Cheikh T Ndour: un centrocampista con futuro

El Coria CF ha fichado al joven senegalés Cheikh T. Ndour, de 17 años, que jugará este año con el equipo juvenil ribereño que milita en Liga Nacional, aunque es cuestión de tiempo que acabe debutando en el primer equipo que juega en el Grupo X de Tercera división, según aseguran desde el área deportiva del club.

Cheikh T. dejó su país natal en 2018, con apenas 15 años, con el propósito de encontrar un futuro mejor. Recorrió unos 2.500 kilómetros hasta llegar a Marruecos, donde estuvo trabajando durante seis meses hasta que logró ahorrar el dinero necesario para subirse a una patera que lo llevara hasta España, en concreto a La Línea de la Concepción, donde arribó. Una vez en Andalucía, estuvo en varios centros. Escapó de algunos de ellos hasta que llegó al centro ARB Miguel de Mañara de la Fundación SAMU, en Montequinto (Dos Hermanas, Sevilla).

El joven estudia un curso de FP de Electricidad y Electrónica en Dos Hermanas, pero él siempre ha querido ser futbolista. Estuvo jugando en el CD Los Caminantes y en el Ibarburu, ambos equipos de Dos Hermanas, hasta que un día el director deportivo del Coria, Francisco Muñoz, le vio jugar y decidió llamarle. Por aquel entonces, tenía una oferta para ir a hacer una prueba con el Rayo Vallecano. El joven decidió rechazar esta propuesta, ya que en muy poco tiempo se habían producido muchos cambios en su vida y quería terminar sus estudios. Necesitaba un periodo de sosiego.

El club sevillano le ha ofrecido la oportunidad de vivir en un piso junto a otros chicos futbolistas como él que proceden de otras ciudades, y así poder concentrarse en sus estudios y en los entrenamientos.

“Cheikh tiene dentro algo especial, así que, con un poco de suerte, y cuidándole bastante, podría encontrar una vía de solución con el fútbol en el futuro”, explica el director deportivo del Coria CF, Francisco Muñoz en un reportaje para ABC, al mismo tiempo que relata cómo conoció al joven senegalés. “Un día salí a correr por Montequinto y le vi jugando con otro chico. En una de ésas, le pregunté qué tal estaba. Me dijo que jugaba al fútbol, era muy tímido. Así que un día me acerqué a verle jugar en Los Caminantes. Y le vi cosas. Le vi tres ratillos. Así que en cuanto me nombraron director deportivo del Coria, se lo ofrecí al club. Dije que teníamos al mejor jugador que podíamos ver esta temporada. Tras hacer las pruebas con el Liga Nacional, poco a poco ha ido cogiendo más confianza en su juego”.

Quienes conocen a este joven dicen que es un chico responsable, un trabajador infatigable, un muchacho educado y formidable.

Para el responsable del área deportiva del club coriano, Cheikh, con una altura de 1,96 metros , es un chico “muy atlético, con la fisonomía de un futbolista espigado y además no es nada descoordinado”. “Juega de centrocampista. Yo lo considero un jugador de ida y vuelta, de área a área. Es muy versátil. También puede jugar de pivote defensivo o de delantero, pero para no volverlo loco, creo que su sitio es el carril del ocho. Quizá podría ser un Sergio Busquets”, manifiesta Francisco Muñoz.

Cheikh estaba en la prelista de canteranos que harían la pretemporada con el primer equipo, pero por el protocolo de la Federación Española, que limita la cantidad de jugadores, aún habrá que esperar para verlo debutar en Tercera División.

Sidiki, el aplicado compañero del taller de BMW

En el taller de Todomoto Sevilla, el joven Sidiki C. pone a punto una de las motos BMW que han llegado desde fábrica para su venta en este prestigioso concesionario. Sobre una plataforma, Sidiki coloca algunos de los accesorios, como los espejos retrovisores y el cofre. A su alrededor hay otras 20 motos de gran cilindrada, todas de la marca BMW, aunque también se ven algunas clásicas Harley-Davidson.

Sidiki C. realiza prácticas profesionales en esta casa de motos de Sevilla capital desde el 11 de agosto gracias a un acuerdo de colaboración entre Fundación SAMU y Todomoto Sevilla. Natural de Guinea Conakry, Sidiki llegó a las costas andaluzas de manera irregular hace dos años. Desde entonces ha pasado por varios centros de acogida de Granada, Cádiz y Sevilla, hasta llegar al ISL de Alcalá de Guadaíra (centro de inserción sociolaboral) gestionado por Fundación SAMU.

“Pasar por tantos centros por un lado es bueno, pero por otro, no. Cuando consigues hacer amigos y te cambias de centro, tienes que empezar de nuevo”, cuenta el joven, de 17 años. “Los primeros meses fueron difíciles, no sabía nada de español. No entendía nada. Pero tenía muchas ganas de aprender y gracias a que hablo francés, no me resultó muy difícil”.

Durante su estancia en el centro de Fundación SAMU, Sidiki ha realizado un curso profesional de jardinería pero actualmente está realizando prácticas profesionales en este taller de motos. Por la tarde, estudia para sacarse el título de Educación Secundaria Obligatoria (ESO).

La jardinería no me gustaba mucho pero tenía que estudiar algo, necesitaba un oficio. Lo que estoy haciendo ahora me gusta mucho más, he tenido mucha suerte”, admite el joven. “Me encantan las motos y la mecánica en general. Mi padre era chófer y en casa teníamos una moto pequeña”.

Sidiki trabaja seis horas diarias en el taller. Cada mañana, Jordi Luque Sánchez, jefe de Postventa del Grupo Todomoto, le recoge en coche en el ISL Alcalá para que el joven no tenga que ir hasta Sevilla en autobús. Estos viajes en coche le han permitido a Jordi ganarse la confianza de Sidiki y ser alguien más que su tutor de prácticas. “Sidiki es un 10. Es un chico maravilloso, es especial”, asegura Jordi Luque. “Tiene muy buena actitud en el trabajo. Sabe lo que quiere en la vida y es muy aplicado. Estamos muy contentos con él, sobre todo teniendo en cuenta que cuando llegó no tenía ninguna experiencia en mecánica”.

