Mabel Deu del Olmo, vicepresidenta del Gobierno de Ceuta: “No queremos que Ceuta sea una prisión para los que vienen y para los propios ceutíes”

María Isabel Deu (Barcelona, 1966), vicepresidenta, consejera de Presidencia del Gobierno de Ceuta y responsable del área de Menores, ha vivido en primera línea, como política y como ciudadana, un año convulso para la ciudad tras la crisis migratoria de mayo, cuando más de 12.000 personas cruzaron la frontera en 48 horas

—¿Cómo vivió la crisis de mayo? ¿Qué recuerda de las jornadas del 17 y 18 de mayo, y los días sucesivos?
—Lo vivimos intensamente y con muchísima preocupación. Sobre todo porque no sabíamos qué estaba ocurriendo. En la tarde del 17 de mayo empezaron a entrar personas de forma intensa… A nado… Corriendo. Las calles se fueron llenando de masas de personas mojadas, sin que nadie supiera a qué venían, si estaban de paso o si no… Al día siguiente recuerdo que fue curioso porque los vecinos no salieron a la calle. Los niños no fueron al colegio. Los comercios cerraron. Había miedo, desconocimiento, angustia. Estaba el Ejército… Caminabas por la calle e ibas viendo un devenir de masas de personas. Algunos se agrupaban en un establecimiento de tarjetas de teléfono o de cambio de dinero. También había mucha gente de Ceuta llevando comida y abrigo a quienes habían cruzado, porque había que atender a todas aquellas personas. Según nuestros cálculos fueron más de 12.000 personas.

—Y entre ellos, ¿cuántos menores, según sus cálculos? Las cifras publicadas entonces fueron tan gruesas como entre 1.000 y 3.000.
—1.500, seguro, aunque es imposible tener un registro 100% fiable. Según la Policía, fueron 1.109 los menores filiados, pero había muchos más que no lo fueron, que estaban en la calle, en asentamientos irregulares. Muchos se encuentran allí todavía hoy. Por eso calculamos que fueron más de 1.500.

—¿Cómo reaccionaron las administraciones?
—Como parte del Gobierno de la ciudad, íbamos de camino a Sevilla cuando recibimos la información de lo que estaba pasando. Cuando llegamos a Algeciras en el barco, nos dimos la vuelta. Se creó un comité de crisis del que formaban parte las distintas administraciones. La Guardia Civil dio un dato clave: estaban entrando 90 personas por minuto en la ciudad. Este gabinete empezó a trabajar en distintas soluciones. Los ceutíes entendimos, y entendemos, que lo que se produce es una transgresión del territorio nacional y, evidentemente, el Gobierno central es el que tiene que actuar. El gabinete se tuvo que interrumpir en varias ocasiones porque había que buscar un lugar en el que albergar a todas aquellas personas, organizar su manutención… La capacidad de la ciudad se vio desbordada. Al final, ante la dificultad de que se pusieran al alcance de la ciudad otros espacios o infraestructuras por parte de la Administración del Estado, nos vimos obligados a utilizar el Polígono del Tarajal como lugar de acogida.

—¿Partiendo de cero?
—Habíamos tenido una experiencia previa de uso de ese espacio durante el confinamiento en plena pandemia de Covid-19. Alojamos allí a muchas personas transfronterizas que se habían quedado con la puerta cerrada, a este lado de la frontera, y no podían regresar a su casa. También a menores, más de un centenar, que no querían estar en un recurso y esperaban para cruzar el Estrecho.

—Entonces, emplearon recursos propios para afrontar una crisis que desbordaba por completo a la propia ciudad.
—Sí. También habilitamos espacios deportivos y, después del confinamiento, empezamos a trabajar en las naves del Tarajal para aquellas personas que llegaban por mar pero tenían que ser sometidos a una cuarentena. Esos espacios de cuarentena y de procedimiento de prevención contra el Covid volvieron a entrar en funcionamiento en mayo. Desarrollamos un espacio singular en un albergue en Piniers durante la pandemia, también para poder cumplir los protocolos de Covid, y con la invasión volvimos a ponerlo operativo para albergar a una parte de los menores.

—En aquellos primeros días la labor del Ejército también fue muy valorada.
—Sí, fue fundamental. Nos ayudaron a limpiar, a hacer traslados de camas, mesas para que las personas pudieran comer, cubas de agua para que pudieran lavarse… Fue decisiva aquella labor coordinada. Nos ayudaron a poner en marcha aquellos dispositivos de emergencia.

—¿Cómo ha sido la evolución de esta crisis desde mayo? ¿Qué ha sido de aquellas 12.000 personas que entraron en Ceuta?
—Muchas personas regresaron a su país. Otros obtuvieron el asilo o encontraron, de una forma o de otra, la posibilidad de llegar a la Península o a otros países. En cuanto a los menores, hemos trabajado en muy diversas vías. Una de ellas es la petición a la Administración General del Estado del impulso del Acuerdo Marco entre los gobiernos de España y Marruecos firmado en 2007, y publicado en 2012, donde se hablaba específicamente de que las partes podrán concretar la forma del retorno asistido de los menores, bien para que sean reagrupados familiarmente, bien para que sean protegidos a través de una entidad de protección del país de donde procedan.

—¿Cómo ha sido la aplicación de ese protocolo?
—Para su ejecución se mantuvieron reuniones con diferentes ministerios, principalmente, Exteriores e Interior; y diferentes reuniones y acuerdos con las autoridades marroquíes. Se abordó cómo realizar esos retornos de la mejor manera posible. Y así se acordó una devolución de 15 menores al día para que las familias, en su caso, o las entidades de protección se hicieran cargo de ellos. Así empezamos el retorno asistido un 13 de agosto. A los cuatro o cinco días, a través de una solicitud de habeas corpus que presentaron cinco chicos, ya se produjo una paralización cautelar de los retornos.

—Varias asociaciones denunciaron entonces que se estaban produciendo repatriaciones forzosas.
—Se estaba aplicando un acuerdo marco redactado en 2007 y publicado en 2012 en el que se llega a un acuerdo para el regreso a casa de esos menores. Desde la paralización, ese acuerdo ya no se ha aplicado. Ahora la forma de volver a casa es la repatriación. Pero es un procedimiento muy costoso en el tiempo. Nosotros apostábamos por la máxima protección del menor. No es lo mismo estar en una residencia o una casa donde puedas hacer una vida normal a estar en un pabellón donde no da la luz del sol y donde hay 200 niños que están todos juntos. Hemos hecho más de lo que hemos podido, pero estos espacios son de estancia provisional, no lugares en los que vivir de forma permanente. Entendemos que proteger al menor es que tenga una vida lo mejor posible. Siempre descartando aquellos casos de menores vulnerables, menores, niños o niñas cuya situación se detecta rápidamente al llegar a Ceuta. Esos menores no los contabilizo entre aquellos que creemos que es mejor que vuelvan a casa. No digo que para estar en las mejores condiciones posibles, pero sí para estar mejor que en las calles de Ceuta, en escolleras o en albergues provisionales en el mejor de los casos. El retorno asistido podría ser mejor que el proceso de repatriación.

—¿Cuántos menores extranjeros no acompañados quedan en Ceuta ahora?
—440 niños en los albergues, y 100 ó 120 en la calle.

—¿Cómo intervienen con los que están en la calle? ¿Qué se puede hacer por ellos?
—Los vamos localizando a través de las autoridades locales o los equipos de calle de SAMU. Pero hay muchos que van y vienen de los recursos. Prefieren buscar la manera de llegar a la Península antes que estar en un centro. No todos se atreven a jugarse la vida, eso sí.

—Están tratando de escolarizar a esos menores. ¿Cómo lo hacen?
—Sí, a los que siguen aquí. La escolarización es competencia del Ministerio de Educación. Algunos chicos se han integrado en el sistema educativo ordinario, los que están en edad de estar en el colegio. Algunos de ellos incluso tienen a sus familias enteras en el Tarajal, pues vinieron todos sus miembros durante la crisis migratoria. Otro grupo, jóvenes de 12 a 16, unos 140, se han incorporado a un turno de tarde extra que se ha creado en algunos centros educativos para atenderles.

—¿Diría que la situación derivada de la crisis migratoria ya está bajo control?
—Bajo control creo que ha estado desde el inicio. Lo que sí tenemos es una situación insostenible. Hay menos personas, eso sí. Pero hablamos de 19 kilómetros cuadrados de territorio, gran parte bajo titularidad de Defensa, y 86.000 habitantes. Es insostenible. Nosotros pedimos que Ceuta vuelva a la normalidad, que seamos igual que el resto de territorios de España. Con nuestra diversidad, con nuestros servicios… No queremos que Ceuta sea una prisión para las personas que vienen ni para los propios ceutíes. No queremos que Ceuta se convierta en un espacio de 19 kilómetros cuadrados, con la diversidad que tenemos, para la contención de la inmigración ilegal. No lo queremos los ceutíes, ni lo quieren los melillenses, ni los canarios ni el resto de los españoles.

—¿Qué demandan directamente a la Administración española y la Administración europea?
—Lo que pedimos es una frontera segura. Que no esté en el puerto, sino en el Tarajal. Que haya una entrada en condiciones. Que las personas que pueden entrar, entren, y las que no, que no lo hagan. Y que los que entren puedan salir. Ceuta y Melilla son las dos fronteras de Europa en África. Hay que cuidarlas. Hay que protegerlas. Y hay que crear buenas relaciones con el Reino de Marruecos y una prosperidad compartida, que será buena para todos.

—¿Cree que ha habido avances en este sentido desde la crisis de mayo?
—El 10 de junio el Parlamento Europeo hizo una resolución reconociendo lo que había pasado en Ceuta y cómo se había actuado, también a través de la dotación de fondos europeos. Yo siempre le digo a nuestros interlocutores que solo faltaría que los ceutíes tuvieran que hacer frente con su patrimonio a todos los costes económicos que tiene el proteger y alimentar y cuidar a tantas personas desde el 17 de mayo. Eso siempre ha sido una petición del presidente Vivas a todos los gobiernos: una mejora de la infraestructura de frontera, seguridad, refuerzos de los cuerpos de seguridad del Estado. Y si hay efectivos procedentes de la Unión Europea, muchísimo mejor.

