Actuación de SAMU en Ceuta: Las voces de Piniers

Los menores han sido la carne de cañón de la mayor crisis migratoria que ha sufrido Ceuta en las últimas décadas, los mayores damnificados del enésimo choque diplomático entre España y Marruecos. De las más de 12.000 personas que irrumpieron en la ciudad entre el 17 y el 18 de mayo, al menos 1.500 (aunque pudieron ser muchos más) eran niños y niñas. Todos se lanzaron a la frontera como en una marcha festiva cuando el rumor de que en Ceuta daban papeles para cruzar a la Península ardió como la pólvora en las calles de Marruecos y en esas otras calles concurridas que son redes sociales. Pero cayeron en una trampa y quedaron bloqueados en tierra de nadie, acogidos en una ciudad desconcertada y en situación de caos. ¿Qué ha sido de esos niños?

El equipo de SAMU, con más de 250 compañeros en Ceuta, tiene respuestas a esa pregunta. La entidad estuvo en primera línea de esta crisis “casi desde el primer minuto”, recuerda Francisco Javier Olier, uno de los pioneros de este dispositivo. El exdirector del centro de Inserción Sociolaboral (ISL) El Castillejo, en el pueblo gaditano de El Bosque, llegó a Ceuta junto a cinco compañeros en misión humanitaria a las ocho y media de la tarde del 19 de mayo con el objetivo de ayudar a los equipos de Cruz Roja. “Al bajar del barco, nos hicimos cargo del centro de Piniers I, con 250 niños. Dos días más tarde, sumamos Santa Amalia, con otros 250 menores. A los tres días, abrimos un tercer centro en el Tarajal para 280 menores. Además, en plena crisis de Covid, con muchos de ellos positivos o en aislamiento. Una locura”, relata Olier.

En el pico de la crisis migratoria, SAMU llegó a atender a 940 niños en tres recursos: Piniers, El Tarajal y Santa Amelia. “Que cómo se gestiona eso… Pues con muchos dolores de cabeza. Fuimos creando equipos con personal de aquí que ya tenía experiencia y con un apoyo impresionante de la central de Sevilla y del gabinete de crisis, analizando constantemente cómo mejorar. Para mí fue fundamental. El apoyo logístico de Sevilla marcó la diferencia”, reconoce.

Han transcurrido seis meses de aquellos días en los que Europa tomaba el café con la imagen de la valla de Ceuta en los informativos y la situación no es la misma, pero sigue siendo insostenible. SAMU sigue al frente de la gestión del centro de menores de La Esperanza y, sobre todo, del complejo de Piniers, con alrededor de 350 menores bajo su responsabilidad, aunque la cifra varía cada día. Los que faltan han vuelto a su país, han cruzado el Estrecho o están durmiendo al raso en las calles de Ceuta.

Piniers, el lugar elegido para alojar a estos niños y adolescentes, se extiende en una árida explanada junto a la prisión de Mendizábal y el recinto de una empresa de maquinaria industrial, cerca de la barriada del Príncipe Alfonso, la mítica El Príncipe, y con vistas al mar en el horizonte. Allí se suceden Piniers I, II, III y IV, cada uno con sus instalaciones: carpas que hacen las veces de comedores; casetas prefabricadas que cumplen el papel de dormitorios; iglús o habitaciones de obra, en Piniers III, “la joya de la corona”, señala Bilal Amar, de 32 años, Auxiliar Técnico Educativo de SAMU, que hace las veces de guía por los distintos recintos.

En Piniers no hay lujos. Sí hay condiciones dignas para que estos chicos puedan vivir en la situación de provisionalidad por la que atraviesan. Cama. Comida. Higiene. Educación. Protección. Cuidado. Ellos muestran orgullosos sus habitaciones, que decoran con alguna bandera, algún póster, alguna manualidad o pequeño mueble fabricado in situ, “algo que han conseguido o que han comprado en sus salidas”, explica Bilal Amar, al que todos saludan durante su recorrido, pues es parte de esta particular familia.

Los chicos se levantan a las 8:30. Recogen su habitación. Se asean. Desayunan. Limpian el centro y las zonas comunes. A las 11:00, empiezan sus actividades: deportes, manualidades o cursos. Y así transcurre la mañana, hasta las 13:30, cuando se preparan para almorzar a las 14:00.

La tarde es tiempo de formación. La educadora social Marta Ojeda, de 30 años, que es la coordinadora de todos los centros de SAMU en Ceuta, explica que la escolarización ha dado “un impulso” a los chicos. 143 de ellos, los menores de 16 años, se han incorporado a centros educativos de Ceuta que han habilitado turnos extra por las tardes para que estos menores puedan recibir su enseñanza obligatoria. “Cuando escuchan que pueden ir a la escuela están encantados. Les gusta muchísimo. Ellos quieren formarse. Saben que es un paso adelante hacia su futuro”, apunta la canaria.

Para los mayores de 16, fuera del proceso de educación obligatoria, es más complicado. Se habilitan formaciones en recursos diversos de instituciones como Cruz Roja. “Es difícil para ellos, a veces piensan que están perdiendo el tiempo”, explica Ojeda.

En una explanada de Piniers I avanza la construcción de varias aulas, a cargo del Ministerio de Educación, que se destinarán a la realización de un proyecto de atención socioeducativa e inmersión lingüística para estos menores. Incluso se valora la posibilidad de ofrecerles formación profesional de nivel 1. Marta Ojeda cree que este recurso “puede cambiar las cosas”. “Mientras, tiramos de ingenio y de creatividad. Los recursos en Ceuta son limitados y la cantidad de niños que ha entrado es enorme. Estamos constantemente ideando actividades que se ajusten a sus perfiles y a sus gustos”, subraya la educadora social. Javier Olier añade que se les busca actividades deportivas fuera del centro, con equipos de fútbol de la ciudad. Salen a ver al Ceuta FC. A la playa. Ahora se está trabajando para que puedan salir del centro de forma autónoma. “Intentamos que el día a día no se les caiga encima”, concede.