El trabajo de Sidiki en Todomoto Sevilla consiste en mover las motos dentro del taller, lavarlas, subirlas a las plataformas y montarlas para su pre-entrega. “Sidiki lava las motos como nadie”, manifiesta su tutor de prácticas. “Estamos muy contentos con la experiencia y, si todo va bien, la idea es que se quede con nosotros trabajando. Chicos como él necesitan una oportunidad, y si podemos dársela, se la daremos”.

“Sidiki es muy buen chaval. Lo mejor que tiene es que es muy constante. Tiene mucha hambre de aprender”, comenta Fernando, uno de los compañeros del joven en el taller, mientras trabaja en otra moto. “Yo le enseño todo lo que sé. Entre los compañeros hay muy buen clima. Se ha adaptado bien y le hacemos bromas”, continúa el trabajador. “Temo que alguien le coja y le lleve por el mal camino, me daría mucha pena porque es buen chaval y se merece una oportunidad”.

Jordi Luque no descarta, una vez que termine Sidiki sus prácticas, acoger a otro menor en su taller. “Quizás no inmediatamente, pero la experiencia ha sido muy buena y no descartamos repetir si dentro de unos meses necesitamos a alguien más. Así también le ayudamos a formarse en esta profesión”.

Para Sidiki, contar con un contrato de trabajo sería una gran oportunidad. El 5 de febrero cumplirá 18 años, una edad que muchos menores inmigrantes temen. Es el momento en el que, por ley, deben abandonar los centros de acogida y cuando su proceso migratorio se ve más comprometido.

Juan Pérez, alcalde de Lucena: “La convivencia con los menas es sensacional”

El alcalde de Lucena (Córdoba), Juan Pérez, alaba y agradece públicamente la labor llevada a cabo durante la crisis sanitaria por los diferentes colectivos sociales que desarrollan su labor en el municipio, entre los que se encuentra el centro de menores Los Santos, gestionado por Fundación SAMU.

Tras el estado de alarma, el Ayuntamiento de Lucena envió una carta de felicitación a diferentes asociaciones de la localidad que tienen un desempeño social por su labor durante la crisis sanitaria de la Covid-19. ¿Cómo han vivido esta situación en su localidad?
—Pues lo vivimos con enorme preocupación. La situación de emergencia sanitaria, inédita para todos, también sorprendió al Ayuntamiento, que no tiene en su estructura de servicios públicos recursos de tipo sanitario. A pesar de todo, afrontamos la situación de emergencia con una gran determinación. Todo aquello que estuvo en nuestras manos como Ayuntamiento, lo hicimos. La prioridad uno pasó a ser la salud pública y evitar la propagación del virus en la ciudad.

—¿Cómo ha sido la gestión municipal durante la primera ola de contagios?
—El trabajo ha sido intenso por parte de muchos empleados municipales. Es justo que los reconocimientos de la ciudadanía se vuelquen en el personal sanitario, imprescindible en una crisis de esta tipología. Ahora bien, en el ámbito municipal, en una ciudad como Lucena, el papel de la Policía Local, Protección Civil y el personal de Servicios Operativos, ese que cada día cuida de la limpieza y mantenimiento de los espacios públicos, ha sido determinante. Fueron días, semanas y meses de dedicación plena. La vocación de servicio público, escrita en mayúscula.

—¿Cómo valora el papel de los colectivos sociales durante la crisis sanitaria?
—De gran colaboración con las administraciones y de gran responsabilidad. Prácticamente desde el principio del estado de alarma, con la población confinada en casa, los centros sociales donde conviven un importante número de personas acapararon parte de la atención. Desde el Ayuntamiento, a diario ofrecíamos lo que estaba en nuestras manos. Entregamos material de protección y reforzamos la limpieza y desinfección de exteriores para ayudar a que la entrada y salida de usuarios, cuando era necesaria, y del personal fuera lo más segura posible. Incluso se contrataron trabajos de limpieza en el interior de los centros que lo solicitaron. La respuesta por parte de los colectivos ha estado a la altura de lo que crisis sanitaria requería. Tienen el agradecimiento y el reconocimiento de nuestro Ayuntamiento.

—¿Cree que la crisis sanitaria que atravesamos ha puesto de relieve la importancia de la colaboración y coordinación público-privada durante la crisis?
—Si hablábamos antes de una situación inédita, la respuesta tenía que ser de esa misma naturaleza. En la gestión pública, mucho se suele hablar de la colaboración pública-privada. Es una fórmula interesante y necesaria en algunos ámbitos. En este episodio, ha sido crucial. Nosotros lo hemos visto en la colaboración ofrecida por empresas en la entrega de materiales de protección o de productos de alimentación para el comedor social. Pero voy más allá: esta crisis nos ha permitido descubrir o reencontrarnos con una colaboración ciudadanía-administraciones escasamente perceptible anteriormente. Cuidar esta relación deberá ser una obligación colectiva.

—Sobre la situación particular del centro de menores no acompañados Los Santos gestionado por SAMU en Lucena, ¿cuál es su valoración desde la alcaldía sobre la actividad de este centro?
—La valoración es tremendamente positiva. Antes nos referíamos a la colaboración público-privada como un aspecto necesario. Qué podemos decir de la cooperación entre administraciones. Cuando dimos un paso al frente y ofrecimos instalaciones municipales para albergar un servicio competencia de la Junta de Andalucía, demostramos nuestra definición de la política y los recursos públicos al servicio de quien más lo necesita. Los menores no acompañados que llegan a nuestro país deben de sentirse arropados por la sociedad española. Pongamos, por tanto, en primera línea de esa atención a las administraciones. Seguro que la ciudadanía toma buena nota.

—¿Cómo es la convivencia de los jóvenes de Los Santos con los vecinos?
—Me consta que la labor de SAMU en el día a día del centro es tan profesional como humanitaria. El resultado es visible para todos y la convivencia es sensacional, sin ninguna fisura ni altercados. De máximo respeto. Estoy convencido de que seguirá siendo así en septiembre, cuando algunos menores se incorporen al curso escolar en los institutos.

