dato importante es que el joven Abdoulaye nunca ha estado escolarizado, aunque cualquiera lo diría por su interés en aprender, su atención y su esfuerzo diario para aprender el idioma y progresar.

Un día, Abdoulaye se llenó de fuerzas, de energía, de autoestima e hizo lo que todos estábamos esperando: pidió su tarjeta de salida y se fue a dar un paseo, rompiendo así la barrera de la observación externa, de las miradas, de los comentarios, de todo aquello que puede frenar a una persona a alcanzar sus objetivos diarios y vitales.

Así pues, Abdoulaye ahora afronta con una visión distinta su presente, su futuro y sus procesos migratorio y de vida. Sin olvidar sus objetivos. Cuidándose. Y, de vez en cuando, quitándose el gorro.

Los nuevos vecinos de El Castillo de las Guardas

El Castillo de las Guardas (Sevilla) se caracteriza por ser un pueblo pequeño en cuanto a su número de habitantes pero grande por su hospitalidad. El vecindario de esta localidad ha abierto sus corazones para dar la bienvenida a los menores del centro. Son muchas las personas que nos dicen que han vuelto a dar vida al pueblo y es que estos menores llenan las calles de risas, de colores y de saludos allá por donde caminan. Los ojos curiosos miran desde las puertas de sus casas o desde las terrazas de los bares y se contentan cuando ellos les responden con un “buenas tardes”. Menores del pueblo ya saben sus nombres, y se les refleja alegría en sus caras cuando se cruzan con nuestros chicos en la calle.

Después de dos meses viviendo en esta localidad, los menores ya conocen sus rincones más bellos, sus gentes y sus vistas. Cada tarde es un momento de descubrimiento, de hacer nuevas amistades y de compartir juegos y risas. La pista de fútbol se ha convertido en el lugar favorito para ello y ahora se ve más llena de vida. Entran con soltura en la panadería y en el quiosco donde compran sus chucherías. Esto es lo positivo de vivir en el pueblo: la comunicación, la cercanía que transmite, sus oportunidades formativas y laborales, el buen ambiente y sus paisajes.

En El Castillo de las Guardas prima la comunicación entre sus habitantes y los menores ya han aprendido que es parte fundamental para convivir y conectar en esta localidad. Ellos se hacen conocer y querer. Sus ganas de aprender el idioma y la cultura, de trabajar y de ayudar a los demás los hace grandes. Tienen muchas iniciativas y siempre están dispuestos a colaborar en cualquier actividad. Muestran cariño y respeto por las personas más adultas y no tan adultas. Todas estas situaciones nos provocan un enorme orgullo a todas las personas que formamos parte del equipo de SAMU de El Castillo de las Guardas.

Nuestro reto sigue siendo conseguir una integración plena y acompañarles en sus proyectos de futuro, trabajando en el impulso y en el ánimo para alcanzar metas que a veces parecen demasiado lejanas, y contando con la colaboración del vecindario. Pero, sin duda alguna, el protagonismo lo tienen ellos y juntos lo estamos consiguiendo. Toca avanzar y transformar.

Carta de despedida desde SAMU Rivas: “Todo lo que no pude deciros”

Cuando alguien se plantea trabajar con menores y además tiene una determinada edad, lo primero que piensa es: “¡Qué pereza!”. Después de unos años sin que mi trabajo estuviese relacionado con adolescentes, volví con ellos. Y mi experiencia no ha sido nada parecida a lo que pensaba.

Llegaron a una nueva casa. Nueva era yo para ellos, y ellos para mí. Ahí estaban. Con su pequeña maleta cargada de rebeldía, de pensamientos inmaduros en la mayoría de ellos, de miedo y expectación. Pero también cargada de sueños, ilusiones y experiencias que vivir.

Quiero deciros que, aunque habéis sacado lo peor de mí en muchos momentos, y que en algunos otros os he odiado, todo hay que decirlo –odiar es una emoción pasajera y, por suerte, reversible, mis queridos chicos–, también he sentido mucha ternura y mucho cariño –porque también queréis–. Me he sentido muy acompañada –porque dais calor–. ¡Cuántas sonrisas me habéis robado, mis buenos ladrones!
Me habéis transmitido la emoción de ser joven. Esas risas disparatadas, esos juegos que después de una determinada edad es difícil que vuelvan. ¡Cuántos abrazos, besos y también lágrimas! Unas veces amargas y otras, tan dulces como vuestras sonrisas.

No ha sido mucho tiempo el compartido, apenas ocho meses, pero me llevo un trocito de todos y cada uno de vosotros. Un trocito que recordaré e intentaré cuidar. Un trocito que guardo en el cajoncito de las buenas cosas vividas.

Espero que la injusticia, la intolerancia, la falta de conciencia y de respeto hacia las personas no borren vuestra luz, y que podáis brillar más allá de prejuicios, estereotipos o trámites administrativos. Algunos ya lo estáis haciendo y otros lo conseguiréis. Ojalá se cumplan vuestros sueños. No os olvidéis nunca de ellos, os los merecéis.

Os deseo lo mejor y para vosotros es hoy mi mejor sonrisa, pero tenéis que permitirme que os diga por última vez: ¡Portaos bien! Hacedlo con vosotros mismos y con los demás, y jamás os dejéis de querer. ¡Corred! ¡Corred tras vuestros sueños, mis queridos niños!

Autora: Lola Piñero Vázquez. 
Exeducadora de SAMU Rivas.