El día en Piniers finaliza a las 23:00. Después de la cena, llega el silencio. ¿Con qué sueñan estos niños? ¿Cuáles son sus planes? Todos te darán la misma respuesta: Ir a España y trabajar. “Porque para ellos esto no es España”, asevera Marta Ojeda. “Quieren cruzar, sea como sea. Y están constantemente viendo cómo hacerlo. La gran salida de los centros es para irse al puerto a ver si tienen suerte. Nosotros hablamos con ellos constantemente, en las asambleas y en el cara a cara. Esto es una montaña rusa. Les llega una información de que hay pase para la Península y eso motiva su salida del centro. Intentamos hablar con ellos desde la honestidad, y no mentirles. Las cosas aquí se llevan a cabo sobre la marcha. Cada día es una aventura total. Es un trabajo duro, pero muy bonito”, relata.

Cada vez que se realizan recuentos, y se realizan recuentos “a todas horas”, es normal que falten niños. Se marchan a la ciudad. A la calle. Es posible verles en la puerta de los supermercados al caer la tarde, o en las gasolineras, buscándose la vida. Algunos se quedan viviendo en asentamientos, como el que es casi permanente en el muelle de la Puntilla, una zona de carga y descarga portuaria.

SAMU, en coordinación con el Ayuntamiento de Ceuta, ha puesto en marcha un equipo de calle que se dedica exactamente a eso: salir a la calle a buscar a los chicos y ofrecerles asistencia fuera del recinto del centro de menores. Mina Mohamed y el educador Fuad Mohamed forman este equipo. Ella lleva el peso de contacto con los chicos. Muchos la ven como una madre. “Les hablo del peligro que tiene montarse en un camión, de cómo se juegan la vida. Les facilitamos alimento o ropa, si lo necesitan. Hacemos un trabajo sobre todo de concienciación y les explicamos que en los centros estarán cuidados. Nos ganamos su confianza, les transmitimos tranquilidad, seguridad, porque tienen un miedo terrible de que les devuelvan a Marruecos”.

En el primer mes y medio de trabajo de actividad, este equipo contactó con 280 niños y consiguió que más de un centenar volvieran al centro. Pero muchos se vuelven a marchar tan rápido como han regresado. En muchas ocasiones, la expectativa de cruzar a España es más seductora que comer caliente y dormir tapado.
El auxiliar de enfermería Manuel Martín es uno de los cinco sanitarios que atienden a los menores en los centros. Llega a Piniers a mediodía procedente de La Esperanza, donde ha realizado el control de niños diabéticos y ha atendido lesiones comunes como cortes y heridas, o patologías previas que los chicos traen de Marruecos, operaciones pendientes o tratamientos que no han recibido. “Ahí es donde tenemos la principal baza de trabajo. Intentamos llevar las cosas lo mejor posible con nuestros recursos, pero hay casos más especiales que hay que tratar en hospitales, de la mano de las autoridades sanitarias”, explica el sevillano, que llegó a Ceuta el 4 de junio, directo del máster de Escuela SAMU, y que está realizando otro máster aún más intensivo, con su mochila al hombro y mucho trabajo por hacer cada día.

La vida en Piniers no es un cuento. Sean 900 menores o 350, todos arrastran historias muy particulares. Muchas, problemáticas. Hay niños adictos al hachís o al pegamento. Los hay agresivos. Los hay enfermos. La psicología, la mediación y el diálogo son herramientas decisivas para evitar el conflicto en un lugar que vive en un permanente y delicado equilibrio. Desde julio, la figura del Auxiliar de Control Educativo juega un papel clave para mantener el control en los centros de SAMU.

Nuhayla Dibdi Abselam, de 20 años y natural de Ceuta, está al frente de un equipo de 65 personas que cumplen una labor pedagógica, frente a la disuasión propia del perfil de vigilante de seguridad. El ACE es una “figura pedagógica”, insiste Nuhayla. “Evitamos que los menores abandones los centros, que se suban a los muros y se lesionen, que se lancen cosas al exterior o del exterior al interior. Intentamos controlar los conflictos con diálogo, con contención verbal, intentando empatizar y generando un espacio de confianza y tranquilidad para los menores”, relata. “Todos hablamos dariya, por lo que no hay barrera idiomática, y estamos consiguiendo muchos avances en el ambiente de los centros”, defiende.

Pero la vida en Piniers no es un cuento y hay conflictos y dificultades que atender cada día, tal y como reconoce Javier Olier: “Fuegos que hay que apagar”. Él recalca que la situación de los menores en Ceuta no tiene nada que ver con la que viven los menores de centros como el que él ha dirigido en El Bosque, en plena Sierra de Cádiz, junto al Parque Natural de Grazalema, con 60 plazas y un entorno social y laboral mucho más amable y esperanzador para estos niños. La situación en Ceuta, durante muchos meses, ha sido de emergencia. Aún hoy el Gobierno de la ciudad sigue reclamando apoyo a voz en grito para que la ciudad alcance un estatus de normalidad con respecto a la inmigración.

Mabel Deu del Olmo, vicepresidenta del Gobierno de Ceuta: “No queremos que Ceuta sea una prisión para los que vienen y para los propios ceutíes”

María Isabel Deu (Barcelona, 1966), vicepresidenta, consejera de Presidencia del Gobierno de Ceuta y responsable del área de Menores, ha vivido en primera línea, como política y como ciudadana, un año convulso para la ciudad tras la crisis migratoria de mayo, cuando más de 12.000 personas cruzaron la frontera en 48 horas

—¿Cómo vivió la crisis de mayo? ¿Qué recuerda de las jornadas del 17 y 18 de mayo, y los días sucesivos?
—Lo vivimos intensamente y con muchísima preocupación. Sobre todo porque no sabíamos qué estaba ocurriendo. En la tarde del 17 de mayo empezaron a entrar personas de forma intensa… A nado… Corriendo. Las calles se fueron llenando de masas de personas mojadas, sin que nadie supiera a qué venían, si estaban de paso o si no… Al día siguiente recuerdo que fue curioso porque los vecinos no salieron a la calle. Los niños no fueron al colegio. Los comercios cerraron. Había miedo, desconocimiento, angustia. Estaba el Ejército… Caminabas por la calle e ibas viendo un devenir de masas de personas. Algunos se agrupaban en un establecimiento de tarjetas de teléfono o de cambio de dinero. También había mucha gente de Ceuta llevando comida y abrigo a quienes habían cruzado, porque había que atender a todas aquellas personas. Según nuestros cálculos fueron más de 12.000 personas.