—¿Cree que se está logrando la inclusión social de estos jóvenes?
—La situación de excepcionalidad que vivimos a nivel general en los últimos meses ha podido ralentizar el desarrollo de la estrategia de integración en la sociedad local. Confiemos en que a medida que las restricciones sanitarias vayan desapareciendo, esa inclusión, que todos deseamos, sea más efectiva. No hubo problemas de convivencia en la anterior etapa de este centro en Lucena y no tiene por qué haberlos ahora. Siempre nos hemos expresado en estos términos.

—¿Se han superado las reticencias iniciales o aún queda camino por recorrer?
—Seré sincero: queda camino por recorrer. También dijimos que el miedo o las dudas de algunos vecinos pueden ser, en un momento dado, hasta lógicas, pero aquí estábamos todos, como responsables de la seguridad y la gestión de la ciudad, para derrumbar esos obstáculos. Se hace camino al andar. Avancemos en la eliminación de prejuicios y demos una oportunidad a la solidaridad. Con respeto, todo irá bien. Asumamos que estos menores no acompañados son parte de nuestra sociedad. Démosles su sitio, que está entre nosotros.

—¿Qué pueden hacer las administraciones públicas por el futuro de estos jóvenes?
—Caminar en la senda de la cooperación. El modelo de la ciudad de Lucena está ahí, sobre la mesa, para mejorar la percepción de la ciudadanía sobre estos centros de menores no acompañados. Instituciones como Fundación SAMU deben contar con la ayuda de todas las administraciones, también los ayuntamientos, en la gestión de un servicio que es, ante todo, humanitario, más allá del mapa competencial vigente entre administraciones. Un ejemplo muy concreto: nosotros estamos trabajando para que el servicio de bus urbano pueda llegar hasta Los Santos, será otra aportación municipal para la inclusión, para la integración, de este colectivo en la ciudad.

Jóvenes del ISL Dúrcal que sí se toman en serio el Covid-19

Los chicos del ISL SAMU Dúrcal, en Granada, son un ejemplo de tesón y paciencia. Desde que en marzo se declarase el estado de alarma, todos han mostrado una enorme responsabilidad respecto al seguimiento de todas y cada una de las medidas decretadas por el Gobierno y por los distintos protocolos dictados desde la dirección de este centro de inserción sociolaboral, según informan desde la propia entidad.

Durante los largos meses de confinamiento, estos jóvenes han mostrado un alto nivel de conciencia sobre la nueva realidad. A ello ha contribuido la realización de una asamblea informativa con los menores al inicio de esta situación excepcional. En esta reunión, el equipo directivo del centro les hizo conocedores de las medidas de prevención establecidas, como el distanciamiento social de dos metros entre personas incluso dentro del recurso residencial, hasta el uso obligatorio de mascarilla e hidrogel cuando esta distancia interpersonal no sea posible.

Por otro lado, los chicos han asimilado con facilidad la dinámica protocolaria de su propio registro y control de temperatura corporal, así como de limpieza e higiene diaria de la unidad, prestando especial atención a los pomos de las puertas y zonas de uso común.

Los menores se muestran preocupados por la situación mundial, y, más aún, por cómo se está viviendo en sus países de origen y en sus propios núcleos familiares. A pesar de esta vivencia compleja, se sienten afortunados del lugar de residencia que tienen en estos momentos. Los chicos manifiestan que estar cerca de la montaña y contar con amplios espacios comunes en el centro les ha permitido que la situación de confinamiento y las restricciones posteriores sean más llevaderas. Prueba de ello, es su entera disposición a la realización de tareas de mantenimiento del centro y de implementación de actividades deportivas.

El equipo educativo del ISL SAMU Dúrcal ha querido transmitir el orgullo y admiración que los jóvenes han generado en todo el equipo. Una vez más, nos dan una lección de humildad, responsabilidad y paciencia.

Casa rural Cortijo Román abre sus puertas

Tras 50 días de intenso trabajo, la Casa Rural Cortijo Román, situada en el Parque Natural de Los Alcornocales, en la provincia de Cádiz, ha abierto sus puertas y ya ha acogido en sus instalaciones a los primeros huéspedes. El proyecto, que nació como una iniciativa social para fomentar la inclusión y el empleo entre los menores del ISL Cortijo, gestionado por Fundación SAMU, ha tenido una gran acogida entre los vecinos del municipio de Jimena de la Frontera y sus alrededores, que conviven a diario con los jóvenes de este centro de inserción sociolaboral dirigido a menores extranjeros no acompañados.

Ocho chicos a punto de cumplir la mayoría de edad han participado desde el 6 de julio en este proyecto de la Casa Rural Cortijo Román, impulsado por el presidente y el vicepresidente de Fundación SAMU, el doctor Carlos Álvarez Leiva y Borja González de Escalada, respectivamente.

Durante las últimas semanas, los menores y un equipo de SAMU han acondicionado y habilitado el antiguo Cortijo Román. El objetivo final es que los chicos del ISL Cortijo, situado en el mismo pueblo que esta casa rural, sean los encargados del mantenimiento de las instalaciones y el cuidado de las zonas ajardinadas.

Los chicos implicados en este proyecto inclusivo han recibido diferentes cursos de formación a través de la Escuela de Oficios de SAMU, entre ellos, un curso básico de mantenimiento de edificios y piscinas y otros programas formativos de turismo rural, jardinería, pintura, albañilería, mantenimiento de piscinas y restauración.

Este alojamiento rural está formado por cinco casas: tres de un dormitorio y dos de dos dormitorios. Tiene una capacidad total para 14 personas, aunque es posible aumentar el número de huéspedes según las necesidades.

