Trabajo social, comunidad, sociedad y salud mental

Históricamente, la condición de tener una discapacidad en cualquier sociedad ha sido vista como algo trágico. Se considera a estas personas como dependientes sociales, receptoras de caridad e incapaces de sostenerse por ellas mismas y, ni mucho menos, a sus familias. Con el paso de los años, se asumió una visión paternalista hacia las personas con discapacidad, siendo frecuente su internamiento en instituciones u hospitales y quedando excluidas de cualquier decisión tomada relativa a su rehabilitación o tratamiento.

El escenario era el de una sociedad que excluía automáticamente a estas personas y alejaba cualquier viso de inclusión social y real. No existían las herramientas necesarias para hacer realidad la ruptura de todas y cada una de las barreras existentes para que las personas con discapacidad puedan acceder al goce y disfrute de una vida plena.

Por estas razones me ha parecido interesante la cita con la que se encabeza este texto: trabajo social, comunidad, sociedad y salud mental. Esto sugiere un cambio en las intervenciones hacia este campo, descentralizando la discapacidad en el diagnóstico que tiene una persona y situando el foco en los recursos que en sí aporta la sociedad: desde la sensibilización a la ciudadanía hasta los profesionales de las distintas áreas sociales, entre ellas el trabajo social. Hoy seguimos en este camino desde muchos espacios como San Lucas de Fundación SAMU, nuestro centro de atención a personas con discapacidad y especialista en la intervención de la conducta.

Una herramienta legal con la que contamos para la protección de las personas en situación de vulnerabilidad es la Ley 39/2006 de 14 de diciembre para la promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia.

El inicio de su exposición de motivos reza: “El reto no es otro que atender las necesidades de aquellas personas que, por encontrarse en situación de especial vulnerabilidad, requieren apoyos para desarrollar las actividades esenciales de la vida diaria, alcanzar una mayor autonomía personal y poder ejercer plenamente sus derechos de ciudadanía”.

En mi opinión, es una declaración de intenciones que realmente pretende dar una respuesta a las necesidades que presentan las familias (cuidados de mayores, discapacidad…), si bien la realidad muestra que no responde a la inmediatez ni a la urgencia de éstas por todo el proceso burocrático que precisa la solicitud de la dependencia, asignación de grado y recurso en su Programa Individual de Atención (PIA).

Durante este largo proceso, las familias han de seguir atendiendo a estas personas en sus domicilios, mientras existen centros con plazas libres que podrían proporcionar la atención precisa desde el mismo momento de la petición de ayuda. Es un aspecto por mejorar.

La discapacidad es un factor que impacta gravemente en la mayoría de las familias tanto por desconocimiento y rechazo social como por la ausencia de recursos de apoyos.

El nacimiento de un hijo/a ya supone una fuente de “estrés positivo” para la familia, que es la facilitadora de los cuidados y atención que, a nivel físico, económico, asistencial y emocional, necesita todo ser humano desde su nacimiento hasta su emancipación de este primer núcleo, siguiendo una trayectoria convencional.

Nos encontramos así con numerosas familias, cargadas de estereotipos y prejuicios sociales frente a la discapacidad y a la enfermedad mental, que se encuentran incapaces de afrontar y ofrecer los apoyos necesarios para dar la bienvenida a la llegada del nuevo miembro que es diagnosticado de alguna enfermedad de esta tipología.

Este hecho provoca un impacto emocional en cada uno de los miembros de la familia y en la persona afectada, y una serie de cambios necesarios para ajustar el adecuado funcionamiento vital de esta persona en esta nueva dinámica. Incluso se podría hablar de un proceso de duelo que atraviesan las personas cuidadoras y, muy principalmente, aquéllas que ocupan plaza de daño cerebral sobrevenido. Ellas se enfrentan a una despedida de una vida anterior en las que no precisaban de un apoyo profesional personalizado y no se veían privadas de su libertad en cuanto a autonomía en todas las áreas (asistencial, social, laboral, entre otros).

Para evitar un desbordamiento de la familia, para proteger la salud mental y física de los cuidadores principales y para garantizar un pleno desarrollo y bienestar de la persona que presenta un diagnóstico de discapacidad (física, psíquica o sensorial), es necesario articular una serie de redes tanto institucionales como informales. Y es aquí donde la labor del Trabajo Social cobra importancia, ya que, sin esta disciplina, las personas que presentan alguna limitación están más expuestas a la vulneración de sus derechos, desde los que le corresponden como parte integrante de una familia, ya que es el entorno que más va a influir en la vida de esta persona, como las propias por su condición de ciudadano/a (participación en la vida pública, por ejemplo).

