Los problemas de ser 8.000 millones de personas
Según los cálculos del Fondo de Población de Naciones Unidas, hace solo unas semanas alcanzamos una población mundial de 8.000 millones de personas. Todo un hito en nuestro recorrido como especie en el planeta que se ha convertido en un momento de felicitación y alegría, pero también en un momento clave para analizar qué estamos haciendo mal y cómo podemos reorganizarnos y actuar para evitar los principales problemas a los que nos enfrentamos conforme crecemos, de forma cuantitativa, como especie.
Como parte de este debate internacional, la Asociación para la Paz y el Desarrollo ha publicado un estudio sobre la proyección de la población mundial que fue presentado el 20 de enero por su director, Francisco Pineda, en Escuela SAMU, ante un aforo completo por alumnos de la propia escuela y profesionales de SAMU, que también participaron en la exposición vía telemática.
Carlos Álvarez Leiva, presidente fundador de SAMU, presentó a Pineda recordando su experiencia de 35 años en cooperación internacional, su extensa especialización académica en relaciones internacionales y cooperación, y su rica experiencia personal tras haber trabajado en más de 30 países de América Latina, Asia y África.
El informe de Paz y Desarrollo recuerda que las proyecciones de Naciones Unidas ya sitúan la población mundial en 9.000 millones en 2035, 10.000 millones en 2055 y 11.000 millones en 2100, con crecimientos exponenciales en los gigantes de Asia, África y América, frente a la vieja Europa, y grandes movimientos migratorios, tanto en desplazamientos internos como entre regiones, que marcarán la evolución de la población mundial.
Pineda reflexionó sobre cómo las diferencias de calidad de vida entre Norte y Sur, o países desarrollados y países empobrecidos, nos sitúa en un momento de alarma crítica que hemos de afrontar de inmediato. Mientras el Norte gasta y consume sin medida más de tres cuartas partes de la riqueza mundial, grandes masas de población que habitan en el Sur han de conformarse con el cuarto restante.
Esta desigualdad irá empeorando en la medida en que el aumento de población previsto para los próximos años se dará fundamentalmente en los países africanos, endureciéndose su modo de vida a extremos no conocidos aún: grandes hambrunas, masiva movilidad geográfica, graves conflictos internos, aglomeración en grandes ciudades, conurbación y bolsones de pobreza…
Por su parte, el Norte, especialmente la vieja Europa, presenta graves signos de decrecimiento poblacional que pone en peligro su propio sostenimiento como sociedad avanzada. Las dos posibles soluciones vienen del aumento de la natalidad (cuestión poco probable pues la tendencia que se sigue en toda Europa es a la baja), o de una política migratoria planificada que ayude a soportar los déficits poblacionales en cada país.
Este aumento de las personas migrantes podría tener unas consecuencias muy beneficiosas para la mejora de las condiciones de vida en los países empobrecidos, teniendo en cuenta que las lecciones aprendidas en los países receptores en cuanto a igualdad de género, condiciones laborales, sanidad y educación públicas de calidad, organización de los territorios, consumo, van a ser trasladadas a sus países de origen más temprano que tarde.
El informe de Paz y Desarrollo también pone de relieve que el cambio climático y el calentamiento global nos abocan a la proliferación de sequías, inundaciones, procesos de desertificación, déficit de la producción agrícola y ganadera, abandono del mundo rural, hambrunas y, como consecuencia de todo ello, la consolidación de la pobreza extrema y estructural.
“De lo que hagamos hasta 2035 dependerá nuestra supervivencia como especie, pues en ese momento llegaremos a los 9.000 millones de habitantes. Así que tendremos que darle una vuelta al tema”, apuntó Pineda. Entre las conclusiones del informe, se citan medidas a llevar a cabo para revertir la situación: Manejo eficaz de los recursos hídricos; potenciación de lo rural frente a la tendencia de superpoblación de las zonas costeras; cuidado y promoción de las ciudades intermedias; calidad y cercanía de los servicios: salud, educación, ocio…; evitar la contaminación con una política de cero emisiones; producción y consumo de productos de cercanía o kilómetro cero; y garantía para los derechos de la ciudadanía con estructuras gubernamentales democráticas, tanto en el ámbito nacional como internacional.