Discapacidad o diversidad funcional: el poder de la palabra

La sociedad en la que vivimos está en continuo cambio y evolución. De la misma manera, las palabras deben cambiar y adaptarse a la sociedad en movimiento para definir lo verdaderamente importante. En el tema de reflexión que nos ocupa es muy importante el uso correcto de las palabras porque, aunque discapacidad y diversidad sensorial definen una misma realidad, el término discapacidad pone el punto de atención en la dificultad física, sensorial o psíquica de la persona, creando en la sociedad pensamientos negativos sobre “no ser capaz de”.

Éste es el término que según la ONU es el más adecuado para referirse a personas con deficiencias, limitaciones de la actividad y restricciones en la participación. Sin embargo, este término añade a las personas cualidades negativas haciéndolas inferiores por el hecho de ser diferentes. Pone el punto de atención en la discapacidad y anula el resto de cualidades, habilidades y capacidades de la persona.

Diversidad funcional es un término nuevo para definir la misma realidad que define la palabra discapacidad pero con una gran diferencia: pone su punto de atención en reconocer las capacidades diferentes que existen entre las personas.

Aunque este término no está aún muy introducido en el lenguaje de la sociedad, parece importante sensibilizar y concienciar a la población para que se vaya instaurando en nuestro vocabulario y se integre y normalice su uso.

La evolución de las palabras es necesaria en la sociedad para que haya un cambio real en la actitud de las personas, ya que el poder de las palabras crean pensamientos y actitudes positivas frente a un colectivo que necesita ser conocido por sus capacidades, aceptado y respetado como miembro activo de la sociedad, con iguales derechos y oportunidades. Cambiar el mundo y hacer que las personas con diversidad funcional sientan la inclusión social real está en las manos de todos.

En este nuevo siglo, se sigue debatiendo sobre el uso de este nuevo término y, aún no han llegado a ninguna conclusión. El debate sigue abierto, por ello es importante que todos y, aún más los medios de comunicación que llegan a las masas, usen el término que valore a la persona por su capacidad. Todavía escuchamos expresiones como “un sordo” o “un ciego”, lo que refuerza y visualiza la imagen de la discapacidad y elimina los rasgos individuales de la persona concreta.

El cambio jurídico

Es cierto, bajo mi punto de vista, que el cambio en el lenguaje aportaría un bien social que nos llevaría a estar más cerca de los valores de igualdad, respeto a la diversidad, solidaridad e inclusión social real. Sin embargo, no sólo debe cambiar el lenguaje y el pensamiento colectivo de una sociedad, sino también el jurídico, ya que con el uso del nuevo término más inclusivo puede peligrar los programas sociales que tienen como objetivo ayudar a personas con discapacidad.

Como observamos, las palabras son un arma potente pero no podemos avanzar en la concienciación social, en el uso de un lenguaje no discriminatorio y respetuoso si se puede perjudicar a nivel jurídico el derecho de las personas.

Después de esta pequeña reflexión sobre el uso adecuado de las palabras para definir a las personas con discapacidad o diversidad funcional para avanzar socialmente en un modelo más inclusivo y solidario, dejo al lector que saque sus propias conclusiones y use con conciencia el término que le resulte más adecuado.

Desde Fundación SAMU, y como entidad comprometida en mejorar el bienestar de los individuos y la sociedad en la que vivimos, se usará el término que sea necesario para no perjudicar a las personas pero siempre con respeto. Nuestra filosofía de trabajo es tener la conciencia de que la discapacidad no define a una persona y que no podemos infravalorar a nadie por tener capacidades diferentes a lo que entendemos como mayoría.

Por Susana Carrera Palacios. Residencia Santa Ana (Sevilla)