—Y entre ellos, ¿cuántos menores, según sus cálculos? Las cifras publicadas entonces fueron tan gruesas como entre 1.000 y 3.000.
—1.500, seguro, aunque es imposible tener un registro 100% fiable. Según la Policía, fueron 1.109 los menores filiados, pero había muchos más que no lo fueron, que estaban en la calle, en asentamientos irregulares. Muchos se encuentran allí todavía hoy. Por eso calculamos que fueron más de 1.500.

—¿Cómo reaccionaron las administraciones?
—Como parte del Gobierno de la ciudad, íbamos de camino a Sevilla cuando recibimos la información de lo que estaba pasando. Cuando llegamos a Algeciras en el barco, nos dimos la vuelta. Se creó un comité de crisis del que formaban parte las distintas administraciones. La Guardia Civil dio un dato clave: estaban entrando 90 personas por minuto en la ciudad. Este gabinete empezó a trabajar en distintas soluciones. Los ceutíes entendimos, y entendemos, que lo que se produce es una transgresión del territorio nacional y, evidentemente, el Gobierno central es el que tiene que actuar. El gabinete se tuvo que interrumpir en varias ocasiones porque había que buscar un lugar en el que albergar a todas aquellas personas, organizar su manutención… La capacidad de la ciudad se vio desbordada. Al final, ante la dificultad de que se pusieran al alcance de la ciudad otros espacios o infraestructuras por parte de la Administración del Estado, nos vimos obligados a utilizar el Polígono del Tarajal como lugar de acogida.

—¿Partiendo de cero?
—Habíamos tenido una experiencia previa de uso de ese espacio durante el confinamiento en plena pandemia de Covid-19. Alojamos allí a muchas personas transfronterizas que se habían quedado con la puerta cerrada, a este lado de la frontera, y no podían regresar a su casa. También a menores, más de un centenar, que no querían estar en un recurso y esperaban para cruzar el Estrecho.

—Entonces, emplearon recursos propios para afrontar una crisis que desbordaba por completo a la propia ciudad.
—Sí. También habilitamos espacios deportivos y, después del confinamiento, empezamos a trabajar en las naves del Tarajal para aquellas personas que llegaban por mar pero tenían que ser sometidos a una cuarentena. Esos espacios de cuarentena y de procedimiento de prevención contra el Covid volvieron a entrar en funcionamiento en mayo. Desarrollamos un espacio singular en un albergue en Piniers durante la pandemia, también para poder cumplir los protocolos de Covid, y con la invasión volvimos a ponerlo operativo para albergar a una parte de los menores.

—En aquellos primeros días la labor del Ejército también fue muy valorada.
—Sí, fue fundamental. Nos ayudaron a limpiar, a hacer traslados de camas, mesas para que las personas pudieran comer, cubas de agua para que pudieran lavarse… Fue decisiva aquella labor coordinada. Nos ayudaron a poner en marcha aquellos dispositivos de emergencia.

—¿Cómo ha sido la evolución de esta crisis desde mayo? ¿Qué ha sido de aquellas 12.000 personas que entraron en Ceuta?
—Muchas personas regresaron a su país. Otros obtuvieron el asilo o encontraron, de una forma o de otra, la posibilidad de llegar a la Península o a otros países. En cuanto a los menores, hemos trabajado en muy diversas vías. Una de ellas es la petición a la Administración General del Estado del impulso del Acuerdo Marco entre los gobiernos de España y Marruecos firmado en 2007, y publicado en 2012, donde se hablaba específicamente de que las partes podrán concretar la forma del retorno asistido de los menores, bien para que sean reagrupados familiarmente, bien para que sean protegidos a través de una entidad de protección del país de donde procedan.

—¿Cómo ha sido la aplicación de ese protocolo?
—Para su ejecución se mantuvieron reuniones con diferentes ministerios, principalmente, Exteriores e Interior; y diferentes reuniones y acuerdos con las autoridades marroquíes. Se abordó cómo realizar esos retornos de la mejor manera posible. Y así se acordó una devolución de 15 menores al día para que las familias, en su caso, o las entidades de protección se hicieran cargo de ellos. Así empezamos el retorno asistido un 13 de agosto. A los cuatro o cinco días, a través de una solicitud de habeas corpus que presentaron cinco chicos, ya se produjo una paralización cautelar de los retornos.

—Varias asociaciones denunciaron entonces que se estaban produciendo repatriaciones forzosas.
—Se estaba aplicando un acuerdo marco redactado en 2007 y publicado en 2012 en el que se llega a un acuerdo para el regreso a casa de esos menores. Desde la paralización, ese acuerdo ya no se ha aplicado. Ahora la forma de volver a casa es la repatriación. Pero es un procedimiento muy costoso en el tiempo. Nosotros apostábamos por la máxima protección del menor. No es lo mismo estar en una residencia o una casa donde puedas hacer una vida normal a estar en un pabellón donde no da la luz del sol y donde hay 200 niños que están todos juntos. Hemos hecho más de lo que hemos podido, pero estos espacios son de estancia provisional, no lugares en los que vivir de forma permanente. Entendemos que proteger al menor es que tenga una vida lo mejor posible. Siempre descartando aquellos casos de menores vulnerables, menores, niños o niñas cuya situación se detecta rápidamente al llegar a Ceuta. Esos menores no los contabilizo entre aquellos que creemos que es mejor que vuelvan a casa. No digo que para estar en las mejores condiciones posibles, pero sí para estar mejor que en las calles de Ceuta, en escolleras o en albergues provisionales en el mejor de los casos. El retorno asistido podría ser mejor que el proceso de repatriación.

—¿Cuántos menores extranjeros no acompañados quedan en Ceuta ahora?
—440 niños en los albergues, y 100 ó 120 en la calle.

—¿Cómo intervienen con los que están en la calle? ¿Qué se puede hacer por ellos?
—Los vamos localizando a través de las autoridades locales o los equipos de calle de SAMU. Pero hay muchos que van y vienen de los recursos. Prefieren buscar la manera de llegar a la Península antes que estar en un centro. No todos se atreven a jugarse la vida, eso sí.