—Aunque no sea una relación diplomática entre iguales, país a país, ¿cómo es la relación entre Ceuta y el Gobierno de Marruecos?
—Como ciudad no mantenemos relaciones institucionales. Pero en agosto tuvimos por primera vez una reunión en la frontera, en suelo español, entre autoridades marroquíes y autoridades ceutíes. Ha sido la primera vez que han reconocido nuestro estatus. No es ninguna tontería.

—Ceuta es una de las ciudades más multiculturales de Europa. ¿Cómo ha vivido la ciudadanía esta situación de crisis excepcional?
—Ceuta es multicultural, con mucha diversidad, pero sobre todo es muy española. La mayoría de las personas que viven en Ceuta, da igual su origen o a quién recen, se sienten españolas. Ceuta ha demostrado que es una ciudad solidaria. Muchos ceutíes acogieron a personas en sus casas. Pudimos reconocerlo el 2 de septiembre, Día de la Ciudad Autónoma, con la entrega de la Medalla de la Ciudad al pueblo de Ceuta, por su compromiso, entrega, madurez y solidaridad a la hora de vivir una experiencia como ésa, sin incidentes, sin problemas. Nosotros queremos que nuestros niños, cuando crezcan, se formen y trabajen para el futuro, no piensen “me voy a Sevilla, me voy a Bilbao”, como pasa con los marroquíes que vienen. Ceuta no puede ser espacio de contención para alguien que viene pero que, además, no quiere estar aquí sino llegar a España o a otros países.

—¿Cree que hay un discurso cada vez más extendido de criminalización de estos menores?
—Aquí tenemos menores desde 1999. Sin embargo, el perfil de los menores que han entrado este año en Ceuta es diferente. Hemos estado con niños y niñas hasta las cuatro de la mañana buscando a sus familias, intentando localizarlas con los teléfonos. Ellos querían volver a casa, lloraban porque querían ir al colegio. Algunos estaban preparando sus exámenes. Otros querían ver a sus familiares enfermos y no se les dejaba volver. Algunos tenían ortodoncias, teléfonos de alta gama… No son el perfil de menor al que estamos acostumbrados. También los había vulnerables, niños que habían sufrido abusos, maltratos, infinidad de situaciones, pero estos son separados inmediatamente.

—¿Viven con miedo al ‘efecto llamada’ o a que puedan repetirse situaciones como la vivida este año cada vez que haya un movimiento legislativo, como por ejemplo la reciente reforma del reglamento de Extranjería?
—Miedo no, porque esto es la cuna de la legión. Fuera de broma, miedo no. Lo que tenemos es el mismo derecho que el resto de los españoles a estar protegidos por quien puede y quien debe, que es el Gobierno de la Nación, y también de la Unión Europea. La colaboración y lealtad de Ceuta es clarísima, gobierne quien gobierne.

—¿Esta crisis es el principal reto político y de gestión al que se ha enfrentado?
—Dentro de la historia reciente, es uno de los hechos más importantes que hemos vivido. Ha sido muy difícil de encauzar, de asimilar y dar respuesta… Por suerte no hemos estado solos, ha estado todo el país a nuestro lado. Muchas personas e instituciones, como SAMU, que de forma inmediata ha venido en auxilio al pueblo de Ceuta, desde el primer día, prestando colaboración y apoyo al pueblo. La situación es crítica y todavía sigue pasando factura. Tenemos que trabajar para que no vuelva a ocurrir.

Fundación SAMU y Funddatec firman un acuerdo para el desarrollo de proyectos de educación, cultura e igualdad de oportunidades

Fundación SAMU ha suscrito recientemente un convenio marco de colaboración con Funddatec (Fundación para el Desarrollo Tecnológico, Sostenible y Circular) para la realización de actividades conjuntas en sus ámbitos de actividad. Como explica el convenio, dado que los fines perseguidos por ambas entidades son en gran parte coincidentes, éstas han decidido establecer un acuerdo marco “a fin de reforzar, expandir y conseguir una mayor eficacia de la labor que desde las mismas se viene desarrollando”.

La firma de este convenio se celebró el 7 de octubre en Sevilla con la presencia de Carlos González de Escalada, director general de SAMU, y Antonio Retamero Matés, presidente de Funddatec, que fueron los encargados de sellar con su firma dicho acuerdo.

A través de este convenio, ambas entidades aumentarán su capacidad de cara a la consecución de sus respectivos fines, que en el caso de Funddatec tienen que ver con el desarrollo de la educación, la formación, la cultura y la igualdad de oportunidades entre las personas, a través de métodos innovadores y/o mediante la aplicación de las nuevas tecnologías, así como contribuir al desarrollo sostenible, en su ámbito social, económico y medioambiental, promoviendo la economía circular y la mejora de las condiciones de vida de la sociedad en general, y en particular de los niños, los jóvenes, las personas mayores, las mujeres, las personas en riesgo de exclusión social o con algunas capacidades diferentes.

La firma de este convenio, que deberá concretarse en convenios específicos de colaboración, se produce en el marco de la apertura del nuevo centro de formación de Funddatec en San Juan de Aznalfarache, en el espacio del antiguo cine Loreto (zona del Monumento), cedido por el Consistorio municipal por un periodo de 4 años prorrogable a 30. En este centro, Funddatec prevé desarrollar varios de sus proyectos de educación musical, dinamización a través de la cultura e inclusión social, para los que contará con la colaboración de Fundación SAMU.

El alcalde de San Juan de Aznalfarache, Fernando Zamora, y el presidente de Funddatec, Antonio Retamero, presidieron el acto con el que la entidad dio a conocer las actividades y proyectos que se van a desarrollar en esta nueva sede, un acto que contó con la presencia de Carlos González de Escalada, director general de SAMU.

Con motivo de esta inauguración, se ofreció una actuación de Guitarras Andaluzas, un proyecto que nace de la necesidad de crear un espacio colectivo donde el alumnado de Guitarra Clásica de la provincia de Sevilla tenga la oportunidad de relacionarse, conocerse y disfrutar de hacer música juntos.
En concreto, esta iniciativa se enmarca dentro de uno de los proyectos con el que Funddatec pretende iniciar su actividad en San Juan: la Orquesta Inclusiva. La Fundación ofrece así este marco único, donde conocer repertorios diferentes y escuchar a guitarristas de otros centros y lugares, teniendo cabida músicos de todas las edades, razas y capacidades.

El otro proyecto que Funddatec pretende poner en marcha en San Juan de Aznalfarache en breve es la Cátedra de Flamenco, que nace para apoyar la difusión popular del flamenco y promover su pedagogía en los distintos niveles de la enseñanza. Coordinada por un consejo asesor, que preside el maestro de la guitarra Eduardo Rebollar, iniciará sus programas en la segunda quincena de noviembre.

La Universidad Loyola y SAMU ponen en marcha el proyecto VRIME, una herramienta innovadora para proteger a los menores

Un estudio elaborado por Carlos González de Escalada, director general de Fundación SAMU, y publicado en la Revista de Pensamiento Estratégico y Seguridad CISDE (Migratory conditions of unaccompained foreign minors: a quantitative analysis of social vulnerability), que analiza la vulnerabilidad social de los menores extranjeros no acompañados que llegan a España, concluye, entre otras muchas consideraciones, que el 61,3% de estos niños han sufrido algún tipo de abuso, maltrato o negligencia durante el tránsito a España. El estudio afirma, además, que el 67,6% de los menores que llegan solos a España dicen tener miedo, y el 84,4% sufrió privaciones, como hambre, frío y malestar, al no tener cubiertas sus necesidades básicas.

Este tipo de experiencias traumáticas de abuso y maltrato suelen provocar el desarrollo de actitudes y conductas violentas como mecanismos de defensa por parte de los menores, y ello incrementa su vulnerabilidad y dificulta su integración, abocándoles, en muchos casos, a caer posteriormente en las redes de delincuencia.

La detección previa de los perfiles de riesgo, tanto de comportamiento violento como de victimización y vulnerabilidad, puede ser un instrumento fundamental para facilitar la optimización del uso de recursos en los procesos de acogida e inserción por parte de las instituciones correspondientes, y para garantizar la protección de los derechos fundamentales de estos menores.

Ante este contexto, la Universidad Loyola, con la colaboración del área de Innovación (I+D+i) de SAMU y la Fundación EMET- Arcoiris, ha puesto en marcha el proyecto VRIME (Instrumento de Valoración del Riesgo en Menores y Jóvenes Migrantes Residentes en Andalucía). Este proyecto trata de sistematizar este proceso de detección previa mediante el estudio de determinados indicadores conductuales que permiten definir unos perfiles de riesgo, y, la elaboración posterior de unas recomendaciones de buenas prácticas, para ayudar a gestionar mejor los riesgos por parte de los centros de acogida y organizaciones sociales relacionadas con las fases de acogida e inserción de este colectivo.

Así, el proyecto VRIME trata de diseñar una herramienta de recogida de datos (Toolkit VRIME) que permita conocer los perfiles de riesgo de menores extranjeros no acompañados que se encuentran en entidades de acogida como Fundación SAMU y EMET-Arcoiris, así como identificar factores de protección o resiliencia en estos menores.

Manual y guía de buenas prácticas

Una vez diseñado, Toolkit VRIME se podrá sistematizar en una aplicación informática integrable en la Historia Social Única de Andalucía (Proyecto Cohessiona). Con base en ello, se propondrán diferentes escenarios de gestión del riesgo con la intención de optimizar los recursos de acogida residenciales. Finalmente, se realizará un manual de utilización de la herramienta de gestión del riesgo en menores y jóvenes inmigrantes no acompañados, que irá unido a una guía de buenas prácticas que recogerá experiencias de hospitalidad y propuestas de integración.