La Casa Rural Cortijo Román fue con anterioridad un centro de menores gestionado por SAMU. Actualmente se encontraba vacío y desde la organización se pensó en varios proyectos para darle utilidad, entre ellos, el actual proyecto de integración de turismo rural. El cortijo ha sido restaurado por los propios menores, preservando su estado rural, tradicional y costumbrista, y fomentando los espacios naturales que invitan a la relajación y al descanso.

El conductor al que todos querían

En la Nochebuena de 2011, Manuel Hidalgo Heredia, conductor del autobús de SAMU durante 10 años, protagonizó una de las anécdotas más recordadas en la entidad. Manolo, como todos le conocían, debía de trasladar en autobús desde Granada hasta El Bosque (Cádiz) a 34 menores que habían llegado en patera a Motril. Lo que parecía un trabajo relativamente fácil y que le iba a permitir estar en casa a las cinco de la tarde, resultó ser una carrera de obstáculos desde primera hora.

El viaje desde Sevilla hasta Granada, que realizó junto al compañero Sergio Carayol, comenzó a las seis de la mañana con una peligrosa e intensa niebla en la carretera. Al llegar a Granada, los menores no estaban allí, sino en Motril. Una vez allí, la Policía no tenía constancia del traslado de los 34 menores. Hasta las siete de la tarde, no pudieron emprender el viaje hacia El Bosque, donde llegaron a las diez de la noche. Y de ahí, de vuelta a Sevilla, y de nuevo con una niebla densa que le obligaba a conducir despacio. Aquella Nochebuena, Manolo y Sergio no llegaron a sus casas hasta la una. Pero, a pesar de ser una fecha tan señalada, ambos siempre contaban esta historia con humor y recordaban las buenas migas que se comieron junto a la Alhambra.

Hoy quien cuenta esta anécdota es sólo Sergio Carayol, en recuerdo de su querido amigo fallecido. Quienes conocieron a Manuel aseguran recordar otras miles de anécdotas protagonizadas por este compañero. Así, al abrirse la Unidad de Estancia Diurna San Lucas (Sevilla) en marzo de 2008, Manolo se presentó con su currículo y se ofreció de forma altruista, antes incluso de que lo contrataran, para diseñar la ruta más rápida para trasladar a los usuarios de sus domicilios al centro. Trabajó en ello toda una tarde y con su propio vehículo. Poco tiempo después, rescató a un usuario extraviado y lo llevó de vuelta al centro. Éste fue un anticipo de la que sería una trayectoria al cuidado de la inclusión de estas personas en situación de vulnerabilidad. También, en los inicios de la andadura de San Lucas, llegó a un acuerdo con los propietarios de Bar Pepi para que los usuarios con graves trastornos de conducta pudieran tomarse de forma gratuita un refresco tras su paseo semanal.

Amable, luchador, con un buen corazón, emocional y sensible, gran amigo, Manolo entendía el trabajo en equipo y siempre se entregaba a sus compañeros cuando le necesitaban. Cuando veía algún problema en el equipo, solía organizar una barbacoa para unir al grupo y limar asperezas. Y si un compañero pasaba por un mal momento no dudaba en pararse a hablar con él y, lo que es más importante, escucharle.

Manolo tenía un trato cercano con los familiares de los usuarios. De forma amable y afectuosa, mediaba en los conflictos referente a las rutas, la puntualidad, los cambios de paradas… Y no le faltaba autoridad cuando se producían alteraciones durante los trayectos, siendo una persona muy respetada. Manolo fue también el principal impulsor del equipo de fútbol de UED San Lucas. Consiguió, gracias a la solidaridad del barrio, materiales para entrenar y la primera equipación que lucieron los chicos.

Hace un par de años, su hijo Iván le expresó su deseo de seguir sus pasos y sacarse el carnet para conducir el bus. Justo antes de que le detectaran la enfermedad a Manolo, el joven le acompañó como voluntario para aprender el oficio y le ha sustituido durante este año. Éste será un motivo más para recordarle cada día.

Manolo Hidalgo (1962-2020, Zahara de la Sierra, Cádiz), el conductor del primer y único autobús de SAMU, falleció el 30 de agosto a los 58 años tras una larga enfermedad. Deja un vacío enorme entre sus compañeros y también entre los usuarios y residentes de los distintos centros, para quienes era mucho más que la persona que les acompañaba en sus traslados.

Andrés Rodríguez Holst, ‘team manager’ de la misión El Salvador: “Mi vida cabe en dos maletas”

El enfermero e instructor de Escuela SAMU Andrés Rodríguez Holst (1986, San José, Costa Rica) se pone al frente como ‘team manager’ del equipo de 30 sanitarios de SAMU que ha viajado a El Salvador para prestar asistencia sanitaria por la Covid-19. Rodríguez ha convertido su trabajo en su modo de vida y El Salvador será su misión humanitaria número 13.

—¿Cuándo y por qué decidió dejar los bosques tropicales y la costa caribeña de Costa Rica por España?
—Llegué a España el 15 de octubre de 2014 con una beca del Banco Interamericano de Desarrollo para estudiar el máster de Enfermería de Urgencias, Emergencias, Catástrofes y Acción Humanitaria de SAMU. Tras graduarme, trabajé en el Hospital público de San Juan de Dios y fui profesor en la Universidad de Costa Rica, pero quería seguir formándome, sobre todo en logística sanitaria y acción humanitaria. Entonces sólo había dos másteres de estas características en el mundo, uno en Noruega y otro en Sevilla, el de SAMU. Así que me viene a España.

—¿Su intención era volver a Costa Rica una vez finalizado el máster?
—Yo voy donde me lleve el viento. A mi la vida me cabe en dos maletas. Además, estando en Europa comencé a colaborar con Médicos Sin Fronteras, por lo que me muevo mucho.