—Están tratando de escolarizar a esos menores. ¿Cómo lo hacen?
—Sí, a los que siguen aquí. La escolarización es competencia del Ministerio de Educación. Algunos chicos se han integrado en el sistema educativo ordinario, los que están en edad de estar en el colegio. Algunos de ellos incluso tienen a sus familias enteras en el Tarajal, pues vinieron todos sus miembros durante la crisis migratoria. Otro grupo, jóvenes de 12 a 16, unos 140, se han incorporado a un turno de tarde extra que se ha creado en algunos centros educativos para atenderles.

—¿Diría que la situación derivada de la crisis migratoria ya está bajo control?
—Bajo control creo que ha estado desde el inicio. Lo que sí tenemos es una situación insostenible. Hay menos personas, eso sí. Pero hablamos de 19 kilómetros cuadrados de territorio, gran parte bajo titularidad de Defensa, y 86.000 habitantes. Es insostenible. Nosotros pedimos que Ceuta vuelva a la normalidad, que seamos igual que el resto de territorios de España. Con nuestra diversidad, con nuestros servicios… No queremos que Ceuta sea una prisión para las personas que vienen ni para los propios ceutíes. No queremos que Ceuta se convierta en un espacio de 19 kilómetros cuadrados, con la diversidad que tenemos, para la contención de la inmigración ilegal. No lo queremos los ceutíes, ni lo quieren los melillenses, ni los canarios ni el resto de los españoles.

—¿Qué demandan directamente a la Administración española y la Administración europea?
—Lo que pedimos es una frontera segura. Que no esté en el puerto, sino en el Tarajal. Que haya una entrada en condiciones. Que las personas que pueden entrar, entren, y las que no, que no lo hagan. Y que los que entren puedan salir. Ceuta y Melilla son las dos fronteras de Europa en África. Hay que cuidarlas. Hay que protegerlas. Y hay que crear buenas relaciones con el Reino de Marruecos y una prosperidad compartida, que será buena para todos.

—¿Cree que ha habido avances en este sentido desde la crisis de mayo?
—El 10 de junio el Parlamento Europeo hizo una resolución reconociendo lo que había pasado en Ceuta y cómo se había actuado, también a través de la dotación de fondos europeos. Yo siempre le digo a nuestros interlocutores que solo faltaría que los ceutíes tuvieran que hacer frente con su patrimonio a todos los costes económicos que tiene el proteger y alimentar y cuidar a tantas personas desde el 17 de mayo. Eso siempre ha sido una petición del presidente Vivas a todos los gobiernos: una mejora de la infraestructura de frontera, seguridad, refuerzos de los cuerpos de seguridad del Estado. Y si hay efectivos procedentes de la Unión Europea, muchísimo mejor.

—Aunque no sea una relación diplomática entre iguales, país a país, ¿cómo es la relación entre Ceuta y el Gobierno de Marruecos?
—Como ciudad no mantenemos relaciones institucionales. Pero en agosto tuvimos por primera vez una reunión en la frontera, en suelo español, entre autoridades marroquíes y autoridades ceutíes. Ha sido la primera vez que han reconocido nuestro estatus. No es ninguna tontería.

—Ceuta es una de las ciudades más multiculturales de Europa. ¿Cómo ha vivido la ciudadanía esta situación de crisis excepcional?
—Ceuta es multicultural, con mucha diversidad, pero sobre todo es muy española. La mayoría de las personas que viven en Ceuta, da igual su origen o a quién recen, se sienten españolas. Ceuta ha demostrado que es una ciudad solidaria. Muchos ceutíes acogieron a personas en sus casas. Pudimos reconocerlo el 2 de septiembre, Día de la Ciudad Autónoma, con la entrega de la Medalla de la Ciudad al pueblo de Ceuta, por su compromiso, entrega, madurez y solidaridad a la hora de vivir una experiencia como ésa, sin incidentes, sin problemas. Nosotros queremos que nuestros niños, cuando crezcan, se formen y trabajen para el futuro, no piensen “me voy a Sevilla, me voy a Bilbao”, como pasa con los marroquíes que vienen. Ceuta no puede ser espacio de contención para alguien que viene pero que, además, no quiere estar aquí sino llegar a España o a otros países.

—¿Cree que hay un discurso cada vez más extendido de criminalización de estos menores?
—Aquí tenemos menores desde 1999. Sin embargo, el perfil de los menores que han entrado este año en Ceuta es diferente. Hemos estado con niños y niñas hasta las cuatro de la mañana buscando a sus familias, intentando localizarlas con los teléfonos. Ellos querían volver a casa, lloraban porque querían ir al colegio. Algunos estaban preparando sus exámenes. Otros querían ver a sus familiares enfermos y no se les dejaba volver. Algunos tenían ortodoncias, teléfonos de alta gama… No son el perfil de menor al que estamos acostumbrados. También los había vulnerables, niños que habían sufrido abusos, maltratos, infinidad de situaciones, pero estos son separados inmediatamente.

—¿Viven con miedo al ‘efecto llamada’ o a que puedan repetirse situaciones como la vivida este año cada vez que haya un movimiento legislativo, como por ejemplo la reciente reforma del reglamento de Extranjería?
—Miedo no, porque esto es la cuna de la legión. Fuera de broma, miedo no. Lo que tenemos es el mismo derecho que el resto de los españoles a estar protegidos por quien puede y quien debe, que es el Gobierno de la Nación, y también de la Unión Europea. La colaboración y lealtad de Ceuta es clarísima, gobierne quien gobierne.

—¿Esta crisis es el principal reto político y de gestión al que se ha enfrentado?
—Dentro de la historia reciente, es uno de los hechos más importantes que hemos vivido. Ha sido muy difícil de encauzar, de asimilar y dar respuesta… Por suerte no hemos estado solos, ha estado todo el país a nuestro lado. Muchas personas e instituciones, como SAMU, que de forma inmediata ha venido en auxilio al pueblo de Ceuta, desde el primer día, prestando colaboración y apoyo al pueblo. La situación es crítica y todavía sigue pasando factura. Tenemos que trabajar para que no vuelva a ocurrir.