El proyecto, que se inició en abril de este año, cuenta con cuatro fases de desarrollo: una fase piloto; una fase principal (formación de personal de los centros de acogida y los colaboradores, recogida de datos y análisis de los mismos); una tercera etapa de grupos de discusión y entrevistas con profesionales y menores; y una cuarta fase de creación de manual de uso y buenas prácticas.

Fundación SAMU cuenta con una red de más de 30 centros de acogida, en los que se atienden a más de 1.200 menores extranjeros no acompañados. Además, SAMU mantiene un estrecho contacto con todos aquellos extutelados que han pasado por sus centros, lo que la convierte en un gran colaborador, especialmente para la recogida de datos.

El objeto de la colaboración de la Universidad Loyola con Fundación SAMU se desarrolla en tres fases. En la primera fase, de recogida de datos, los profesionales de Fundación SAMU colaboran en la tarea de diseño proporcionando la información necesaria de los menores bajo acogimiento y de los profesionales que intervienen con ellos. Además, facilitan documentación relativa a los programas de acompañamiento que se están implementando en la actualidad.

En la segunda fase, de implementación, los profesionales e investigadores de Fundación SAMU participarán en los grupos de discusión y supervisión de los campos y protocolos de evaluación de riesgo que serán integrados en la herramienta Toolkit VRIME, en virtud de la experiencia del trato y cuidado de los menores que atesoran y la visión de la gestión integral de la realidad diaria de esta tarea. Además, posibilitarán un grupo de menores y jóvenes migrantes para realizar la fase cualitativa de factores de protección y resiliencia.

Y por último, SAMU participará en la fase de validación y acompañamiento. Se llevarán a cabo en diversas instalaciones de Fundación SAMU las actuaciones de acompañamiento específico durante la ejecución del itinerario integral de la solución informática, con el fin de recabar la información necesaria para poder validar el funcionamiento de la aplicación informática Toolkit VRIME que se desarrollará en el mismo. Posteriormente, se facilitará el acceso a las instalaciones del equipo investigador para realizar el seguimiento de la implementación del Toolkit VRIME y formación para la gestión del riesgo.

Una vez implementada la herramienta Toolkit VRIME de valoración del riesgo en menores y jóvenes migrantes se podría discriminar con mayor eficacia a aquellos menores a los servicios o dispositivos acordes a su perfil, recibiendo así los recursos y ayudas que requieran de acuerdo con las necesidades que presenten. El porcentaje de niños y niñas que reciben atención especializada será significativamente superior que aquellos cuya situación de riesgo no ha sido detectada, descongestionando los recursos genéricos de acogida y protección.

Un empleo en el que se respira deporte

Mamadou Malado Barry no deja indiferente a nadie. Un joven decido, con un proyecto migratorio claro y definido: dedicarse al fútbol de manera profesional. Mamadou no concibe su vida lejos del deporte. Conjugar su sueño con el objetivo de un Programa de Alta Intensidad (PAI), conseguir las condiciones óptimas para la emancipación, ha sido su principal reto.

Mamadou nació en Guinea Conakry hace 19 años, en el seno de una familia humilde, en la que la principal fuente de ingreso era la tienda de alimentación regentada por su madre. Creció rodeado de improvisados campos de fútbol donde la portería se marcaba con dos grandes piedras. A los seis años, descubrió su pasión por el fútbol. Solo jugaba al fútbol por diversión, pero eso pronto cambiaría, cuando descubrió que quería dedicarse al fútbol de manera profesional.

Cuando Mamadou planteó esta afición en casa, fue rechazada tajantemente por su madre. Pues doña Mariama Dioulde Diallo, como él la llama, no podía permitirle esa distracción. Lo importante era seguir acudiendo al colegio. Además, es una afición que no está al alcance de cualquiera, como comenta Mamadou: “Ser jugador de fútbol en Guinea está reservado a la gente influyente y con recursos económicos”.

Desde una edad muy temprana, Mamadou ha tenido que encontrar alternativas para compaginar sus obligaciones con la práctica de fútbol. Para acudir a los entrenamientos se inventaba visitas a casa de un amigo que, además, le dejaba asearse para la vuelta a casa tras un partido. Consiguió mantenerlo en secreto hasta que un entrenador le reforzó su valía como jugador profesional y le prestó el apoyo necesario para la equipación y los gastos de movilidad. Siendo adolescente, consiguió hacerse un hueco en el equipo Arsenales FC de Guinea. Comenzaron sus viajes dentro del país con el equipo, participando en partidos amistosos, pero pronto se dio cuenta de que no podía permitirse una academia ni disponía de los contactos necesario para convertirse en jugador profesional. Es ahí cuando, con 15 años, tomó la decisión de migrar, en busca de un sueño.

Mariama comprendió en este momento que su hijo estaba dispuesto a perseguir un sueño y que esta vez lo iba a hacer muy lejos de ella. La relación con su madre es especial. La frase “A mi madre” está grabada en sus camisetas de competición.

Mamadou ha requerido de un trabajo de orientación intenso para alcanzar el ajuste a la realidad de un joven que no dispone de referentes familiares ni red de apoyo social en España, más allá del prestado por el PAI. Ha tenido que realizar un trabajo personal en el que ha sabido conjugar sus aspiraciones en el terreno deportivo, con las condiciones necesarias para la transición a la vida adulta. Como joven procedente del sistema de protección de menores, Mamadou tenía por delante un doble objetivo: completar la formación académica reglada y la formación para el empleo.

El punto de desencuentro siempre ha sido la compatibilidad de estas obligaciones con los horarios de entrenamiento y de competiciones.

Su itinerario de inserción laboral ha estado marcado por altibajos. Si bien, es cierto que se ha mostrado participativo, asumiendo el protagonismo en su proyecto de emancipación. Ha sido difícil, en ocasiones, la toma de decisiones conjuntas. Tras comenzar con las intervenciones de inserción laboral, Mamadou se mostraba reticente, rechazando itinerarios de inserción que no le permitían tener tiempo para sus entrenamientos y los correspondientes partidos. Su pasión por el deporte le ha llevado a anteponer el fútbol a proyectos laborales para los que estaba sobrecualificado y aceptaba trabajos menos cualificados pero que sí eran compatibles con sus entrenamientos.

El equipo del PAI de Motril siempre ha sido consciente del gran potencial de Mamadou. Es un joven risueño, con un gran repertorio de habilidades sociales y de competencias para el trabajo en equipo, muy educado y extrovertido. Como buen deportista, destacaba en aquellas competencias en las se requería un trabajo en equipo. La madurez adquirida en su proceso de autonomía le ha permitido tomar decisiones que han repercutido positivamente en su trayectoria y en la estabilidad emocional alcanzada en el momento. Solo faltaba el pequeño empujón que a todos nos hace falta para salir a volar, arriesgarnos y ganar.

El punto de inflexión de la trayectoria de Mamadou ha sido la primera toma de contacto con la empresa Decathlon. En julio, el joven y su orientadora se embarcaron en la aventura de conjugar la pasión por el fútbol y el futuro laboral. Para el desarrollo emocional de nuestro joven, era necesario sentirse comprendido, estar rodeado de personas que entendieran que su felicidad iba de la mano de la práctica del deporte. Y es en este momento donde Mamadou descubre Decathlon más allá de la tienda preferida para su equipamiento.

Tras un proceso de selección en el que el joven destacó sobremanera y tras varios días de incertidumbre, sonó el teléfono. Era el responsable de la tienda Decathlon Motril. Mamadou cogió el teléfono, se hizo un silencio y, de repente, colgó. “Me han llamado, me han elegido”, se escuchaba mientras el joven corría por el pasillo del centro.

Mamadou es inmensamente feliz desde que le dieron esta noticia. Ha conseguido un puesto de trabajo, y lo ha hecho en una empresa que cree en los sueños de los deportistas, que cree en el sueño de Mamadou como jugador de fútbol del equipo de Motril Tercera División, y lo apoyan. Con Decathlon descubrimos que los sueños se cumplen.

Por Siham Khalifa El Abdi.

Orientadora del Programa de Alta Intensidad (PAI) de Motril, cofinanciado por el Fondo Social Europeo

La gestión del tiempo libre en SAMU Motril

Son varios los estudios psicosociales que demuestran que una mala gestión del ocio y el tiempo libre en la adolescencia puede aumentar aspectos negativos como la irritabilidad, la ansiedad y la depresión. Además, un uso inadecuado del tiempo libre puede derivar en aislamiento social en la adultez. Por todo ello, desde el Centro de Orientación Laboral e Inserción Sociolaboral (COISL) SAMU Motril, trabajamos entendiendo que una buena gestión y programación del ocio de nuestros menores aumentará su calidad de vida y sus posibilidades de integración en el país de acogida.

En nuestro recurso contamos con una programación anual de ocio que persigue mejorar la calidad de vida de nuestros menores, facilitar su desarrollo y mejorar su salud mental. Esta programación se lleva a cabo todos los fines de semana del año, que es cuando los menores cuentan con tiempo libre, y días conmemorativos como el Día de la Paz o de Andalucía.

Las actividades que se desarrollan están divididas en seis bloques: educación ambiental, actividades deportivas, ocio en la ciudad, arte, actividades culturales y ocio en casa. Aunque todas las actividades tienen un carácter de entretenimiento, no se pierde de vista la parte educativa.

Mediante estas actividades se desarrollan sinergias positivas tanto individuales como de grupo. Así, se favorecen aspectos como la autoestima, la participación, la motivación, la resolución de conflictos, habilidades sociales, dinamización de grupos y la mejora de hábitos de vida y salud. Además, todas ellas promueven el conocimiento de la cultura del país de acogida y una mayor integración comunitaria.

El COISL SAMU Motril cuenta con una ubicación privilegiada para el desarrollo de estas actividades, pudiendo hacer uso de todos los recursos que la ciudad de Motril ofrece y teniendo buena ubicación para poder desplazarnos a ciudades adyacentes donde la oferta puede ser más diversa. Este hecho se ve reflejado en la cantidad de salidas de diferente índole que han realizado los residentes del recurso en lo que va de año, habiendo visitado Granada, Salobreña, Torrenueva, algunos pueblos de la Alpujarra y la zona metropolitana de Granada. A lo largo del año hemos tenido la oportunidad de visitar la Alhambra, conocer varios museos de la zona de Motril y realizar rutas en la naturaleza.