En la actualidad, uno de los acercamientos más usuales al mundo de la familia es el del enfoque sistémico, que ve a la familia como un sistema abierto que interacciona con los distintos subsistemas que lo componen y con su entorno, y que pasa por distintas etapas.

Basándonos en nuestra experiencia, la persona con discapacidad es un reflejo de la dinámica familiar, por lo que es sumamente necesaria la coordinación permanente con las familias para aunar criterios y pautas a seguir en pro al bienestar de estas personas.

Cada familia presenta diferentes niveles de aceptación de la discapacidad o de la enfermedad mental, resistencia en cuanto a los cambios sugeridos o proyecciones de problemas personales en la persona con discapacidad. Por eso, es necesario saber diagnosticar el funcionamiento familiar para abordar una intervención acertada con las personas con las que trabajamos.

Nuevamente, cobra relevancia el papel del trabajador social dentro de los centros de día como el nuestro, donde se potencian las capacidades que poseen las personas, acompañándolas en el proceso de conformación de su autonomía desde un enfoque sistémico.

Además del trabajo indispensable de las familias que cuentan con algún miembro en situación de dependencia, el trabajo social proporciona un enfoque comunitario a las intervenciones, permitiendo el uso de las distintas redes existentes en la comunidad, y logrando una mayor participación, normalización e inclusión en la sociedad. De esta manera, se hace fundamental la participación de estas personas en los recursos comunitarios (biblioteca, distritos, complejos deportivos…), lo que representa un enfoque importante en el trabajo social del centro.

Me parece interesante incluir un texto del profesor David Goldberg con respecto al cuidado comunitario, constituyendo no una crítica, pero sí un punto de vista diferente a tener en cuenta a modo de precaución: “Se cree que las enfermedades mentales serias pueden prevenirse mediante el abandono del hospital y controlando a los enfermos en su hogar o en el consultorio externo del médico de familia, aunque no hay ninguna evidencia que esto sea correcto. Se piensa que los hospitales producen institucionalismo y que están asociados a escándalos. No se advierte que la gente también se institucionaliza en la comunidad, lo que es más difícil de controlar. También los abusos son más difíciles de prevenir. Los hospitales se consideran como lugares negativos, de modo que lo mejor es privarlos de recursos. Quienes toman una posición romántica consideran a la comunidad como terapéutica y, sin embargo, creen que gran parte de la responsabilidad de proveer recursos puede traspasarse a las autoridades locales de salud y agencias de voluntarios. En la medida en que las autoridades de salud tengan éxito en sacar a los psiquiatras fuera del hospital hacia centros diurnos y dando otras facilidades comunitarias, habrán tenido éxito en diferenciar a la psiquiatría de la medicina general”.

Este acercamiento a la comunidad no va a ser la única respuesta a los requerimientos de la discapacidad, ni a lo que salud mental se refiere. Es importante reconocer que habrá personas para las cuales será muy difícil ofrecer este tipo de alternativas. En las palabras del profesor Goldberg, se refleja la consideración de que, si esta comunidad está pobremente educada en cuanto a la discapacidad y/o salud mental, puede generar una actitud más intolerante y punitiva hacia las conductas “antisociales” o “desviadas” de estas personas.

Al mismo tiempo que promover la convivencia y el cuidado comunitario, tenemos la responsabilidad de proveer un “paraguas” protector que permita a muchos sobrevivir en la comunidad, en los hogares donde conviven las personas con discapacidad y/o salud mental.

ROCÍO ÁLVAREZ.

Trabajadora social y subdirectora del centro de día San Lucas (Sevilla)

“Todo el mundo debería vivir una experiencia así”

Alba Molina Fajo y Julia Ceballos Ramírez. Enfermeras y miembros del contigente que ha participado en la Misión de Chile.