Fotografías que hacen visible la realidad de los menores

Haithan, Fátima, Antonio… Son los nombres de algunos de los jóvenes usuarios del PACS (Programa de Adquisición de Competencias Sociolaborales) de SAMU de Jaén, y cuya obra fotográfica ha podido verse en el Museo de Jaén en noviembre. Todo un logro para estos chicos, que han compaginado esta vocación con la formación que les encamine hacia su futuro laboral. “Un poco nervioso sí estoy… Por la repercusión y lo que le vaya a parecer a la gente”, admite Antonio, poco antes de entrar a clase a las siete de la tarde.

“Vimos la necesidad de visibilizar la realidad de estos chicos a través del arte”

Las fotografías, tomadas durante las últimas semanas, reflejan su realidad cotidiana a través del arte: ¿Cómo viven? ¿Qué hacen? ¿Qué desean? ¿Cómo han llegado hasta aquí estos jóvenes que empiezan a dar sus primeros pasos en la vida adulta? Su talento artístico sirve para dar respuesta a algunas preguntas que con frecuencia se ocultan tras las etiquetas que les coloca la sociedad.

La exposición culmina un proyecto denominado Yo miro, tú me ves, premiado por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla en la II Edición de los Premios Arte y Compromiso, y que ha coordinado Ana Rodríguez, a su vez responsable del PACS de Jaén e integrante de un colectivo artístico local, La Muta. “Dado lo conflictiva que a veces es la convivencia entre extutelados y ciudadanía, por los prejuicios, vimos la necesidad de visibilizar la realidad de estos chicos a través del arte”, explica Rodríguez.

Durante cuatro sesiones, ocho integrantes de los dos pisos que Fundación SAMU pone a disposición de menores extutelados en Jaén participaron en un taller de fotografía terapéutica. “En una de las fotografías debíamos expresar un sentimiento, y, cuando estuviéramos preparados, nos hacían la foto. Cada uno elegía qué sentimiento mostrar y cómo hacerlo: gesticulando o dándole forma con el cuerpo”, recuerda Antonio.

Haithan hace un alto en la biblioteca para explicarnos por teléfono otra de las actividades del taller. “Hemos salido a la calle a buscar cosas que fotografiar. Por ejemplo, letras: cada uno tenía una palabra asignada, y tenía que buscar cada letra en la calle”. También aportaron fotos de su infancia que reflejan su itinerario vital, y en otra de las sesiones, grabaron un vídeo para la exposición.

El objetivo era explorar su talento para la fotografía y que ellos mismos pudieran reflejar sus gustos, sus aficiones, los procesos migratorios por los que han pasado y sus sueños para lo que está por llegar.

Más allá de una sesión de fotos como modelo de una óptica local, para Haithan es la primera experiencia con la fotografía. Llegó a España en 2018 procedente de Tetuán (Marruecos) y, tras un periplo que le hizo pasar por varios centros de protección de menores, llegó al piso para jóvenes extutelados que SAMU gestiona en Jaén al cumplir los 18 años, en mayo de 2020. “Aquí estoy genial”, dice Haithan, que este año ha sacrificado su pasión por el fútbol para terminar cuanto antes el Grado Medio de Instalaciones Frigoríficas. “Si lo saco quizá siga estudiando, porque quiero hacer el grado superior”, cuenta.

Por ahora, Haithan solo tiene permiso de residencia, pero espera que la modificación legal que acaba de anunciarse le facilite un permiso para poder buscar trabajo. Vive con cuatro compañeros en un piso de Fundación SAMU, con los que comparte la aspiración de labrarse un futuro y cosas más prosaicas, como el reparto de las tareas del hogar.

Por su parte, Antonio (recién cumplidos los 19) vive en el otro de los pisos de SAMU en la capital jiennense, con otros tres chicos extutelados. Admite que al principio llegó un poco “cohibido”, pero ahora todo va rodado. Estudia para ser técnico electromecánico y prevé terminar el grado el próximo junio. Si puede, trabajará. Ya hizo prácticas este verano, para lo que contó con la ayuda de los orientadores de SAMU. “Te orientan, te dan las herramientas, pero tú tomas la decisión”, comenta el chico. “Se trata de darnos un poco de autonomía”. Este es, precisamente, el gran objetivo de SAMU cuando trabaja con ellos.

“Empezar el camino con ellos”

Entre los beneficiarios, siempre jóvenes extutelados, hay extranjeros y españoles. Todos con una historia de vida que, por sus circunstancias familiares, los ha colocado ante su paso a la edad adulta casi sin apoyos. Y éste, para ellos, es un camino lleno de escollos: documentales, sociales, culturales. “Hay que empezar el camino con ellos”, resume Ana Rodríguez.

Con SAMU estarán normalmente de 10 a 12 meses, aunque puede haber prórrogas. El objetivo es que al terminar el programa puedan volar solos. “Con un chico que empiece con buen pie, siga la normativa y esté comprometido, la garantía de éxito es casi del 100%”, resalta Rodríguez.

SAMU contactará con empresas que se ajusten a su perfil, les ayudará con los trámites burocráticos ante las autoridades de Extranjería y velará por su inserción. “Las relaciones sociales son importantes: no funcionan si no se sientes acogidos, motivados o se cree en ellos”, apunta Rodríguez: “No es sólo el suministro de lo que necesitas para trabajar, sino que te sientas capaz de conseguirlo, y en un entorno seguro, saludable y que potencie la persona”.

De ahí la importancia de acciones como el taller de fotografía experimental. “Este proyecto hace hincapié en lo personal, en los resortes que cada uno tiene para integrarse en la sociedad. Se ven fortalecidos porque están dando lo mejor de ellos a la sociedad”, resume la técnico de SAMU. “Es muy importante hacer ver que nos podemos posicionar también con un punto de vista creativo y positivo”.

Haithan, Antonio, Fátima y los demás han visto sus fotos en el principal centro expositivo de Jaén. Y eso, bien lo sabe cualquier artista, no se consigue todos los días.