—Actualmente es profesor en Escuela SAMU, donde usted mismo se formó, y es el coordinador del módulo de Acción Humanitaria del máster de Enfermería. ¿Qué suelen esperar los alumnos de este módulo?
—Por lo general, las personas tienen una visión muy pasional y romántica de la acción humanitaria. Piensan en lo guay que es ser viajero del mundo y lanzarse a la aventura. Eso es lo que les llama la atención. A mis alumnos, cuando les presento el módulo nunca les cuento dónde he estado y qué he hecho, no me gusta ir alardeando, por lo que mis estudiantes, al principio, se muestran un poco escépticos. No esperan mucho y creen que es una chorrada de módulo. Pero al final, cuando nos metemos de lleno y profundizamos en la acción humanitaria, salen muy contentos. Alumnos que han llegado diciendo que su meta en la vida era tener una interinidad en el SAS han salido diciendo que quieren hacer una misión.

—¿Algunos de sus alumnos han ido a alguna misión humanitaria?
—Sí, hay varios que han mostrado interés y han realizado misiones con Cruz Roja, Save the Children, Médicos Sin Fronteras, Enfermeros Sin Fronteras o Bomberos Unidos Sin fronteras, entre otros.

—¿En su caso, cómo entró en contacto con la acción humanitaria?
—En 2009 hubo un terremoto en Costa Rica, concretamente en Cinchona. Necesitaban enfermeros instrumentistas, ya que había muchos traumas, y había que organizar aquello, y allá que me fui. Esa fue mi primera misión fuera de casa. Fui con Cruz Roja y, a raíz de aquello, hice contactos y empezaron a llamarme para otras acciones. Ya en España, en 2016, Médicos Sin Fronteras contactó conmigo para participar en el desarrollo de una unidad quirúrgica, un proyecto humanitario piloto de vanguardia, y ahí sigo.

—¿Cómo logra compaginar su trabajo como enfermero y profesor con sus numerosas colaboraciones humanitarias?
—Hasta el pasado año, dedicaba mis vacaciones de verano a trabajar con Médicos Sin Fronteras. Este año con la Covid-19 no ha sido posible.

—¿Cuántos años lleva sin disfrutar de unas relajadas vacaciones veraniegas?
—(Se ríe) Pues unos tres años, pero eso no significa que no descanse. Cojo días sueltos a lo largo del año. Por ejemplo, en diciembre estuve en una boda en Costa Rica y unos días antes de que se declarara el estado de alarma en España, también estuve en mi país. De hecho, estando allí se registró el primer caso de Covid en Costa Rica y estalló todo en España.

—Este verano se va a El Salvador como team manager de un grupo de intervención de catástrofes de SAMU. ¿Cómo surgió esta misión humanitaria?
—Debido a la crisis sanitaria que está atravesando El Salvador a causa del coronavirus, el Ministerio de Salud salvadoreño envió a principios de julio al doctor Carlos Álvarez Leiva, presidente de Fundación SAMU, una petición de ayuda para dar apoyo asistencial al recién inaugurado Hospital Nacional El Salvador, en la capital. La misión durará un mes y nos vamos el 29 de julio.

—¿Cuántas personas forman este equipo de intervención?
—Somos 30 personas, entre médicos, enfermeros, técnicos de emergencias sanitarias, auxiliares de enfermería y una psicóloga. Diecisiete de estos treinta sanitarios pertenecen a la plantilla de SAMU. El resto ha sido seleccionado tras un llamamiento que hicimos a través de las redes sociales.

—¿Cómo ha sido el proceso de selección de profesionales?
—Lo primero que hemos valorado ha sido la predisposición. Todos se pusieron en contacto con nosotros, no al revés. En total recibimos 127 solicitudes. A todos ellos les mandamos un correo electrónico explicando los objetivos de la misión y lo duro que iba a ser el trabajo allí. Tras este correo, 40 mostraron interés en continuar con el proceso. Es lo que hemos hablado antes, esa visión pasional de la acción humanitaria, pero en el fondo la gente no quiere darse la paliza.

—¿Qué aspectos se han tenido en cuenta para seleccionar al equipo?
—Los perfiles profesionales, los currículos y, sobre todo, la experiencia con Covid-19. También se ha dado prioridad al personal de SAMU.

—¿Se lleva a algún exalumno de Escuela SAMU?
—Sí, me llevo a cinco exalumnos del máster de Enfermería y a cuatro del curso de TES. Todos ellos contactaron conmigo.

—Una vez en El Salvador, ¿cuentan con algún enlace en España en caso de que surja algún problema?
—Nosotros lo llamamos gabinete de crisis y está formado por personal de SAMU íntegramente. La mayoría de estas personas tienen experiencia en el trabajo con Covid-19, como por ejemplo Andrea Luis, que formó parte del equipo de mando del dispositivo del Hotel Alcora en Sevilla, que atendió a personas mayores contagiadas.

—¿Qué se van a encontrar en El Salvador cuando lleguéis?
—Todo es un poco incierto aún. El Gobierno salvadoreño abrió recientemente un hospital con capacidad para mil camas y necesitan ayuda asistencial ante la grave crisis sanitarias que estamos viviendo. A principios de julio, los datos oficiales eran de más de 8.000 personas contagiadas y 209 fallecidos. El 87% de los casos se concentran en la capital. No obstante, amigos y conocidos de la zona me cuentan que la situación es bastante caótica. Hasta que no lleguemos allí no sabremos a qué nos vamos a enfrentar.

—¿Qué es exactamente lo que os pide el Gobierno de El Salvador?
—En concreto, nos piden tres cosas: adiestrar y formar al personal local, ayudar en la organización y ofrecer apoyo asistencial.

—¿Qué supone para SAMU esta misión humanitaria con un grupo de intervención tan numeroso?
—Ésta es la primera vez que SAMU envía un grupo tan grande a una misión. En otras misiones como en Filipinas fueron varios contingentes de unas diez personas cada uno, pero no coincidieron todos allí. La acción humanitaria contemporánea es eso, llevar grupos numerosos de entre 30 y 50 personas, que sean autosuficientes y capaces de gestionar y organizar una situación de estas dimensiones. Con nuestra participación en El Salvador demostramos que SAMU tiene la capacidad y el nivel para estar en las grandes ligas de la acción humanitaria.