Por otra parte, como se recoge en el Proyecto Educativo Individualizado (PEI) de cada menor y con el fin de dar una atención basada en el acompañamiento, también trabajamos el ocio de manera concreta con cada chico, usando las tutorías individualizadas como herramienta para conocer sus inquietudes y motivaciones.

Cuando algún chico demanda una actividad concreta se le facilita y acompaña para que pueda realizarla dentro de su tiempo libre. Entre las actividades que nuestros chicos están realizando podemos encontrar Crossfit, atletismo o fútbol. Éstas permiten a los menores establecer nuevos contactos dentro de la ciudad e ir conociendo a diferentes personas que les ayuden a desarrollarse de cara a su futura emancipación. Del mismo modo, nos sirve como herramienta para que trabajen el compromiso y la organización del tiempo, ya que estas actividades nunca pueden ocupar el tiempo de las actividades formativas o laborales.

Por otra parte, tenemos presentes las etapas vacacionales y periodos no lectivos cuando las actividades de ocio tienen aún más protagonismo e importancia, siendo, en la etapa veraniega, más abundantes. A lo largo de este verano, los residentes del recurso han visitado diferentes playas, realizado talleres deportivos y actividades de ocio bastante variadas, pero hay que destacar la acampada realizada en las últimas semanas de agosto.

Durante el desarrollo de esta actividad, pudimos visitar el pantano de los Bermejales y convivir durante una noche en un centro de acampada de los Scout de Granada. Los menores del recurso pudieron disfrutar de actividades acuáticas y de una jornada de convivencia bastante gratificante para ellos.

Haciendo una valoración general de la gestión del ocio y tiempo libre en el COISL SAMU Motril, podemos decir que el resultado ha sido gratificante y, aunque es complejo evaluar con datos cuantitativos el impacto positivo en los chicos, puede observarse una clara mejoría en las relaciones grupales, gestión del tiempo libre y hábitos de vida saludables.

Autor: COISL SAMU MOTRIL

Un punto de inflexión en sus vidas

Las distintas áreas de trabajo de SAMU coinciden en un objetivo final: ayudar a las personas. Desde traslado de críticos a menores o SAMU Wellness, el equipo de SAMU ha cambiado la vida de cientos de personas. En las próximas líneas rescatamos algunas de estas historias.

Una odisea de 155 kilómetros hacia la vida

Con el objetivo de salvar la vida a una niña de tan solo 20 meses, efectivos de la Guardia Civil y de cuerpos sanitarios, entre los que figuraba SAMU Málaga, llevaron a cabo en la primavera de 2017 una misión extraordinaria cuyos protagonistas difícilmente olvidarán. Consistió en el traslado de la pequeña desde el Hospital Materno de Málaga hasta el Hospital Reina Sofía de Córdoba en una situación crítica, que requirió la máxima coordinación, un despliegue logístico con muy pocos precedentes en el traslado de críticos, y el mejor desempeño de todas las personas implicadas para dar una oportunidad a una vida que tan solo comenzaba.

La pequeña estaba ingresada en el Hospital Materno de Málaga pendiente de unos estudios que debían determinar si necesitaba un trasplante cardíaco. En ese trance, sin embargo, su situación empeoró y pasó a la UCI. Allí tuvo que ser conectada a un complejo sistema capaz de mantenerla con vida sustituyendo sus funciones vitales (ECMO, Oxigenación por Membrana Extracorpórea), pero este equipo solo podía ser útil para la paciente durante unos días.

La niña requería su traslado urgente al Hospital Reina Sofía de Córdoba: primero, porque necesitaba un trasplante cardíaco que sólo se realiza en este centro; y, segundo, porque en el Reina Sofía disponían de otro equipo ECMO más sofisticado al que la pequeña podría estar conectada durante más tiempo, mientras esperaba la llegada de un donante compatible.

Las circunstancias eran cualquier cosa menos rutinarias. El ECMO debía instalarse en una UVI Móvil, un procedimiento para el que no existía manual, que nunca se había realizado en Andalucía y que en España sólo había uno o dos antecedentes. Además, el traslado debía realizarse sin ningún parón, frenazo o contratiempo durante los 155 kilómetros del trayecto.

La responsabilidad logística recayó en el Técnico en Emergencias Sanitarias de SAMU Málaga Francisco Guerrero, especializado en traslado de pacientes críticos, que actuó con el apoyo de dos de sus compañeros, Miguel Ángel Maisanaba (TES) y Tatiana Mérida (enfermera). “Nunca lo olvidaré. Ha sido mi mayor reto profesional y una responsabilidad enorme”, explica Francisco Guerrero.

El TES de Málaga se reunió en el Materno con el equipo de la UCIP (Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos). “Estuvimos cinco horas reunidos intensivistas, perfusionistas, enfermeros de UCIP y un cirujano cardiovascular para estudiar si era posible realizar un traslado con ECMO en una ambulancia. Desmontamos otro ECMO que tenían allí similar al que estaba conectado la niña y vimos dónde y cómo podíamos transformar la UVI para que todo se acoplara y para que su funcionamiento no se viera afectado en ningún momento durante el traslado”, relata.

Equipo de críticos de SAMU Málaga

Equipo de críticos de SAMU Málaga

La problemática se acrecentaba porque todo el material electromédico debía estar conectado a la red eléctrica y ésta debía mantener el abastecimiento de energía durante el trayecto: “consola de la ECMO, calentador, filtros, alrededor de 15 bombas de perfusión, respirador, monitores y un largo etcétera”, enumera el especialista de SAMU Málaga. “Me vi rodeado de grandes profesionales a los que tenía que explicar cómo actuar en mi ámbito, una UVI Móvil, algo que desconocían”.

Además de la UVI Móvil titular, se movilizó una segunda por si la primera sufría problemas eléctricos. El dispositivo se replicó en esta segunda, en la que también se cargó el soporte físico de la ECMO después de que el equipo desmontara “hasta todo lo desmontable” para mantener el soporte de la pequeña. “No podía salir bien, tenía que salir perfecto. No había lugar para el error”. En la UVI que transportaba a la niña estaban operativos dos intensivistas, una enfermera de UCIP, un perfusionista controlando la ECMO, y la enfermera de SAMU Tatiana Mérida y el propio Guerrero. En la otra unidad, otra enfermera de UCIP y un cirujano cardiovascular preparado para actuar en caso de urgencia. Además, participó el 061 Málaga a cargo de un VIR (Vehículo de Intervención Rápida) con un técnico, un enfermero y un médico.

A las 8:00 del 31 de mayo comenzó la operación en el Materno, con salida de los vehículos a las 11:00 y llegada al Reina Sofía alrededor de las 13:00 horas.

Desde Málaga, dos motos de la Guardia Civil abrieron paso a la comitiva a fin de garantizar que el transporte no sufriera ningún tipo de interrupción ni percance, y, ya en la provincia de Córdoba, dieron el relevo a un vehículo de la propia Benemérita que llevó a los sanitarios hasta la misma puerta del hospital cordobés.

En total, fueron 155 kilómetros en unas dos horas de máxima tensión que acabaron en éxito gracias a la coordinación de todos los implicados. Para la pequeña, fue un paso más, impulsado por más de treinta especialistas de los servicios sanitarios y de seguridad, en su particular carrera hacia la vida.

Juan Carlos Moreno: “Mi gran logro es haber podido sacar todo lo malo que tenía desde hace años en mi interior”

Juan Carlos Moreno ingresó en la clínica de salud mental SAMU Wellness en el verano de 2020 tras pasar el confinamiento de marzo por la pandemia de Covid-19 en un centro especializado en el tratamiento de adicciones de Sevilla. La suya es una historia de superación personal, con el apoyo de la familia de SAMU Wellness. Recuerda que comenzó a salir con sus amigos de noche a los 17 años y, en torno a los 24, comenzaron sus problemas de adicción, no solo de alcohol, sino también de drogas más duras. Él mismo se define como un consumidor social, aunque admite que el nivel de consumo de alcohol y drogas era mayor al de sus compañeros.

“Nunca he consumido todos los días de forma compulsiva, era más bien un consumidor social, pero reconozco que no controlaba la situación”, admite Juan Carlos Moreno, madrileño que hoy tiene 39 años y ha pasado por numerosos centros de desintoxicación. “El estrés, la ansiedad y la frustración me hacían consumir y buscar la evasión a través de estas sustancias. Empezaba con unas cervezas, hasta que se me iba de las manos y mezclaba el alcohol con cocaína”.

Juan Carlos Moreno

Juan Carlos Moreno

Hasta que llegó a la clínica de salud mental SAMU Wellness en julio de 2020, Juan Carlos siempre había recibido terapia para superar sus adicciones pero sin profundizar en el fondo del problema, sin realizar un abordaje integral a su situación. “Yo necesitaba apoyo psicológico, no solo terapia de grupo. Estaba cansado ya de las terapias de grupo, y solo hacía recaer una y otra vez”, reconoce.

Juan Carlos pasó el confinamiento de primavera en un centro de adicciones de Sevilla. Allí conoció a una mujer sumida en una profunda depresión. “No se movía, no interactuaba. Estaba muerta en vida. La trasladaron a SAMU Wellness y cuando volvió tres semanas después era otra persona. Era feliz. Me miró y me dijo: ‘Eso es lo que tú necesitas’. Yo no la escuché, no le hice caso. Me fui a Madrid y volví a consumir”, cuenta el madrileño. “Toqué fondo y fue entonces cuando le pedí a mi compañera que me pusiera en contacto con el equipo de SAMU”.