ISL/JEM SAMU Huelva: Acabar con el ‘otros’ para construir un ‘nosotros’

Me llamo Marta Mora y soy antropóloga. Como tal, siempre he pensado que lo que nos define como personas es nuestra postura ante las diversas situaciones cotidianas. Al fin y al cabo, son estas situaciones las que nos atraviesan y nos marcan. Todas. Desde las más simples e inocentes hasta las más complicadas y contundentes. Es por eso por lo que siempre he sostenido la teoría de que, incluso en los escenarios más cotidianos e insignificantes, pueden caber una infinidad de diversidades. Lo que yo no sabía era que, gracias al trabajo con los chicos de los recursos ISL y JEM SAMU Huelva, iba a poder experimentar de manera activa, profesional y emocional mi propia teoría antropológica.

La antropología me ha enseñado innumerables lecciones y de ella he aprendido a analizar las diferentes realidades sociales, pero las personas con las que comparto mi trabajo diario son las que me han enseñado a vivir y a participar de esas realidades tan diversas.

Desde que comenzó esta aventura, lo más emocionante y sorprendente para mí ha sido poder fusionar en una sola metodología la antropología, la mediación cultural y la educación social: los tres pilares bases de mi formación académica. Es por ello por lo que he intentado reinterpretar mi propia postura y otorgar así un sentido a mis objetivos con los menores.

Mi propósito no es la mera educación o la enseñanza como tal. No pretendo enseñar nada (en el sentido literal del concepto). Pienso que lo verdaderamente enriquecedor es poder guiar, acompañar, cuidar e implicarme en todo el proceso cultural y pedagógico de los jóvenes con los que trabajo a diario. Comprometerme con ellos e impulsarlos a conseguir lo que se proponen con su recorrido migratorio. Y si hay enseñanza, que vaya siempre ligada al propio aprendizaje: aprender a escuchar, aprender a mirar, aprender a nutrirnos de otras realidades sociales y aprender a dejarnos transformar por ellas.

Por todo lo anterior, debo admitir que esta experiencia ha hecho que cambie mi visión. Desde la antropología, mis pretensiones eran construir puentes, pero desde mi perfil de mediadora y educadora he descubierto que es más importante derribar muros. Acabar con el “otros” y poder construir el “nosotros” (nuestro hogar, nuestra familia, nuestro proyecto vital). Es esta ambición la que hace que me sienta respaldada y que mi labor, junto a la del resto de mis compañeros desde sus disciplinas profesionales y académicas, mejore y aporte un poquito de luz a nuestro día a día en el centro y a la propia vida de los menores.

Los chicos a los que acompaño (y me gusta mucho usar ese verbo, cuya traducción literal del latín sería algo así como “caminar con”) me han enseñado una lección antropológica muy valiosa. Algo vital y trascendente que jamás hubiera podido aprender ni leyendo una infinidad de libros de texto. Y es que la comprensión colectiva del mundo es muchísimo más amplia y rica que la compresión individual del mismo. Que las diferencias culturales pueden servir para unir dos concepciones completamente dispares en una misma realidad y convertirse en magia, confianza, cariño y calor humano.

Son ellos quienes me han ayudado a desarrollar mi capacidad creativa, colectiva, de justicia, de debate y de pensamiento crítico, y es por ello por lo que tanto yo como la mismísima antropología le debemos tanto a esta experiencia.

Sin más, deseo poder seguir aprendiendo de todo lo que me rodea para construir junto a mi equipo y nuestros chicos una realidad educativa-cultural cuya base sea íntegra, integral e integradora. Inshallah.

Autora: MARTA MORA MORO. Auxiliar técnico educativo del ISL/JEM SAMU Huelva

Residencial El Bosque: Disfrutar como niños

Cuando comienza el frío no podemos evitar recordar el calor del verano, las tardes en la playa y todas las aventuras que hemos vivido en el residencial de El Bosque, en la provincia de Cádiz, con nuestros chicos. Por nuestra situación geográfica, contamos con gran facilidad para disfrutar del campo, la playa y todas las opciones que nos ofrecen estos entornos.

Han sido muchas las entidades y empresas las que nos han apoyado durante el pasado verano para que se haya convertido en inolvidable para nuestros chicos. Por esta razón, no queremos dejar pasar la oportunidad para agradecerles el esfuerzo realizado y los recursos que han aportado para que este verano sea más productivo.

Comenzamos el verano participando en el programa Algeciras: ocio y tiempo libre inteligente, donde participaron diferentes entidades de nuestra localidad, como Barrio Vivo y el propio Ayuntamiento de Algeciras, fomentando entre los jóvenes de nuestra comunidad actividades sanas de ocio y tiempo libre.

Este programa permitió a los chicos del Centro El Bosque de Fundación SAMU disfrutar de varias clases de patinaje en línea, una partida de paintball, una clase de defensa personal y un paseo en kayak por la bahía de Algeciras.

También asistimos a la Copa de Oro 50 Aniversario que se celebró en el Santa María Polo Club y al VII Campeonato de España de Remo de Mar, que se celebró en La Línea de la Concepción en agosto. Los chicos pudieron disfrutar de las diferentes regatas que se celebraron a lo largo de la jornada.

Se realizó, además, una pequeña travesía náutica y la visita al estuario del río Guadiaro gracias al Puerto de Sotogrande. De esta manera, los menores conocieron otras actividades acuáticas que también se ofrecen en nuestro entorno de una manera más educativa.

Incluso tuvimos la suerte de disfrutar de una experiencia 4×4, bordeando la costa con la empresa Ulises 4×4 y la colaboración del gabinete socioeducativo brújula.
Como colofón a nuestro verano y recargar fuerzas para la vuelta al cole, disfrutamos en el Multicines Odeón Bahía Plaza de una tarde de película, nunca mejor dicho.
Todo esto ha favorecido que podamos cumplir un objetivo fundamental en lo que respecta a la inclusión social de nuestros chicos en nuestra comunidad. En primer lugar, que puedan conocer un ocio y tiempo libre saludable; y, en segundo lugar, que la comunidad conozca las peculiaridades y perfiles de nuestros chicos, haciéndoles ver que son adolescentes con inquietudes simulares a los de otros jóvenes de su entorno.