—En España, cada días son más numerosos los brotes. ¿Está SAMU capacitado para hacer frente a una segunda ola en España y mantener una misión humanitaria de gran escala en El Salvador al mismo tiempo?
—Sí, SAMU tiene capacidad para ello. La limitación más grande son los recursos humanos. En el caso de El Salvador, no todo el mundo está dispuesto a irse un mes fuera de su casa y a otro país, y más con todo lo que está sucediendo. No es lo mismo combatir una enfermedad como ésta en El Salvador que en casa, por lo que sigue habiendo profesionales cualificados en España para dirigir de nuevo dispositivos de pacientes con Covid-19 si fuera necesario.

—¿Podría nombrar otras misiones importantes en las que ha participado SAMU?
—En los últimos diez años, SAMU ha estado presente en Filipinas, Nepal, Marruecos, Haití, Calais (Francia) y Lorca (España). Con anterioridad al año 2000, SAMU ha realizado importantes misiones en puntos como Irán o Bombay (India).

—En su caso personal, ¿en cuántas misiones humanitarias ha participado?
—El Salvador será la número 13. Las que más me han marcado han sido Siria y Libia, porque eran zonas en guerra; y también Calais (Francia), porque fue la primera vez que trabajé con refugiados. Calais fue especial y distinto porque yo estaba acostumbrado a misiones de catástrofes y desastres naturales, y aquí fue la primera vez que estuve en un campamento de refugiados. En los desastres naturales la gente lo pierde todo, hay mucha ansiedad, muchas personas en shock, con conmoción. En Calais era diferente, eran personas sometidas a mucha presión desde hacía mucho tiempo y que estaban desgastadas emocional y físicamente.

—¿Podría explicarnos, desde su experiencia, cómo es trabajar en una zona en guerra?
—He tenido la suerte de estar en acciones humanitarias de diversa índole: desastres naturales, emplazamientos humanos, conflictos civiles, conflictos militares. Cada una tiene sus propias características y hace que las personas se comporten de manera diferente y tú también actúas de manera distinta. En Siria fue la primera vez que estuve en una guerra, un conflicto militar. Vi otra cara de la humanidad. En Libia, el conflicto era civil, mucho más caótico y desorganizado. Arrasan con todo. Tienen a niños de 13 y 14 años con una AK-47 y se creen muy hombres porque tienen esa pedazo de pistola. Libia es un sitio que está olvidado, eso es tierra de nadie. He visto cosas terribles e innombrables.

—En todas estas misiones, ¿ha temido alguna vez por su vida?
—Sí, pero con el paso del tiempo, cada vez tienes menos miedo. Hace mucho que tengo muy interiorizado que si aquí me muero, aquí me muero. No me entrego a la muerte, pero uno sabe dónde se mete. En pocas ocasiones he pensado ‘aquí termina todo’, pero alguna que otra ha habido.

—¿Cómo se prepara para hacer frente a estas situaciones?
—En Médicos Sin Fronteras te preparan mucho psicológicamente en el manejo de situaciones en un entorno hostil. Hay ocasiones en las que tienes que saber cuándo tienes que agachar la cabeza. Hay sitios que por mirar mal a alguien te apuntan con una pistola.

—Antes de la crisis sanitaria, ¿tenía destino cerrado para este verano?
—Sí, Yemen. Tenía que haberme ido el 15 de julio. Ahora todos los esfuerzos se centran en combatir la Covid, todo lo demás se ha parado.

Proyecto Cáritas-Fundación SAMU: Un hogar para empezar una vida

La falta de recursos en Andalucía para jóvenes mayores de edad que llegaron a España siendo menores en una situación irregular ha impulsado a Fundación SAMU y a Cáritas Diocesana de Sevilla a poner en marcha, de forma conjunta, un proyecto de emancipación e inclusión social en Montequinto (Sevilla)dirigido a este colectivo.

Este proyecto social, que arrancó en el invierno de 2019, consiste en la habilitación de un piso en el que conviven cuatro jóvenes de 18 años y que anteriormente estuvieron en el ARB Miguel de Mañara de Montequinto (Sevilla), un centro especializado en la atención de menores extranjeros no acompañados gestionado por SAMU. Es el tercer recurso para mayores de edad con el que cuenta la Fundación, junto con los centros de jóvenes ex tutelados migrantes (JEM) de Valencina y Polanco, ambos en la provincia de Sevilla.

En este piso de Montequinto conviven Samuel Sahnen, Bilal El-Guemry, Mohamed Mgniti y
Badr Bencheick. Todos ellos tienen 18 años y llegaron a las costas andaluzas en 2018 en patera tras un difícil viaje.

Al llamar al timbre de este particular hogar, es Bilal El-Guemry el que abre la puerta y da la bienvenida a su casa, un tercero sin ascensor. El piso consta de dos habitaciones con dos camas cada una, más un cuarto-vestidor, salón-comedor, un cuarto de baño y cocina. La decoración es sencilla y todo está muy ordenado.

Antes de enseñar la casa, los jóvenes se sientan en la mesa del comedor para relatar cómo han llegado desde su país de origen hasta ese piso que consideran “una gran oportunidad” para lograr su sueño de labrarse un futuro en España. Sólo falta Mohamed Mgniti, que estos días se encuentra fuera de Sevilla por un asunto familiar.

Badr Bencheick, musulmán y natural de Marruecos, es el encargado de romper el hielo. Llegó a las costas de Cádiz en agosto de 2018 en una patera. “Sufrimos mucho, estuvimos tres días en el mar”, recuerda el joven, que actualmente estudia un curso de Formación Profesional Básica de Peluquería.
Ese mismo verano llegó también en una patera a Barbate su compañero Bilal El-Guemry, natural de Marruecos. “Fue muy duro. Al llegar, me llevaron a unas dependencias policiales hasta que me enviaron a un centro de menores”, recuerda el joven, que ahora estudia un curso de FP Básica de Mecánica. “Decidí emigrar porque en Marruecos no tenía ningún tipo de oportunidad ni futuro. Quería estudiar y si me quedaba, terminaría trabajando en el campo como única opción”.