Juan Carlos ha pasado seis meses en las instalaciones de la clínica en diferente régimen, desde un ingreso hospitalario hasta la convivencia con un compañero en una casa de SAMU, pasando por el Hospital de Día. “En SAMU han ido más allá de mis problemas con las adicciones. Han ido al origen del problema y han realizado un trabajo integral. No han tratado mis adicciones como un problema aislado sino vinculado a otro problema que me diagnosticaron ya de adulto, el TDH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad)”, explica Juan Carlos Moreno.

“De pequeño, mi familia y mis profesores siempre me consideraron un niño malo e inquieto. Estudiaba en el último minuto y tenía problemas de concentración. Nunca se me dieron bien las Ciencias. Tuve muchos profesores particulares pero cuando llegaba el examen, no era capaz de entender qué me pedían y suspendía. La rabia y la frustración era enorme. Mi familia nunca me apoyó y siempre me han considerado una bala perdida”, relata el joven.

“En SAMU Wellness he logrado soltar todo lo que tenía dentro y me hacía tanto mal. He podido superar el duelo de mi madre. Mi madre murió sin verme bien y eso me ha provocado mucho sentimiento de culpa durante muchos años. He podido hablar de toda mi mierda y me han ayudado a gestionar mis emociones y a controlar mis impulsos”.

Juan Carlos tiene planes de futuro en Sevilla, donde quiere formarse para ayudar a otras personas en una situación similar a la suya. “No quiero volver a Madrid, aunque mi familia esté allí, creo que en estos momentos puede ser perjudicial para mí y para mi evolución. Ahora me encuentro muy bien. Si yo me encuentro bien a nivel psicológico, no tengo necesidad de consumir”.

Juan Carlos Moreno lleva ya casi un año sin consumir, pero, como él mismo asegura, el verdadero logro no es ése, sino haber podido sacar todo lo malo que llevaba años en su interior, ser capaz de afrontar con autonomía sus problemas del día a día y decidir por si mismo no volver a Madrid porque no le va a hacer ningún bien. “Ese es mi gran logro”.

Ismael Kone: “Cuando veo chicos deprimidos, les enseño fotos mías de cuando llegué a España y les cuento cómo es posible salir adelante”

Bounama Sarr e Ismael Kone forman parte de la plantilla del centro de Recepción de Menores Extranjeros no Acompañados (Recep) del Campo de Gibraltar y del Centro Extranjero de Primera Acogida (CEPA) de Pelayo (Algeciras), ambos gestionados por Fundación SAMU. Aquí atienden y ayudan diariamente a los menores inmigrantes que cruzan en patera el Estrecho de Gibraltar en busca de un futuro mejor. Actúan de mediadores, ya que ambos conocen a la perfección qué piensan y qué sienten estos chicos. Hace no mucho tiempo ellos atravesaron la misma situación como jóvenes migrantes.

Hoy han conseguido salir adelante bajo la tutela de SAMU y un extraordinario espíritu de superación.

Ambos jóvenes, hoy amigos, se marcharon de su casa cuando apenas tenían 16 años. Sarr, como todo el mundo conoce a Bounama Sarr, es natural de Senegal. Gracias a los ahorros de su padre, pudo viajar en coche hasta Mauritania y luego en avión hasta Marruecos, donde estuvo ocho meses trabajando como albañil y en un mercado, entre otras cosas, hasta que logró cruzar a España. “Intenté cruzar a España hasta en 14 ocasiones, pero siempre me pillaban. Sufrí mucho, me maltrataron. Nunca me imaginé que viviría cosas así”, reconoce el joven.

Bounama Sarr e Ismael Kone, junto a Nicolás Torres.

Bounama Sarr e Ismael Kone, junto a Nicolás Torres.

La última vez que intentó cruzar, en marzo de 2018, hacía muy mal tiempo. Era de noche y la tempestad casi hunde la embarcación en la que viajaba. “Nos salvamos gracias a la ayuda de Dios. Estábamos más muertos que vivos”, relata Sarr, aunque no todos sus compañeros sobrevivieron. “Había dos pateras con once personas cada una, y, a los cinco minutos de partir, la embarcación en la que iba yo se pinchó. Nadé como pude hasta la otra embarcación. Pasé mucho miedo. Estaba lloviendo. Mi único objetivo era sobrevivir”. Sarr logró alcanzar la segunda patera, ya de por sí sobrecargada. Sólo él lo consiguió.

Ismael no tuvo mucha mejor suerte. Natural de Boundiali, en Costa de Marfil, el joven llegó a San Fernando el 28 de octubre de 2017, con 16 años. “El viaje no fue fácil porque tuve que pasar por diversos países como Mali, Argelia y Marruecos. No tenía dinero y estaba solo frente a mi destino, joven, asustado y preocupado por mi familia. No tuve tiempo de explicarle a mi madre que pretendía viajar a Europa, ni ganas de decírselo porque me preocupaba su salud y la de mi padre”, confiesa Ismael.

Ambos jóvenes decidieron emigrar para encontrar un trabajo digno y poder ayudar económicamente a sus familias. La hermana de Sarr ya había hecho el mismo camino antes que él y actualmente vive en Mallorca. “España es la puerta de Europa, de ahí que fuese mi destino”, explica Ismael. “Cuando vivía en Senegal, veía vídeos de España. Me gustaba mucho aunque no entendía nada de lo que decían los vídeos. El sueño de mis amigos era ir a Francia, pero yo tenía claro que prefería España”, añade Sarr.

Ismael reconoce que lo que más le llamó la atención cuando llegó a nuestro país fueron las infraestructuras, como los edificios y las carreteras, pero también ver a tantas personas diferentes. “Lo que más me sorprendió fue ver a tantas personas blancas, les miraba y ellos me miraban con incredulidad. No podía creer que estuviera en Europa”. A Sarr, sin embargo, le llamó la atención “el racismo” que sufrió. “No me lo esperaba. Me trataron mal y me sorprendió mucho encontrarme con ese rechazo inesperado”.

Ambos jóvenes fueron derivados a diferentes recursos para menas (Menores Extranjeros no Acompañados). Ismael pasó por el Centro de Menores Juan Ramón Jiménez en Huelva, la UATE Arcos en Arcos de la Frontera y el ARB El Bosque en Algeciras (los dos últimos de SAMU); mientras que Sarr estuvo en los recursos que SAMU tiene en Jimena de la Frontera y Pelayo, ambos en la provincia de Cádiz.

Todo lo que soy lo aprendí en SAMU. Gracias a SAMU he podido aprender el idioma, la cultura española, he estudiado. Me han ayudado muchísimo. Han cubierto todas mis necesidades. Juan Rodrigo Gil, antiguo director del UATE de Jimena de la Frontera, ha sido un padre para mí. Me quería demasiado y yo no sabía por qué. Él siempre me decía, ‘Sarr, tú tranquilo. Sigue trabajando duro como hasta ahora y llegarás lejos. Tienes mucho futuro en SAMU”.

Ismael también tiene palabras de agradecimiento para sus educadores. “En SAMU he aprendido a tener una disciplina, el idioma, la cultura española y las posibilidades que se me brindaba a la hora de legalizar mi situación en España y poder adentrarme en el mercado laboral. SAMU me ha ayudado mucho a la hora de la integración, tanto social como laboral. También he conocido a muchas personas con las que sé que puedo contar a lo largo de mi vida”, destaca el joven marfileño.

“La persona que más me ha ayudado ha sido Laura Rodríguez, ex directora de la UATE Arcos. También Palma Díaz como directora de El Bosque y, por último, Karen Gil, directora del centro donde trabajo en la actualidad. Todas ellas han confiado en mí cuando era menor y ahora como trabajador”.

Al cumplir la mayoría de edad, tanto Sarr como Ismael decidieron ayudar a otros jóvenes en la misma situación que ellos.

“Después de toda la experiencia que viví durante mi estancia en centros de menores creo que puedo ayudar a otros chicos a entender el funcionamiento de un recurso de estas características. También, a través de mi ejemplo, pueden ver cómo uno puede cambiar de vida si tienes un buen comportamiento, si tienes actitud y objetivos. La empatía que puedo llegar a tener con los chicos es más fuerte que otros trabajadores que no han pasado por la situación de tener que emigrar de su país y en las mismas circunstancias que las mías”, explica Ismael Kone, que reconoce que lo que más le gusta de su trabajo es “poder ayudar a los menores en su evolución desde su llegada hasta la salida del centro donde trabajo”.

La voz de la experiencia

“Cuando llegan al centro, les hablo un poco de mi pasado, de cómo era antes de llegar al centro y de mi estancia en él. Les cuento que llegué como ellos, sin nada, y que, en la actualidad, lo que tengo es gracias a SAMU. El idioma, el trabajo, la documentación… Les hablo de todo lo que he conseguido”, explica Ismael. Su compañero Sarr también utiliza la misma metodología. “Cuando veo a los chicos deprimidos, tristes o perdidos, les enseño fotos mías de cuando llegué y les cuento mi evolución hasta ahora y cómo es posible salir adelante”.

Recientemente, ambos jóvenes estuvieron un mes trabajando en Las Palmas de Gran Canarias como refuerzo en los recursos de SAMU ante la llegada masiva de inmigrantes en 2020, muchos de ellos menores de edad. “Lo que más me llamó la atención fue la cantidad de menores que llegaron a la isla”, apunta Ismael. “Los niños llegaban muy asustados, sobre todo los menores procedentes del Sáhara por los conflictos que se están generando en su tierra. Los menores que proceden de países como Mali también están muy asustados por temas bélicos y terroristas”.

Tanto Sarr como Ismael han logrado regularizar su situación en España y, de momento, no se plantean marcharse del país, aunque no descartan nada. “En la actualidad estoy bien en España pero no descarto viajar a otros países si el destino me lleva a ello. Después de todo lo vivido, ahora estoy centrado en el día a día, vivo el momento. Hoy estoy trabajando para SAMU pero no sé que me puede deparar el futuro. No pienso a largo plazo, pero si me gustaría poder seguir ayudando a los chicos que llegan a España y también me gustaría tener mi propia familia en un futuro, así como un negocio en mi país”, apunta Ismael. Sarr también se muestra muy satisfecho con su trabajo actual, que le está permitiendo pagar los estudios a sus hermanos menores que viven en Senegal para que no tengan que verse obligados a emigrar como él.