 

Las enfermeras especialistas en Pediatría Alba Molina Fajo (Jaca, Huesca, 1995) y Julia Ceballos Ramírez (Granada, 1998) formaron parte de la misión humanitaria de Fundación SAMU en Chile que se desarrolló entre junio y julio de este mismo año en Coyhaique, ciudad de la región de Aysén, al sur del país. Durante 18 jornadas consecutivas, ambas voluntarias hicieron frente al brote de virus respiratorio sincitial que ha afectado, de forma especial, a bebés menores de un año, provocando al menos siete fallecimientos en los peores días de la crisis y una saturación de camas para pacientes críticos.

Este despliegue volvió a demostrar la capacidad de respuesta y de especialización de Fundación SAMU ante la llamada de la OPS/OMS (Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud) y su vocación de ayudar a los que lo necesitan, allá donde estén.

—¿Por qué decidieron participar en la misión humanitaria de SAMU en Chile?

—Alba Molina (AM): SAMU buscaba para esta misión un perfil específico de enfermera con experiencia en cuidados críticos pediátricos y casos de bronquiolitis. Todo ello se adaptaba bien a mi experiencia profesional y personal. Siempre intento estar atenta a este tipo de oportunidades laborales y de voluntariado. Cuando me enteré de esta misión sentí que estaba lo bastante preparada para dar el paso.

—Julia Ceballos (JC): En mi caso, conozco SAMU desde que comencé a estudiar la carrera de Enfermería, e incluso me atrevería a decir que desde antes. Siempre me ha interesado mucho su escuela de emergencias, la formación que imparten y todas las labores y acciones que realizan. De hecho, aún tengo pendiente realizar su Máster de Enfermería en Urgencias, Emergencias, Catástrofes y Acción Humanitaria. La verdad es que no me pensé mucho el participar en la misión de Chile. Desde que era pequeña he querido participar en algún proyecto de ayuda humanitaria y, en este caso, al ser con SAMU, la decisión fue fácil.

—¿Cómo supieron que SAMU estaba preparando una misión a Chile?

—AM: Una compañera que hizo el Máster de Enfermería de SAMU me lo comentó.

—JC: Lo mismo. Me enteré también a través de una compañera que realizó este mismo máster hace ya unos años.

—¿Habían participado anteriormente en alguna otra misión humanitaria?

—AM: Sí, con una ONG local pequeña en Huancayo, Perú, y con la Fundación Pablo Horstmann en Lamu, Kenia.

— JC: En mi caso, ésta ha sido la primera vez.

—¿Qué se encontraron cuando llegaron a Chile?

—AM: Encontramos una situación un poco diferente a la que esperábamos. Había niños ingresados con un diagnóstico de bronquiolitis y necesidades de cuidados críticos en un servicio de UCI de adultos con una falta de profesionales con experiencia en el manejo del paciente crítico pediátrico.

—¿En qué estado ingresaban los niños?

—JC: No todos los niños ingresaban con la necesidad de unos cuidados intensivos. Todo se iba viendo en función de la evolución del paciente. Pero sí es cierto que algunos de ellos llegaban al hospital directamente con necesidad de ventilación mecánica o con un patrón respiratorio complicado.

—¿Les recordaba la virulencia del virus sincitial a los tiempos del coronavirus en España?

—AM: Sí, en general, la virulencia y el estado en el que ingresaban los pacientes resultaba similar al que nos habíamos enfrentado en España unos meses antes en nuestra propia epidemia en invierno.

—JC: Más que a la situación de 2020 ó 2021, a mí me recordó más a la situación vivida el pasado invierno en España. Nosotras mismas en nuestra unidad vivimos una situación difícil. Hubo muchos niños ingresados por VRS (virus sincitial respiratorio), que requirió de un aumento de personal y de camas de cuidados críticos pediátricos.

—¿Cuál era el estado de alerta entre la población?

—AM: La población estaba bastante enterada de la situación de la epidemia de infección respiratoria infantil y los medios de comunicación se hacían eco constantemente de la misma, así como de la preocupación local sobre la falta de una UCI pediátrica para dar respuesta a los niños que llegaban en una situación crítica.

—JC: Las personas estaban algo angustiadas porque relacionaban esta situación con otra anterior vivida en 2017, cuando tuvieron una carga asistencial muy grande, sobre todo, de pacientes pediátricos, y en la que en más de una ocasión vivieron momentos difíciles y duros.

Recursos disponibles

—¿Cómo era el hospital en el que trabajaron?