Agradecemos de todo corazón por el buen trato recibido y su colaboración con el Centro El Bosque a Barrio Vivo, Club Algeciras Patina, Ulises 4×4, Puerto de Sotogrande, Multicines Odeón Bahía Plaza, Club de Padel Algeciras, Antonio Sánchez Morodo – Gimnasio Municipal de Guadiaro y Santa María Polo Club.

Por ALICIA GARCÍA GRECIANO. Residencial El Bosque

ISL Dúrcal: el camino de la perseverancia

Tras un intenso verano repleto de salidas y experiencias, tanto lúdicas como formativas, los chicos del ISL SAMU Dúrcal volvieron en septiembre a la rutina con el inicio del curso 2021-2022. Para ellos, asistir al instituto es una oportunidad de acercarse tanto a la cultura española como a sus iguales. También lo es optar al título de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) o al de Formación Profesional Básica (FPB) con el objetivo de aspirar a un futuro mejor en nuestro país, ya sea por la rama laboral o la académica. Éste es el caso de uno de nuestros menores que acaba de empezar una Formación Profesional de Grado Medio de Peluquería y Estética Capilar, el cual le abrirá las puertas para alcanzar su sueño de ser peluquero. Todos complementan esta formación académica con clases extraescolares de apoyo lingüístico.

Paralelamente a esta formación reglada, también tenemos un grupo de menores recién llegados que asisten a clases de español en la escuela de adultos del Valle de Lecrín en Dúrcal. Su objetivo es alcanzar un nivel idiomático adecuado que les permita desenvolverse y expresarse con fluidez, tanto dentro como fuera del centro.
Esta actividad continúa por las tardes a través de talleres formativos que se imparten en nuestras instalaciones por parte del personal educativo. Además, debemos destacar la variedad de talleres transversales que realizamos, que comprenden desde temáticas culturales, como el taller impartido con motivo del Día de la Hispanidad, hasta talleres de conocimiento personal y adquisición de habilidades sociales que favorezcan la integración de todos los menores en nuestra sociedad. La formación es un elemento fundamental dentro de la inserción laboral de estos menores, sin olvidar la importancia que supone también para nuestros jóvenes conocer las costumbres y tradiciones propias de nuestro país a fin de una correcta y completa integración social.

A esto debemos añadir un factor fundamental, la motivación. Todos los menores poseen ímpetu por aprender, formarse y evolucionar que rebasa todas las barreras que se interponen en su camino. Por más que los compañeros del ISL SAMU Dúrcal seamos un apoyo para todos los menores, la gratificación que supone contemplar el progreso que con esfuerzo y dedicación logran día a día, impulsa este proyecto desde el máximo optimismo e ilusión. Y cada nuevo aprendizaje es bidireccional, pues ellos nos enseñan cómo el valor de la perseverancia y el incansable esfuerzo logran la consecución de todas las metas propuestas, ya sean a corto, medio o largo plazo. Nos animan a no perder la esperanza ante ninguna circunstancia y, ante todo, nos brindan el placer de recorrer un camino juntos.

Begoña Gómez, educadora de El Alfar: “Toda persona tiene derecho a vivir de forma autónoma”

Begoña Gómez Guerra es diplomada en Magisterio por la Universidad de Oviedo, en la especialidad de Educación Especial. Desde 2002 trabaja como educadora en la vivienda tutelada para personas con discapacidad El Alfar que Fundación SAMU gestiona en Gijón (Asturias).

 

—Sin entrar en tipologías médicas, ¿qué tipo de grados existen dentro de la discapacidad intelectual?
—Hay muchos tipos y causas diferentes de discapacidad intelectual. Además, cada una de ellas se manifiesta de una forma diferente en cada persona. Así, por ejemplo, unas se originan antes del nacimiento, otras durante el parto y otras a causa de una enfermedad grave en la infancia. Las limitaciones pueden afectar al funcionamiento intelectual y a las habilidades adaptativas con el medio. Tienen que ver con las capacidades, conductas y destrezas necesarias para poder manejarse en los diferentes contextos en los que participan. Estas habilidades adaptativas se agrupan en comunicación, autocuidado, habilidades sociales, vida en el hogar, uso de la comunidad, autorregulación, salud y seguridad, académicas, funcionales, ocio y tiempo libre, formativo-laborales. La discapacidad intelectual implica una serie de limitaciones para funcionar con independencia en la vida diaria. Estas dificultades hacen que a estas personas les cueste más y necesiten más tiempo para aprender, comprender, resolver problemas y relacionarse. Si les damos los apoyos adecuados, todos pueden progresar en su autonomía.

—¿Cuál es objetivo principal que se persigue desde el recurso El Alfar?
—Esta alojamiento tutelado es su hogar, su casa. Desde El Alfar se atiende a la diversidad. Existen variedad de tipologías de discapacidad que se dan de forma simultánea en algunos de nuestros chicos: motrices, orgánicas, sensoriales (auditivas/visuales), psíquicas, salud mental, comportamentales. En el Alfar ofrecemos un servicio de atención y apoyo integral. Se prestan los apoyos y la supervisión necesaria en función de las necesidades individuales. Potenciamos sus capacidades con actividades y llevamos a cabo dinámicas que fomentan aprendizajes significativos. Toda persona tiene derecho a independizarse y poder vivir de forma autónoma. El objetivo del alojamiento es favorecer en cada usuario una vida lo más independiente posible respetando sus ritmos, gustos, intereses y necesidades.

—Si jurídicamente, las personas que viven en El Alfar son consideradas personas no dependientes, ¿por qué necesitan vivir en un recurso de estas características?
—Pueden no ser dependientes jurídicamente, pero sí necesitan cierto nivel de apoyo y supervisión.

— ¿Cuál es el perfil de las personas que pueden acceder al recurso de El Alfar?
—Damos atención integral a 10 residentes varones, mayores de edad, con discapacidad psíquica moderada o ligera y con problemas añadidos de salud mental. Según la Ley de Dependencia 39/2006, seis de ellos están valorados con el Grado I (moderada). Y otros dos están valorados como no dependientes. El recurso está ubicado en Gijón. Consta de dos pisos con una capacidad de cinco plazas cada uno. Nuestros chicos requieren una serie de apoyos para alcanzar mayor independencia personal y ejercer plenamente sus derechos de ciudadanía. Todos poseen una autonomía suficiente para llevar a cabo de forma efectiva actividades básicas de la vida diaria, aunque, en ocasiones, pueden necesitar recordatorios puntuales para su ejecución. Desde el recurso se refuerzan y entrenan, además, actividades instrumentales y actividades avanzadas de la vida diaria relacionadas con la participación social, las habilidades sociales, el tiempo libre y las formativo-laborales.