Pepi Soult: “Ahora estoy feliz de sentirme útil. Mis hijos están locos de contentos”

Hace más de 20 años que Pepi Soult, natural de Dos Hermanas (Sevilla), venía arrastrando una depresión que condicionaba su vida hasta el extremo. Todo comenzó pocos años después de su divorcio, tras el que ella se quedó a cargo de sus dos hijos menores de edad. En este tiempo, acudió a varios profesionales, pero no lograba superar su situación. La crisis sanitaria del coronavirus y el confinamiento empeoraron su estado hasta que, en septiembre de 2020, decidió ingresar voluntariamente en la clínica SAMU Wellness.

Estaba muerta en vida. Una depresión es algo muy duro. Era una viejecita senil, sin ganas de nada. Sinceramente, me quería morir. No entendía por qué no podía volver a ser la persona que era antes”, relata esta mujer de 65 años. “Yo iba al psiquiatra dos veces al año, pero lo único que hacía era ajustarme el tratamiento, nada más. La pasada primavera lo pasé fatal a causa del Covid-19. Tenía miedo a salir de casa, me daba pánico. La situación se volvió verdaderamente insostenible”.

A finales de septiembre, apoyada por su familia, Pepi Soult ingresó en la clínica de salud mental SAMU Wellness, donde estuvo un mes. Después pasó al Hospital de Día. “Estoy muy contenta de haber venido. El personal es excepcional y el trato con los pacientes es extraordinario. Estoy muy contenta, sobre todo con mi psiquiatra, Gabriela”, cuenta la mujer. “Ahora hago ejercicio físico una hora al día, cocino para nueve personas, me mantengo ocupada. Me siento súper feliz de sentirme útil. Mis hijos están locos de contentos. Ahora, incluso, los veo más que antes. Mi vida ha cambiado”.

Pepi Soult, antigua paciente de SAMU Wellness

Pepi Soult, antigua paciente de SAMU Wellness

Fernando González, Triana: “El personal se desvive por nosotros”

El 19 de enero, Fernando González, más conocido como Triana, dijo adiós a la Residencia San Sebastián tras casi once años. Sus compañeros y los trabajadores del centro se despidieron de él con una gran fiesta en el jardín de la residencia de Cantillana. “SAMU me ha dado la vida. Se lo debo todo. Soy otra persona”, reconoce Triana meses después de su marcha.

Fernando González, natural de Sevilla, ingresó en la Residencia San Sebastián en mayo de 2010. Tenía 32 años. “Yo llevaba muy mala vida. Bebía, me drogaba, incluso tenía problemas judiciales. Mis malos hábitos me ocasionaron muchos problemas con mi familia y mi salud empeoró. Tengo una discapacidad intelectual permanente del 65%”, explica Triana, que ha vuelto a vivir con su madre después de su paso por la Residencia San Sebastián.

“Al principio, me costó mucho adaptarme a la vida en la residencia. No quería estar allí, pero nunca di problemas. Formé parte de la compañía de teatro Idilio Escénico. Mi único propósito era mejorar y salir de allí, recuperar mi vida”.

Triana tiene palabras de agradecimiento para toda la plantilla de San Sebastián, pero en especial para el celador Fran Jiménez, la educadora Estela Garrido y para Alba Garrido, responsable de la compañía de teatro del centro. “Fran Jiménez es un monstruo, es todo corazón. Y Estela me ha dado la vida. Ella ha sido mi educadora. Me ha cuidado, me ha guiado y me ha llevado por el buen camino”.

También guarda un gran recuerdo de algunos de sus compañeros, entre ellos Chiquito, que falleció en 2020. “Era mi socio. Lo hacíamos todo juntos. Éramos una piña”, recuerda. “También echo mucho de menos a Manoli Márquez. Nos hemos ayudado mucho mutuamente. Yo me apoyaba mucho en ella y le daba consejos cuando ella hacía algo que estaba mal”.

Durante su estancia en la Residencia San Sebastián, Triana logró sacarse el título de la ESO. “SAMU me ha dado la vida. Se me saltan las lágrimas cada vez que hablo de la Fundación. El personal se desvive por nosotros. Me lo han dado todo, Soy otra persona. Mi familia está feliz. Ahora vivo con mi madre y le ayudo mucho”.

Triana reconoce que le gustaría seguir vinculado a Fundación SAMU o trabajar como voluntario. Actualmente busca empleo y pronto comenzará una formación que le permitirá realizar prácticas remuneradas a través de la Asociación Paz y Bien.

Cortijo Roman: El edén de Los Alcornocales

El proyecto turístico de alojamiento rural Cortijo Román, impulsado por Fundación SAMU en Jimena de la Frontera (Cádiz), cumple un año de vida. Desde que el 1 de agosto de 2020 abriera sus puertas al público, el equipo de SAMU no ha ahorrado esfuerzos para mantener a flote este proyecto cuyo objetivo principal es ofrecer una salida laboral a los jóvenes extutelados de SAMU y lograr su integración social y laboral. La pandemia del Covid-19 ha marcado este primer año, pero las expectativas son buenas y la prueba está en las buenas cifras de reservas cosechadas durante este verano.

Este alojamiento rural está formado por cinco casas: tres de un dormitorio y dos de dos dormitorios, que tienen una capacidad total para 14 personas, aunque es posible aumentar el número de huéspedes según las necesidades. “Todas las habitaciones cuentan con salón, cocina totalmente equipada, baño completo y patio individual con preciosas vistas al pueblo de Jimena y su castillo fortaleza. Cortijo Román se encuentra en el Parque Natural de los Alcornocales, por lo que dispone de numerosas rutas de senderismo y visitas guiadas al castillo en sus inmediaciones. En la actualidad no cuenta con caballos, pero lo hará próximamente ya que cuenta con unas instalaciones adaptadas para ello”, explica el director del ISL Cortijo, Antonio Rodríguez.

Cortijo Román fue con anterioridad un centro de menores gestionado por SAMU. Antes de su conversión, se encontraba vacío, y desde la organización se pensó en varios proyectos para darle utilidad, entre ellos, un centro vinculado a la clínica de salud mental SAMU Wellness. Finalmente, la dirección de SAMU optó por un proyecto de integración de turismo rural que, en sus orígenes, estuvo impulsado por el presidente y el vicepresidente de Fundación SAMU, el doctor Carlos Álvarez Leiva y Borja González de Escalada, respectivamente.

Fueron los propios chicos del centro de menores de Jimena (ISL Cortijo) los que acondicionaron y habilitaron el antiguo Cortijo Román para su puesta en marcha como alojamiento. Para ello, los jóvenes implicados en este proyecto recibieron diferentes cursos a través de la Escuela de Oficios de SAMU, entre ellos, un curso básico de mantenimiento de edificios y piscinas y otros programas de turismo rural, jardinería, pintura, albañilería y restauración. “Desde el primer día, los chicos del centro estuvieron ilusionados con este proyecto y realizaron diferentes actividades como la restauración de muebles; la reparación y pintado de paredes, techos y suelos; el acondicionamiento de jardines; y el mantenimiento de piscina, entre otras. Eran las labores generales para la puesta a punto del cortijo rural”, continúa Antonio Rodríguez.

Cortijo Román

Cortijo Román

“Entre las principales dificultades que nos encontramos durante la habilitación del complejo destaca la adaptación del temario facilitado por la Escuela de Oficios a las circunstancias y características particulares de la finca. Por otro lado, las altas temperaturas del verano también fueron un obstáculo, aunque todos los chicos contaban con sus equipos de protección individual y se hidrataban constantemente, evitando la exposición excesiva al sol”, señala el director del centro.

“Este proyecto, además de ser un aliciente para los chavales, todos menores de edad, ayuda a su integración e inserción laboral y social, y a su desarrollo personal. Aprenden a valorar el esfuerzo que se debe realizar para conseguir el objetivo marcado en el día, aprenden a convivir, por la interacción directa con sus compañeros y demás colaboradores y personal docente. Además, se familiarizan con los materiales que se utilizan para cada cometido, lo que les hace adquirir conocimientos que les hará más competitivos en su futura inserción laboral gracias al equilibrio entre teoría y práctica”.

Actualmente, hay tres personas contratadas en Cortijo Román. Están Belén Barea, la coordinadora del complejo y la encargada de las reservas; Issam, un joven extutelado de SAMU que se encarga del mantenimiento de las instalaciones, y una tercera persona encargada de la limpieza. Además, dos menores del ISL Cortijo realizan prácticas formativas en el complejo y ayudan a Issam al mantenimiento. Son Amín y Omar.

“En el Cortijo, los menores del ISL Cortijo reciben formación de jardinería, mantenimiento de edificios y electricidad a través de la Escuela de Oficios de SAMU y, posteriormente, realizan aquí sus prácticas. Por esta razón, Cortijo Román es un proyecto tan complejo. No es solo una empresa de turismo rural, es también un proyecto social que busca la inserción sociolaboral de los menores tutelados por la Junta de Andalucía y bajo la protección de SAMU”, explica Belén Barea, que comenzó a trabajar en este proyecto en agosto de 2020, una vez que el cortijo ya había sido rehabilitado. “Hoy solo hay dos menores realizando prácticas con nosotros, pero hasta hace relativamente poco tiempo eran doce”. Ellos son los encargados del mantenimiento de las instalaciones y el cuidado de las zonas ajardinadas. “Para mí, no son solo chicos en práctica, son compañeros”, destaca Belén.

“Estos chicos y el doctor Carlos Álvarez Leiva, el Jefe, han sido los que han levantado esto. El Jefe trabajó codo con codo con ellos. Les enseñó a lijar, a pintar. Hizo una labor educativa importante. Para ellos, Álvarez Leiva ha sido un maestro y un abuelo, y, aunque a veces les regañaba, en seguida me preguntaban cuándo iba a a volver”, continúa la coordinadora de Cortijo Román. “Reduan, Otman, Aiman, Samir y Amin son algunos de los chicos que han pasado por aquí y a los que les tengo un especial cariño”.