—JC: Si tuviese que clasificarlo como normalmente hacemos aquí en España, diría que se trataba de un hospital de carácter comarcal. El centro contaba con la mayoría de los servicios esenciales. Estaba bien dotado tanto de personal como de material y equipamiento. Y, con respecto a lo que nos podemos encontrar en nuestro país, no había mucha diferencia. Lo que sí es cierto es que, en los que se refiere al área de pediatría, no contaba con todos los recursos necesarios. En este caso, no contaba con una UCI pediátrica, un proyecto que se lleva gestionando, según nos informaron, desde 2017.

—¿Con qué medios contaban? ¿Eran similares al de un hospital de España?

—AM: A nivel de medios, el hospital de Coyahique, hasta lo que nosotras humildemente pudimos conocer, estaba adecuadamente dotado. Las diferencias se evidenciaban más a nivel de recursos humanos formados de forma específica para utilizar los medios disponibles para dar unos cuidados concretos a la población pediátrica.

—¿Cómo fue el trabajo con el equipo local?

—JC: El trabajo con el equipo de allí fue muy fácil. Nos recibieron muy bien. Además, creo que nuestro equipo se adaptó muy bien a ellos, al igual que ellos a nosotros. SAMU fue a ayudar y, aunque es verdad que acabamos adaptándonos a su forma de trabajar, siempre aceptaban cualquier consejo o experiencia que les transmitíamos.

—¿Qué aprendizajes y lecciones se han traído de esta experiencia?

—AM: La colaboración fue muy satisfactoria. Nos recibieron con amabilidad y compartieron con nosotras turnos y momentos duros, aportando con ellos a la vez nuestros conocimientos y experiencias particulares.

—JC: Con esta experiencia he podido confirmar que dedicarse al ámbito sanitario es algo vocacional, pues, independientemente de los recursos que se tengan, todo el personal se involucra al cien por cien para que el paciente salga hacia delante o para que los cuidados que reciban sean siempre los más óptimos posibles.

—¿Cómo valoran la experiencia?

—JC: Ha sido muy positiva tanto a nivel profesional como personal. Creo que todo el mundo debería vivir alguna vez una experiencia así.

—¿Qué fue lo que más les impresionó o les resultó más difícil de hacer?

—AM: Para mí, quizás, la parte más difícil fue lidiar con algunas situaciones críticas en las que, en mi contexto de trabajo, estoy acostumbrada a proceder de forma protocolizada, lo que asegura una respuesta organizada y eficaz, pero, en Chile, no siempre podía actuar así, ya que el servicio de UCI pediátrica todavía estaba en proceso de desarrollo, con algunos profesionales instruidos en ese área de práctica clínica pero con muchos todavía en el proceso de formación.

—JC: Lo que más me impresionó fue el hecho de que un hospital un poco incomunicado a nivel de carreteras no contará con una unidad de cuidados críticos pediátricos y sí con otros servicios. Y lo que tal vez me costó un poco más fue el tema burocrático, dado que los pacientes con ventilación mecánica tenían que ser trasladados a un hospital que contara con unidad de críticos pediátrica y eso suponía realizar varias gestiones. Es algo que nosotras no llegábamos a manejar del todo. Pero es cierto que todo es hacerse al sistema de trabajo.

—¿Repetirían la experiencia?

—AM: Me encantaría tener la oportunidad de repetir con SAMU en próximas misiones, especialmente en proyectos de ayuda humanitaria motivada por desastres naturales, un área humanitaria en la que no he trabajado nunca y en la cual tengo un gran interés en aprender.

—JC: Repetiría sin lugar a dudas. La experiencia ha sido enriquecedora en todos los sentidos. Y trabajar con SAMU también lo ha hecho todo mucho más fácil.

Nuevos horizontes para 20 mujeres sin empleo en Ceuta

Fundación SAMU ha finalizado un proyecto de alfabetización digital e idiomática encargado por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) que ha permitido a 21 mujeres ceutíes en situación de desempleo adquirir habilidades clave en su integración educativa y profesional, y, sobre todo, en su desarrollo personal.

La Dirección General del Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE) ha considerado el proyecto que ha desarrollado Fundación SAMU en Miramar como una “buena práctica” en el ámbito nacional, según ha destacado el director provincial del organismo, José Simón. Desde Fundación SAMU, Concepción Pérez, directora del área de Intervención Socioeducativa y de la Mujer, ha subrayado el éxito del programa, que se coloca entre los más “importantes y emotivos” de los desarrollados por la entidad por significar “un cambio de paradigma a nivel humano y cultural”.