La historia de Samuel Sahnen es la más impactante de las tres, dada la edad que tenía cuando se marchó de Camerún, su lugar de origen: 15 años. Con rostro serio y sin ningún tipo de pausa, el joven relata cómo el conflicto político que sufre su país desde 2016, el conocido como problema anglófono (los líderes de la antigua zona británica piden una mayor autonomía o la secesión en lo que sería la República de Ambazonia), le obligó a huir solo, sin su familia. “No había colegio, todo era un caos. Había una guerra militar. No tenía futuro”, explica con semblante serio y palabras atropelladas.

De Camerún pasó a Nigeria, donde estuvo varios días sin poder contactar con su familia. Y de allí pasó a Níger, donde estuvo cuatro meses. “No tenía dinero para llegar a Argelia y trabajé para un hombre que se dedicaba a pasar de forma irregular a personas por la frontera, hasta que conseguí el dinero y pude pasar yo también”, continúa el joven, que recuerda cómo le estafaron en Argelia, donde estuvo 14 meses trabajando hasta que pudo cruzar a Marruecos y de ahí a España en una embarcación sin motor, con remos. “Salimos a las diez de la noche y llegamos a las seis de la tarde. Nos interceptaron en medio del mar, a la deriva, y nos llevaron a Tarifa. Estuvo en varios centros de menores antes hasta que llegó al ARB Miguel de Mañara (Sevilla).

“En SAMU me han tratado siempre muy bien. Yo soy católico y en Miguel de Mañara había 28 chicos musulmanes, pero nunca hemos tenido problemas de convivencia, tampoco en el piso. Respetamos las creencias de cada uno”, señala Samuel, en cuyo cuello cuelga una cruz de madera y que hace unos meses se confirmó en la parroquia de San Juan Pablo II de Montequinto, cuya comunidad realiza numerosas actividades con los chicos de Miguel de Mañara.

Al igual que sus compañeros, Samuel también está estudiando, en concreto un grado medio de Instalaciones Eléctricas y Automáticas. Los tres se expresan perfectamente en español, aunque reconocen que a veces les cuesta entender algunas lecciones en clase.

En la casa se respira un ambiente de buen rollo. Existe complicidad y respeto entre ellos. “Son muy buenos chicos, los mejores”, destaca Hassan Al Haffar, educador de Miguel de Mañara y que esta tarde ha querido acompañar a los chicos en la entrevista por si hubiera algún problema de comprensión.

“Cuando estos chicos cumplen la mayoría de edad, todo el trabajo que se ha hecho previamente con ellos en los centros de menores se corta. Por esta razón es tan importante que existan recursos de este tipo. Permiten a los chicos seguir progresando en la sociedad y que realmente tengan una oportunidad en la vida, aunque, por desgracia, hay muy pocos recursos para mayores de edad”, comenta el educador.

Este proyecto ha sido posible gracias a los acuerdos de colaboración firmados en marzo de 2018 entre Fundación SAMU y Cáritas que permiten a ambas entidades apoyarse en el desarrollo de proyectos.
A raíz de estos acuerdos, Cáritas ofrece apoyo de voluntariado al centro de menores de Miguel de Mañara. Este convenio incluye trabajo voluntario con menores, apoyo extraescolar, actividades lúdicas y deportivas, y la participación de los menores del centro residencial en el campamento de ocio y tiempo libre programado por la Parroquia San Juan Pablo II. Es aquí donde Cáritas conoce a Mohamed, Bilal, Badr y Samuel, que además participa de forma activa en la parroquia, y los selecciona para este proyecto piloto.

“Aunque estos chicos sean mayores de edad, nuestra labor ahora es orientarles, asesorarles y apoyarles”, explica Julia Almeida, directora del proyecto. “Un educador, una psicóloga y yo misma visitamos con frecuencia a los chicos para hacerles un seguimiento, ayudarles en lo que necesiten y ofrecerles una orientación formativa y laboral. Ya no hacemos una labor de acompañamiento, como hacemos con los menas, pero sí de asesoramiento”.

Tras la conversación en el salón, los tres chicos enseñan su casa a la periodista y a la fotógrafa, que les persigue con su cámara captando cada detalle, algo que causa cierta vergüenza a los jóvenes. Badr comparte habitación con Samuel, que para Julia Almeida es el referente del grupo, el líder. En la otra habitación, duermen Mohamed y Bilal.

Los chicos reconocen que la convivencia es buena y que se reparten entre todos las tareas domésticas. “Por lo general, limpiamos a fondo el fin de semana”, explica Badr, que se autoproclama entre risas como el cocinero de la casa. Su plato estrella es el pollo con patatas.

Samuel y Bilal bromean con Badr, estudiante de Peluquería, y aseguran que no dejan que su compañero les pele. “Está aprendiendo aún”, se excusa Samuel al mismo tiempo que muestra una guitarra que hay en el salón. “Él también está aprendiendo a tocar la guitarra”, se ríen todos.

Los chicos coinciden en afirmar que a pesar de haber estado tantos días juntos y sin salir a la calle durante el confinamiento, la convivencia es buena y se tienen mucho respeto.

El Sauzal: un fortín frente al coronavirus

Noemí Santana, consejera de Derechos Sociales, Igualdad, Diversidad y Juventud del Gobierno de Canarias, y Miguel Montero, director general de Dependencia y Discapacidad, realizaron en julio una visita al centro de personas en situación de dependencia derivada de discapacidad física de El Sauzal, en Tenerife, gestionado desde enero por Fundación SAMU.

Recibidos por María José Tinoco, directora del Área de Discapacidad de SAMU, y Alberto Pastor, director del centro, los representantes gubernamentales se interesaron por las medidas preventivas ante la Covid-19 implantadas en esta residencia así como por la gestión del centro, que dispone de 37 plazas para residentes y otras 19 para usuarios del centro de día.

Tanto Santana como Montero quisieron dar visibilidad a la exhaustiva gestión ante el coronavirus que se ha realizado en los centros para personas con discapacidad en la región y transmitir tranquilidad a los familiares de los usuarios.