Barea también destaca el esfuerzo de los profesionales de SAMU que han hecho posible que este proyecto arrancara. “Nicolás Torres, Antonio Rodríguez, Juan Rodrigo, Belén de la Rosa, Jesús Javier Pérez, Emilia Quirós, Juan Otero, Said Qassid, María Luisa Rodríguez…. Son maravillosos. Hacen equipo allá donde van y te hacen sentir parte de este equipo, aunque acabes de llegar”, reconoce.

Son muy pocos los clientes que conocen la relación de SAMU con Cortijo Román, así como que se trata de un proyecto social donde se forman y trabajan jóvenes inmigrantes. “A muchos huéspedes les sorprende, en un primer momento, ver a estos chicos en el complejo, pero la aceptación ha sido muy buena. Me preguntan y yo les explico la función de SAMU y qué hacen estos menores aquí”, señala Belén Barea.

La coordinadora de Cortijo Román reconoce que los primeros meses del proyecto fueron duros, especialmente debido a la pandemia. Teníamos que relanzar una y otra vez el alojamiento, lo cual no era fácil, sobre todo por la mala fama que le precedía al ser un complejo abandonado”, comenta. “Nos costó mucho arrancar. Al principio teníamos sólo reservas los fines de semana y de manera esporádica. Debíamos ser muy flexibles y siempre estábamos condicionados por la evolución de la pandemia, pero, poco a poco, esto ha ido cambiando y este verano hemos estado al completo y hemos acogido la celebración de tres bodas y dos comuniones”.

Barea admite que el Covid-19 está cambiando el hábito y la forma de viajar de los turistas y aún es pronto para saber si la temporada fuerte de Cortijo Román se producirá en invierno (como se creía en un primer momento, al ser un alojamiento rural) o en verano. Lo que sí tiene claro el equipo es que las expectativas son positivas y que el proyecto tiene un esperanzador futuro.

Cortijo Román, en Jimena de la Frontera

Cortijo Román, en Jimena de la Frontera

Belén Barea, coordinadora de Cortijo Román: “Creas lazos afectivos con los menores inquebrantables”

Belén Barea (Jimena de la Frontera, Cádiz, 1980) es diplomada en Turismo y trabaja desde hace un año en Cortijo Román, un proyecto de turismo rural impulsado en 2020 por SAMU que persigue la inserción sociolaboral de menores inmigrantes.

 

—¿Cuándo comenzó a trabajar en Cortijo Román?
—Hace justo un año. Yo siempre he trabajado como recepcionista en hoteles y hostales. El verano pasado, estaba en paro, y un excompañero que trabaja ahora en SAMU me dijo que estaban buscando recepcionista para un proyecto propio de alojamiento rural en Jimena de la Frontera, mi tierra natal. Reconozco que, entonces, no sabía dónde me metía, no sabía ni qué era SAMU.

—¿Fue a la entrevista sin saber a qué se dedicaba SAMU?
—Recuerdo que lo busqué en Google y lo que encontré me hizo pensar que el compañero me había dado mal el nombre de la empresa. Vi ambulancias, cursos de emergencias, ejercicios de rescate, formación sanitaria. Y pensé: ¿Dónde voy yo? Me he equivocado. Soy recepcionista. Esto no tiene nada que ver con lo mío.

—¿Quién le hizo la entrevista?
—El Jefe, don Carlos Álvarez Leiva. Recuerdo que fue bastante compleja. Al final, me preguntó: “¿Eres valiente?”. Yo no entendí la pregunta, pero le contesté que sí. Y me dijo: “Entonces, estás contratada”. Ahora comprendo a qué se refería.

—¿Qué quería decir con esa pregunta?
—Este es un proyecto complejo. Cortijo Román es una empresa cuyo fin es fomentar la inserción sociolaboral de los menores a cargo de SAMU, especialmente del ISL Cortijo, en Jimena de la Frontera. Yo me metía mucha presión pero Álvarez Leiva siempre me decía: “Tranquilízate si esto no da beneficios a corto plazo, a los menores sí les estamos ayudando”.

—¿Cuál es su papel dentro de Cortijo Román?
—Hago las funciones de recepcionista y de un director de hotel, pero a pequeña escala, hay que tener en cuenta que esto es un complejo pequeño. Me encargo de las reservas, de gestionar los eventos y de coordinar todo el trabajo que se hace en el cortijo. Mis labores son las mismas que la de una recepcionista, pero el trabajo es distinto, es más humano, y me encanta. El trabajo de recepcionista es muy mecanizado. Sabes cómo tratar al cliente, las mismas acciones, sabes lo que tienes que decir y qué hacer en cualquier momento. Pero aquí es diferente. Para empezar, trabajas con menores inmigrantes y no sabes cómo van a reaccionar. Ya no sólo trabajas de cara al público, también actúas de educadora. El trabajo es más humano.

—¿Qué relación tiene con los menores del centro ISL Cortijo?
—Los chicos realizan cursos de formación y prácticas profesionales en el cortijo, por lo que forman parte de mi día a día. Además, a veces acudo al centro de apoyo. Por ejemplo, cuando algunos compañeros del recurso se marcharon a Ceuta para atender a los menores que llegaron durante la crisis migratoria de mayo, estuve trabajando en el ISL Cortijo. La relación con los menores es muy estrecha y se crean unos lazos afectivos, a veces, inquebrantable. Personalmente, me resulta muy duro cuando los chicos cumplen la mayoría de edad y se tienen que marchar del centro. Te preguntas dónde irán, qué será de ellos.

—Estos menores llevan a sus espaldas una mochila muy pesada.
—Yo siempre digo lo mismo: todos somos personas necesitadas de cariño y comprensión. Inmigrante o no. Todo el mundo necesita que le escuchen y ser comprendido. Hay niños a los que les cuesta adaptarse, sí, pero una de las funciones del educador es conseguir que estos menores sean capaces de expresar lo que tienen dentro. Haces de padre, madre, hermano, amigo. Cuando se marchan del centro, algunos nos escriben, necesitan saber de nosotros. Recientemente, recibí una carta de un extutelado que decía: “No sabes cuánto os echo de menos”. Ahí te das cuenta lo importante que es la labor que hace SAMU.

—¿Qué ha sido lo más difícil a lo que se ha enfrentado este último año en Cortijo Román?
—A la incertidumbre. Cortijo Román abrió sus puertas en plena pandemia del Covid-19 y el proyecto no terminaba de arrancar. Para mí, lo peor ha sido no saber qué iba a pasar, si el proyecto iba a continuar o no, si era viable, la aceptación que iba a tener. Afortunadamente, durante los meses de junio, julio y agosto hemos estado completos, y hemos logrado celebrar tres bodas y dos comuniones. Cortijo Román tiene futuro.

Logopedia en personas con discapacidad física en Fundación SAMU

La logopedia es la disciplina que interviene en los trastornos y dificultades de la comunicación humana y de la deglución en todos los ámbitos: investigación, evaluación, diagnóstico, tratamiento y prevención. El objetivo principal es mejorar la calidad de vida y la salud de las personas con alguna dificultad o patología de la comunicación y de la deglución. En concreto, se tratan los trastornos de la comunicación, el lenguaje oral, lenguaje escrito (lectura y escritura), el habla, la voz, la audición y de las funciones orales asociadas (respiración, masticación y deglución).

Las alteraciones de la comunicación y de la deglución pueden producirse en cualquier etapa de la vida por diferentes motivos. La logopedia se ejerce en cuatro ámbitos: sanitario, educativo, socio-asistencial e investigador. Se pueden tratar múltiples trastornos diferentes relacionadas con los procesos de la comunicación humana, el lenguaje, el habla, la voz, la audición y otras funciones orales (respiración, masticación, succión, deglución), por ejemplo, apraxia del habla, afasia, disartria, disfagia, disfemia, trastornos de resonancia, trastornos respiratorios, trastornos de la voz, trastornos del lenguaje escrito (lectura y escritura), patologías con necesidades de comunicación aumentativa y alternativa, patologías de la voz profesional (docentes, cantantes…), voz para población transgénero, la traqueotomía y la dependencia del ventilador, demencia, Parkinson y muchas más.

En el CAMF El Sauzal, gestionado por Fundación SAMU, la atención en logopedia incluye la valoración, diagnóstico y tratamiento de las alteraciones del lenguaje de las personas residentes y de los usuarios del centro de día.

En concreto, se trabaja en la prevención, evaluación y tratamiento de los trastornos de la comunicación en los usuarios que tengan alguna patología o alteración en la voz, el habla, el lenguaje (oral, escrito y gestual), la audición y las funciones orofaciales. Siempre, en colaboración con el equipo multiprofesional del centro, en los casos que se le requiera, para la realización de pruebas y valoraciones de aquellos aspectos propios de la especialidad. También se realiza un seguimiento y evaluación de la aplicación de los tratamientos que se realizan en coordinación con el equipo multiprofesional del centro.

La evaluación del lenguaje consiste en el estudio, análisis y valoración de las habilidades comunicativas de una persona, dentro de un marco interactivo y cambiante, en el que se debe tener en cuenta la fase de desarrollo en la que se encuentra la persona a la que evaluamos.
Esta evaluación tiene la finalidad de detectar, en el caso de las personas con discapacidad, las dificultades que se derivan de su patología de base y el establecimiento de una línea base y un programa de intervención.

¿Qué evaluamos? La forma: donde, por un lado, estaría la dimensión fonológica, recogida de información tras entrevista inicial, evaluación de las bases anatómicas y funcionales (análisis miofuncional) y análisis del lenguaje repetido, dirigido y espontáneo a través de pruebas estandarizadas como PAF, Registro fonológico inducido (RFI). Y, por otro lado, la dimensión morfológica, donde se evalúa las diferentes variantes morfemáticas (género, número, el artículo, pronombres y formas verbales).