Durante siete meses, las 21 protagonistas han participado con alta fidelidad en los talleres organizados por Fundación SAMU. Comenzaron superando las primeras fases de formación en competencias digitales básicas y en dominio del castellano. Las clases incluían diferentes tareas adaptadas a los distintos niveles de las participantes: desde mecanografía, a elaboración de currículum, a navegación por internet y dominio de editores de texto o presentaciones digitales.

Sin embargo, el alcance del programa ha ido más allá de estos objetivos prácticos para abarcar el empoderamiento y la toma de conciencia de la igualdad de género para estas mujeres, que afrontan su futuro con optimismo y expectativas renovadas.

Fundación SAMU recalca que la asistencia a los talleres ha sido constante, a pesar de que las mujeres no han recibido ningún tipo de prestación y pese a haber sido llamadas en numerosas ocasiones para la realización de cursos subvencionados. “Nuestro proyecto ha marcado la diferencia ofreciendo facilidades de conciliación laboral y social de las usuarias, al crear, desde el primer día, una guardería que ha facilitado que las mujeres pudieran asistir a los talleres y ocuparse de sus hijos”, explica Concepción Pérez.

Además, ellas han adquirido herramientas que les ayudarán a la hora de gestionar sus funciones parentales y acompañar a sus hijos de forma positiva y saludable.

Un equipo formado por diez personas (maestras, orientadora, monitoras y administrativa) ha velado por el desarrollo de la formación y el cuidado de las personas participantes, encajando todas las piezas del puzle de la integración. Su desafío ha sido atender de forma individualizada a cada una de las mujeres identificando necesidades laborales y personales y abriéndoles la puerta de una formación reglada o del mercado laboral.

Ambas coinciden en la descripción de una iniciativa que se financia con una subvención de algo más de 140.000 euros del Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE), que a finales del año pasado dejó en manos de ocho oenegés la implementación de pequeños planes de empleo para la realización de servicios “de interés general y social”.

Este proyecto se encuadra dentro de las subvenciones del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) en Ceuta dirigidas a la implementación de planes de empleo para la realización de servicios de interés general y social en la Ciudad Autónoma, correspondiente al año 2022.
La iniciativa de Fundación SAMU fue la que recibió una subvención más elevada (141.623 euros) entre los 12 proyectos adjudicados en esta convocatoria en régimen de concurrencia competitiva para instituciones sin ánimo de lucro.

Colaboración institucional

Fundación SAMU ha valorado todas las “ayudas y facilidades” que ha puesto el SEPE para el desarrollo óptimo del proyecto, mientras que el director provincial del organismo, José Simón, ha ensalzado la forma en la que se ha implementado la iniciativa. El proyecto ha representado un nuevo comienzo para mujeres que comparten un perfil de bajo nivel educativo y desempleo de larga duración, aunque atendiendo siempre a sus circunstancias personales únicas.

En la clausura de estos talleres, las beneficiarias se mostraron agradecidas con esta oportunidad: “En nombre de todas mis compañeras, quiero agradecer el gran esfuerzo y dedicación de todo el equipo de SAMU, y por la oportunidad que se nos ha concedido para salir adelante y confiar en nuestras posibilidades. Esperamos que todo este esfuerzo no caiga en saco roto y podamos encontrar un empleo digno”, pronunció en voz alta, ante todos los presentes, una de las participantes.

Espacio de reflexión para la convivencia escolar en Vallecas

El Espacio de Reflexión para la Convivencia Escolar, ubicado en el distrito de Puente de Vallecas del Ayuntamiento de Madrid, es un servicio que el área de Intervención Socioeducativa y de la Mujer de SAMU gestiona desde noviembre de 2021. A través de este proyecto, se busca fomentar la corresponsabilidad de la convivencia y ofrecer herramientas de atención al conflicto para mejorar la relación entre iguales. Durante este verano de 2023 hemos desarrollado el Campamento Urbano Convive, donde se han realizado actividades para trabajar habilidades sociales y comunicativas, inteligencia emocional y atención positiva de los conflictos, además de poder dar a conocer recursos del territorio y fomentar hábitos de ocio saludable.