La consejera explicó que el centro para personas con discapacidad de El Sauzal se había convertido en “el primero de este tipo que ha abierto a visitas e ingresos” tras el estado de alarma. “Las 19 personas del centro de día que vienen aquí de lunes a viernes conviven con todas las medidas higiénicas y de seguridad con 37 residentes que han estado encerrados aquí durante la crisis sanitaria como en un fortín cerrado a cal y canto, sin recibir ninguna entrada del exterior para proteger su salud”, explicó Santana.

En este sentido, la consejera destacó “los protocolos tan estrictos que se han establecido para recuperar ahora la nueva normalidad, con las visitas de familiares y amistades, tan necesarias para los usuarios del centro, y que durante casi cuatro meses no pudieron producirse”.

El director general de Dependencia y Discapacidad detalló los protocolos que se han incorporado al centro de El Sauzal, en un momento en el que la crisis sanitaria continúa activa en el país. “No sólo hay toma de temperatura antes de entrar a las instalaciones, sino que también se realizan consultas previas a familiares. Se garantizan circuitos separados, se generan espacios limpios… Son protocolos muy estrictos que se han inaugurado en este centro con la idea de que sean ejemplo y modelo para el resto de los centros de la región”.

“Somos un ejemplo de la gestión, la única comunidad de todo el Estado que ha hecho los test PCR a todo el personal de sus centros, así como a residentes”, afirmó Noemí Santana, al tiempo que destacó la incidencia tan baja de positivos con “solo 12 personas de más de 3.500 test realizados” durante las semanas más problemáticas de la crisis sanitaria.

SAMU se hizo cargo en enero, a través de su Fundación, de este centro que ofrece servicios de enfermería, terapia ocupacional, trabajo social, atención psicológica, logopedia e integración social, entre otros servicios.

Previamente, Fundación SAMU se hizo cargo de la titularidad del Hogar San Lázaro, centro de Santa Cruz de Tenerife especializado en atención a pacientes con discapacidad intelectual y/o trastorno mental grado 1 y 2, con capacidad para 16 usuarios.

La entidad cuenta con servicios de urgencias y emergencias en la comunidad a través de una unidad medicalizada, además de una unidad colectiva de soporte vital básico. Esta unidad ya ofrece sus servicios a entidades públicas y privadas, y ha prestado cobertura a la cabalgata de Reyes de Tacoronte (Tenerife), además de otros servicios en El Hierro. SAMU mantiene negociaciones abiertas con un centro privado y el 112 de Canarias para ofrecer su colaboración cuando los servicios de ambulancias públicas estén saturados.

Dispositivos sanitarios frente a la Covid-19 en Andalucía

Cualquier análisis de la respuesta que ha dado el sistema sanitario en los peores momentos de la pandemia pone hoy de manifiesto el alto valor de la colaboración público-privada para atender de manera urgente y eficaz las necesidades de la población. Así, en situaciones de extrema gravedad como las vividas durante el estado de alarma, alianzas estratégicas como la de la Junta de Andalucía y Fundación SAMU han permitido salvar la vida a decenas de personas afectadas por la Covid-19 o en serio riesgo de contraer el virus.

Dos dispositivos de SAMU han sido ensalzados como modelos de esta unión entre administraciones públicas y entidades privadas. Así, de la noche a la mañana, y esto es literal, el hotel Ilunion Alcora, en San Juan de Aznalfarache (Sevilla), pasó de ser un lugar para el hospedaje de visitantes a atender a ancianos enfermos de Covid-19 procedentes de distintas residencias de mayores de la provincia. El establecimiento se transformó en apenas 12 horas en un centro asistencial medicalizado destinado a las personas más desprotegidas frente al coronavirus.

Y de la misma forma, la Residencia de Tiempo Libre de El Burgo en La Línea (Cádiz) también se transformó en un hospital de campaña para atender a 28 pacientes que tuvieron que abandonar una residencia de mayores de Alcalá del Valle, en Cádiz, tras detectarse un brote.

En ambos casos, esta transformación integral y a contrarreloj fue posible gracias a la alianza entre la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía y el equipo de SAMU.

El consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, ha valorado la eficacia de esta sinergia en un reportaje publicado en ABC. En pleno pico de la pandemia, había residencias de ancianos tanto en Sevilla como en otras provincias en las que “era imposible diferenciar en los circuitos los casos positivos de los negativos” dentro de los propios centros.

Por eso Aguirre valora la experiencia como positiva para los pacientes y para la Administración regional. “Fue un modelo de éxito” que permitió una “magnifica asistencia sanitaria”, ha señalado la Consejería, que no descarta repetirla en futuros proyectos. “Nuestro fin es tener la sanidad pública andaluza al cien por cien y optimizar todos sus recursos. En el caso de no llegar a esa optimización, apostamos por la suma de recursos siempre que sea en beneficio de los pacientes. Huimos de la dicotomía de buenos y malos: la sanidad de Andalucía es una, de todos y para todos”, ha afirma en el reportaje publicado por ABC.

Juan González de Escalada, director del área de Emergencias de SAMU, ha subrayado la importancia que ha representado ser capaces de reaccionar de forma rápida y eficaz en los momentos en los que el sistema sanitario se ha visto desbordado frente a una presión asistencial inédita. “Desde nuestra especialidad, disponibilidad, logística y recursos propios, hemos ofrecido la máxima flexibilidad a la administración para dar una respuesta inmediata al ciudadano”, explica.

La fórmula de colaboración privada “representa un cambio en el servicio público que ha llegado para quedarse”, opina en ABC Francisco J. Fernández, socio de Cremades-Calvo Sotelo, que cuenta en Sevilla con un Observatorio de Colaboración Público Privada.

Durante los peores momentos de la primera oleada de la pandemia, SAMU gestionó cinco dispositivos de urgencias y emergencias contra el Covid-19 en Madrid, Andalucía y Castilla-La Mancha, al tiempo que formaba a personal en bioseguridad, captaba y capacitaba a voluntarios de distintos perfiles y fabricaba material sanitario como mascarillas y equipos de protección individual en su propio taller.