—¿Cuánto tiempo llevan estas personas viviendo en El Alfar?
—El Alfar se abrió en 2001. Cada chico se ha ido incorporado en un momento determinado. Los más antiguos conviven en el recurso desde sus inicios.

—¿Cuáles son los planes de intervención y las herramientas que utilizan en El Alfar?
—A partir de un análisis inicial, se plantea un proyecto educativo individualizado. Se valoran las necesidades personales, se formulan objetivos, se seleccionan contenidos y actividades, materiales, metodologías y evaluación. Promovemos en todo momento la autogestión a través de la práctica de actividades cotidianas dentro y fuera del alojamiento. El aprendizaje ha de ser, en todo momento, integral y significativo para el usuario. Se participa en todos los aspectos de su vida. Se realizan los acompañamientos y se facilitan apoyos en el proceso de socialización para ayudarles en su acceso a la inclusión en la comunidad. Es muy importante trabajar con el entorno y los distintos contextos sociales en los que participan: formativo-laborales, centros de atención diurna, centros educativos, ocio y tiempo libre, comunidad y familia.

—¿Pueden estas personas acceder a un empleo?
—Tener ciertas limitaciones no significa carecer de habilidades necesarias para desempeñar determinados puestos de trabajo de forma eficaz. El acceso al empleo no resulta tarea fácil, y mucho menos para nuestros usuarios. Según la Ley, las personas con discapacidad tienen los mismos derechos que el resto de los ciudadanos y pueden acceder al mundo laboral mediante un empleo ordinario (obligación de reservar un 2% de los puestos de trabajo para personas con discapacidad en empresas de 50 ó más empleados). También existen alternativas laborales de empleo protegido y remunerado como son los centros ocupacionales y los centros especiales de empleo donde, al menos, un 70% de trabajadores tienen una discapacidad (psíquica, física y/o sensorial). Para trabajar en un centro especial de empleo deben de tener un grado igual o superior al 33 % de discapacidad.

—¿Cómo es la convivencia entre ellos en El Alfar? ¿Cómo se trabaja la resolución de conflictos?
—Los chicos llevan conviviendo muchos años. En ocasiones, se originan pequeños conflictos entre ellos producto de la propia convivencia, pero se solucionan a través del diálogo y la negociación. Se favorece un clima familiar y se establecen relaciones cercanas a partir del respeto y la afectividad. Se organizan rutinas y responsabilidades para el acondicionamiento y limpieza diaria del alojamiento. Y los fines de semana se realizan talleres de cocina para la preparación del menú de comida o cena.

—Hace un año, un usuario de El Alfar falleció como consecuencia del Covid-19. ¿Cómo afectó este hecho al resto de compañeros?
—Nuestros usuarios experimentan la pérdida de un familiar o amigo de igual forma que el resto de las personas. Cada uno es diferente, por lo que sus actitudes ante la muerte también lo son. Pueden manifestar aparente desinterés e indiferencia, estados de excitación, tristeza, angustia. Sienten el duelo, aunque no siempre tengan las herramientas para expresarlo.

—¿Y el confinamiento del año pasado y las medidas anticovid, cómo les ha afectado?
—La interrupción de las rutinas cotidianas y la imposibilidad de acudir con libertad a los lugares usualmente frecuentados han provocado un aumento del nerviosismo y niveles de ansiedad entre nuestros chicos; así como sentimientos de confusión, de soledad y frustración. El uso de la tecnología ha facilitado un contacto regular con familiares y amigos durante este periodo de separación mediante llamadas telefónicas o vídeollamadas. Desde el principio les hemos mantenido informados de la situación y de cada cambio. Se han utilizado expresiones claras, normas precisas y concretas, y toda esta información se han plasmado en carteles con un lenguaje sencillo y pictogramas. Durante el confinamiento, programamos talleres diarios de manualidades y cocina para mantener la ocupación, canalizar los estados de estrés, así como entretenimiento grupal. Poco a poco se fueron concienciando de que debían seguir las medidas higiénicas de prevención y control de la infección, respetando la distancia de seguridad necesaria y la obligatoriedad de llevar puesta la mascarilla. Debo destacar la buena disposición general que han desarrollado ante nuestras demandas. Han interiorizado la necesidad de seguir unas pautas de prevención, aseo, higiene y desinfección específicas, tanto dentro como fuera del recurso. Además del confinamiento decretado durante el estado de alarma, nuestros chicos han vivido dos periodos más de aislamiento preventivo por la aparición de algún síntoma compatible con el Covid-19 o el contacto con un positivo externo. En noviembre de 2020, los chicos siguieron a rajatabla las indicaciones dadas tras activarse el protocolo de actuación ante cuatro casos positivos en el alojamiento. Como consecuencia de este episodio, sufrieron la pérdida de su compañero Kike sin la oportunidad, tan siquiera, de acudir a su funeral.

—En otros recursos de SAMU como la Residencia San Sebastián, cuando el usuario cumple unos objetivos, se le da el alta y vuelven a convivir con sus familias o acuden a centros de días. Sin embargo, en El Alfar no, es un centro, digamos, de por vida. ¿Por qué?
—Vivir en un piso tutelado es una opción que la persona con discapacidad intelectual tiene para independizarse y vivir de la forma más autónoma posible, pero con el grado de apoyo, orientación y supervisión que cada uno necesita. En el hogar se facilita una vida ordenada con rutinas y responsabilidades diarias. Puede ser una alternativa permanente. Cada chico tiene circunstancias y particularidades con respecto al contexto familiar. En todos ellos la reintegración familiar es inviable, cada uno por su circunstancia. Siempre que es posible se fomentan y favorecen dichas relaciones. Todos mantienen comunicación periódica con su familia. Y, como adultos que son, si así lo deciden, comparten su tiempo libre o períodos vacacionales con sus familiares.