Como resumen de las actividades realizadas, hemos podido disfrutar de una excursión al Parque de Atracciones de Madrid, donde aprovechamos toda la mañana para montarnos en las diferentes montañas rusas y atracciones de agua, generando un refuerzo de la cohesión del grupo de participantes.
Realizamos una visita a un parque de tirolinas, donde pudimos volar, literalmente, entre los árboles, trabajando en equipo y de manera individual para superar los retos que nos planteaban las diferentes estructuras del parque.

Visitamos las instalaciones del equipo de fútbol del Rayo Vallecano, club del barrio, una actividad que despertó el interés de todos los participantes amantes del deporte de primera división.

Además, disfrutamos de una actividad de scape room y varias yincanas para fomentar el trabajo en equipo del alumnado, que ha tenido que ponerse de acuerdo con sus iguales para alcanzar la salida o la meta que les planteamos.

También hemos realizado juegos de conocimiento entre el grupo y los espacios del barrio en donde se han llevado a cabo las actividades exteriores. Hemos realizado actividades para reflexionar sobre el grupo, los procesos de integración y los acuerdos que se realizan entre iguales, además de conocer los diferentes espacios y recursos que ofrece la Biblioteca Municipal.

Pudimos disfrutar de una sesión sobre Grupos Juveniles de Calle con María Oliver, a través de la cual pudimos reflexionar entre todo el grupo sobre situaciones que vivimos en el barrio.

Todos los miércoles nos refrescamos en la piscina municipal y seguimos conociéndonos con dinámicas y juegos de cohesión. Además, desarrollamos actividades y talleres para mostrar nuestros conocimientos sobre feminismos, interculturalidad y fomento de sexualidades positivas; celebramos un campeonato deportivo con juegos tradicionales, y participamos en el diseño y grabación de un videoclip en el Taller de Producción Cinematográfica.
Las asambleas que se han realizado al final de cada jornada han dado voz a los chicos y chicas participantes, valorando las actividades, realizando propuestas para cambiar juegos y horarios, y mostrando la buena relación creada entre el grupo y el equipo educativo.

Sin duda, ha sido un verano muy gratificante por mejorar la calidad de vida de estos chicos y chicas y ayudarles a conocer dinámicas y alternativas de ocio en su barrio encaminadas a ayudarles a mejorar su convivencia entre iguales y en el barrio.

JOSÉ CARLOS MESA.

Supervisor técnico del área de Intervención Socioeducativa y de la Mujer de Fundación SAMU

Cinco libros para reflexionar sobre el trabajo con menores

Facilitar una bibliografía interesante y útil que sirva de base para el diseño de talleres educativos y que ayude a mejorar la atención que prestamos a los menores de nuestros centros es el objetivo que el equipo del IPC SAMU Moriles quiere conseguir con la publicación de este artículo. En nombre de todo el equipo y como directora del IPC, comparto los libros que nos han servido de base para diseñar algunos de los talleres programados para este 2023 con la intención de que puedan servir a otros equipos.

El primero de los libros es Motivar sin premios ni castigos, de Alfie Kohn (Ed. Cristiandad). El autor de este libro, Alfie Kohn, escribe para la revista norteamericana Parents y tiene una página web en la que critica el sistema educativo tradicional.

En este ensayo se cuestiona el modelo pedagógico basado en el conductismo tradicional de recompensas y castigos, al que se recurre tanto en la educación formal como en la pedagogía cotidiana, y tanto en las organizaciones como en la sociedad en general (el autor lo denomina conductismo pop). Además, se explican las consecuencias que tiene el uso de reforzadores tanto en la autoestima de los y las aprendices como en la potenciación de la motivación intrínseca, la construcción de valores personales o la interiorización de las normas.

Es un libro que, sin duda, da lugar a la reflexión acerca de cómo pretendemos que niños y niñas aprendan a ser buenas personas y de cómo esperamos que interioricen lo que está bien y lo que está mal. Muy interesante la crítica que hace al uso del castigo y las estrategias para dejar de recurrir incluso a los halagos.

En el IPC hemos recurrido a este libro para mejorar el modelo de convivencia, tras recibir la formación en contenciones emocionales. Adelanto que es toda una revolución y que debería ser un manual de obligada lectura a tener en cuenta en el diseño del Reglamento de Ordenación y Funcionamiento de los centros de menores y de la Pedagogía de la Vida Cotidiana, base de nuestro trabajo como educadores e integradores sociales.

El segundo libro es Comunicación no violenta, un lenguaje de vida. Herramientas que cambian la vida para mantener relaciones sanas, de Marshall B. Rosenberg (Ed. Alcanto, 2017). La Comunicación No Violenta (CNV), según Marshall Rosenberg, nos permite empatizar con las personas y expresar nuestros sentimientos y deseos sin juzgar ni hacer daño, facilitando entendimiento y relaciones de buen trato.

Comunicarnos de forma pacífica

En el IPC SAMU Moriles entendemos que es fundamental que tanto menores como adultos sepamos comunicarnos de forma pacífica, lo que nos permite establecer vínculos seguros y, además, enseñar una manera de relacionarnos totalmente diferente a la que los menores han experimentado en sus contextos, cargada de violencia y de la cultura del más fuerte. Además del libro se ha publicado un cuaderno de ejercicios que permite enseñar CNV a cualquier persona que lo desee, ya sea de forma autodidacta o en grupos, por lo que nos ha resultado muy útil para diseñar un taller específico de cara al segundo semestre del 2023.

El tercer libro es Practica la inteligencia emocional plena, de Natalia Ramos Díaz, Olivia Recondo Pérez y Héctor Enríquez Anchondo (Ed Kairós S.A, 2012). Este libro es un programa de enseñanza de gestión emocional estructurado y para impartir de manera grupal. Está diseñado por tres terapeutas expertos en la gestión emocional. Se combina el aprendizaje de las estrategias de Inteligencia Emocional del modelo de Salovey y Mayer con la práctica del mindfulness, por lo que el beneficio se potencia al trabajar la conciencia plena, una técnica que también ha demostrado ser muy útil en el tratamiento del trauma.

Para los menores que atendemos en el IPC SAMU Moriles, aprender a gestionar emociones que se confunden, como la tristeza y la ira, o transitar la frustración son habilidades que ayudan a disminuir los problemas de conducta además de facilitar vínculos y proporcionarles un gran alivio.

El cuarto libro que recomendamos es Una mente liberada: la guía esencial de terapia de aceptación y compromiso (ACT), de Steven C. Hayes (Ed. Paidos, 2020). Steven C. Hayes es el creador de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), una de las terapias psicológicas de tercera generación que más interés ha suscitado en los últimos años.

La ACT tiene como objetivo que las personas creen una vida rica y con significado en la que el dolor es parte inevitable de algunas vivencias. Se trata de aprender a vivir con el dolor, con los sucesos traumáticos y darles un sentido dentro de una vida en valores. Es un modelo de psicoterapia respaldado científicamente, con base en la teoría del marco relacional. Emplea diferentes técnicas como son los ejercicios experimentales, el trabajo con valores personales e, incluso, el entrenamiento mindfulness.

En este libro, considerado como una de las obras más importantes en esta materia, el autor parte de su propia experiencia y muestra las seis habilidades de flexibilidad psicológica que pueden ayudarnos a conocernos más, comprendernos mejor y vivir de forma alineada con nuestros valores. Todo ello se traduce como una conquista del sentido de la vida en la que tanto el dolor como la felicidad se llegan a integrar en la vida de las personas como un todo.

A nivel práctico, estas seis habilidades se pueden enseñar a los adolescentes en forma de talleres estructurados para que puedan integrar los sucesos traumáticos que han vivido, y a la vez, crear su propio sistema de valores que les sirva como motivación para avanzar en sus procesos.

El quinto y último libro de esta lista de recomendaciones es Tormenta cerebral, de Daniel Siegel (Ed. Alba). Este libro aún no forma parte de nuestra biblioteca, pero sí de nuestra lista de deseos, ya que es un manual recomendado por muchos profesionales que trabajan con adolescentes.

El autor consigue que se empatice y comprenda a los y las adolescentes explicando el desarrollo del cerebro en esta etapa evolutiva.

Gracias a estas explicaciones podemos entender todo el potencial y las dificultades del momento de desarrollo, así como a tomar conciencia sobre sus emociones. Tiene ejercicios prácticos para tener una visión interna de uno mismo, comprender las emociones y ganar empatía, algo que puede resultar muy complicado en el día a día.

NOELIA VÍLCHEZ RAYA.
Directora IPC SAMU Moriles (Córdoba).