Por otra parte, evaluamos el contenido: la compresión semántica (conocimiento de objetos, relación entre ellos, relación entre acontecimientos…), y la producción semántica (selección de palabras adecuadas, entonación, organización adecuada de los elementos sintácticos).

Y, por último, evaluamos el uso, que englobaría la dimensión pragmática, donde estarían recogidas las funciones, uso del lenguaje y competencia conversacional (solicitar deseos y necesidades básicas, expresar sus preferencias, opiniones, sentimientos, ubicación espacio-temporal…). En definitiva, todos esos aspectos del lenguaje que hacen participar de forma activa en una conversación y responder de forma coherente.

La intervención logopédica en el CAMF está basada en una intervención individual y centrada en la mejora de las capacidades comunicativas de los usuarios del centro pero también un trabajo importante en el área de la deglución que cuenta con el apoyo directo de la terapeuta ocupacional y que ha supuesto una organización y supervisión exitosa a la hora de trabajar la deglución segura de los usuarios.

Hay que tener en cuenta que las personas con discapacidad presentan en muchos casos de manera asociada un retraso en el desarrollo y adquisición del lenguaje oral y, en ocasiones, la ausencia total, siendo necesario recurrir a la comunicación alternativa-aumentativa. Las personas somos seres sociales con la necesidad imperiosa de comunicarnos e interactuar con el medio y las personas que nos rodean por lo que la intervención logopédica hará más exitosa la comunicación evitando la exclusión del entorno y fomentando un desarrollo integral de la persona.

La finalidad de toda intervención es el mantener una calidad de vida aceptable en el proceso de envejecimiento y en las alteraciones de los procesos comunicativos y deglutorios que provocan las diferentes patologías de base, por lo que el enfoque terapéutico debe ser integral, permitiendo la evolución y mantenimiento de las habilidades cognitivas a partir de una evaluación minuciosa del sujeto, de sus recursos y posibilidades de su red de apoyo social.

El éxito de cualquier trabajo en equipo es el establecimiento de una buena línea base y un plan de intervención individual que se adapte a cada individuo teniendo en cuenta sus intereses y sus ritmos. Se trata de un trabajo constante y rutinario que evita o retarda el avance del deterioro que lleva consigo ciertas patologías y el inevitable paso del tiempo, manteniendo a las personas motivadas e implicadas en su trabajo de rehabilitación.

 

Autora: Eva María Rivero Acosta. Logopeda del Centro de Atención de Personas en Situación de Dependencia Derivada de Discapacidad Física (CAMF) El Sauzal (Santa Cruz de Tenerife)

 

Frente al monstruo de la adicción

Dice Antonio Torne que, aunque a veces se olvida, el tratamiento de un heroinómano no es el de un enfermo al uso. “No basta con poner un antibiótico”, resume para explicar la complejidad de una recuperación que incluye reconstruir múltiples tejidos, casi todos sociales. Los drogodependientes son, en muchas ocasiones, personas que han roto con todo: familia, trabajo, amigos, y hasta consigo mismo. Llegan con la autoestima por los suelos. Así que a aquellos adictos a la heroína que se presentaban los centros de día en los 90, igual que a los que llegan hoy enganchados al juego, al alcohol o a cualquier otra cosa, no les basta con un medicamento. Toca empezar desde la base: “Hay que motivarlos para empezar y, luego, reconducirlos”.

Éste era el trabajo de los Centros de Día Municipales de Incorporación Sociolaboral de Sevilla cuando el Ayuntamiento los creó, en 1990, y sigue siéndolo hoy, más de treinta años después. Desde hace seis meses, Fundación SAMU ha asumido la gestión de los tres que hay en Sevilla, bajo la dirección del Consistorio. “Siempre procuramos que sea una entidad con prestigio, relevancia y solvencia”, explica Torne, jefe del Negociado de Reducción de Daños e Incorporación Social en Adicciones del Ayuntamiento de Sevilla.

Tres centros pioneros en Sevilla

Antonio Torne sabe bien de lo que habla. Participó como técnico en el diseño de los recursos, allá por finales de los 80, y ha trabajado en ellos desde la primera línea. Son centros que elaboran un diagnóstico del dependiente, determinan sus capacidades y fijan un itinerario personalizado con un objetivo: recuperarlo para la vida en sociedad.

Es una ayuda pública y gratuita que no presta ningún otro recurso y que el Ayuntamiento de Sevilla ofrece en tres puntos, con la gestión de SAMU: los centros de día de Macarena, Polígono Sur y Juan XXIII. Cada centro está integrado por un equipo técnico interdisciplinar, que incluye un psicólogo, un trabajador social, un educador social, un administrativo y un orientador laboral. En total, tienen capacidad para atender a 275 dependientes. Los centros están situados cerca de los puntos de consumo y venta, pero no en ellos. Hay que facilitar que los drogodependientes accedan al recurso, para evitar la tentación de recaer.

Aunque se trata de centros que ofrecen actividades comunes, el itinerario para cada usuario es único, y se va modificando en función de sus necesidades. “La recuperación puede tardar años y no conseguirse nunca plenamente, mientras que otras personas en siete u ocho meses tienen un nivel alto de integración y se les puede dar alta terapéutica”, comenta Torne.

Los cuatro pilares de la atención

El trabajo en estos centros se sostiene sobre cuatro pilares. El primero de ellos, abierto a cualquiera que lo necesite, es un servicio de acogida e información. Se trata de detectar problemas de adicción a drogas, juegos, nuevas tecnologías o a cualquier otra sustancia o conducta. “Cualquier persona puede plantearnos su problemática y la orientamos. Si necesita consulta inmediata de un profesional de medicina lo derivamos y luego seguimos trabajando otras problemáticas”. En lo que va de año, 227 personas han usado este recurso.

El pilar principal es el programa de rehabilitación e incorporación social. En él ingresan únicamente personas derivadas desde un centro de tratamiento ambulatorio concertado por la Junta de Andalucía, a quienes se le plantean un itinerario para su reincorporación a la vida social. La colaboración del usuario es esencial. Por eso, Torne explica: “No se hace nada en contra de la voluntad del usuario, pero eso no significa que hagamos lo que dice el usuario”. El tratamiento durará meses o años hasta que, de acuerdo con el centro ambulatorio, se llegue a la conclusión de que la persona está “recuperada” o que necesita una alternativa. Desde enero, 245 usuarios han hecho uso de este programa, que atendió a 291 personas y 259 en 2020.

El programa de atención precoz se centra en los primeros consumos. Sus usuarios suelen ser menores de 30 años, jóvenes e incluso adolescentes, más chicos que chicas. “Es un programa que está creciendo mucho: cada vez nos llaman más de centros educativos, centros de salud, asociaciones de padres y vecinos…”. Entre las nuevas adicciones de los jóvenes, ha crecido de forma exponencial el juego, ya sea en forma de apuestas online o de gaming, juegos que obligan a un desembolso para seguir compitiendo. 55 jóvenes han pasado por este programa en los seis meses de 2021; más que en todo 2019 (48) y 2020 (33).

Por último, existe un programa para el seguimiento de las altas, que actualmente da servicio a 16 usuarios. “Para una persona que ha sido dependiente, vivir en sociedad es complicado”, cuenta el experto. Con frecuencia, el estigma sigue acompañándole en el trabajo, con los amigos o incluso en la familia. Se carga entonces un peso extra sobre alguien que está tratando de reconducir su vida, y que puede ver en la recaída una forma para liberarse de esa carga. En estas situaciones, es clave la intervención rápida, especialmente si lo hace el terapeuta de referencia. “Es más fácil que llegue rápidamente a quien le conoce desde hace tiempo. Se trata de que no haya ni un solo momento de conflicto, y que pueda recaer”.

De la heroína al ‘gaming’

Todos estos programas están en evolución continua. “El trabajo del Ayuntamiento es pensar qué encontramos y cómo podemos responder”, argumenta Torne. De hecho, muchas cosas han cambiado desde 1990 hasta aquí. Aquellos eran los años de la heroína. “Cayó como una bomba”, recuerda hoy el especialista. Llegó tarde a España, pero arrasó con todo. Se consumía inyectada, y generaba problemas de enfermedades contagiosas, como sida y hepatitis B. Muchos consumidores se prostituían, y contraían sífilis y un puñado de enfermedades derivada del modo de consumo. “Tuvimos que aprender a solucionar esto casi con ensayo y error. No había literatura ni experiencia”.

Fue entonces cuando surgieron los tres centros del Ayuntamiento de Sevilla, que a mediados de los noventa empezaron a tratar otro tipo de drogodependiente: el consumidor de cocaína, la droga glamurosa, más cara, cuya vía de consumo ya no generaba los problemas asociados de la heroína. En cambio, las drogas de diseño del cambio de siglo se trataron preferentemente a nivel asistencial. Ahora, vuelve el dominio de la cocaína y la heroína, a veces combinado (el “rebujito”), y ha subido con fuerza la adicción al juego.

Y entre tanto, el alcohol, que siempre estuvo. “Siempre ha sido la droga más consumida y que más problemas de salud ha dado. Lo que pasa es que es legal”, comenta Torne, que advierte: “Una persona que llega a un síndrome de abstinencia de heroína o cocaína no se muere nunca de ese síndrome; el del alcohol o barbitúricos, sí”.

De fondo, subyace la tesis ya demostrada de que la dependencia no depende de la sustancia sino de la recompensa que genera en el cerebro. “Cualquier cosa que proporcione satisfacción puede generar una adicción. Lo adictivo es el perfil de la persona, y hay un porcentaje de la población que es proadictiva”, comenta Torne. “Ahora nos encontramos con jóvenes adictos al gaming y al gambling, que mezclan con cocaína y alcohol. Si estás bajo los efectos de alcohol tienen menos resistencia a repetir la conducta”.

Cerca de 9.000 usuarios: “Miles se han recuperado”

La clave es reconocer el problema, pero es difícil admitir que algo pasa con el alcohol si está presente y normalizado en todas las celebraciones. Reconocer la adicción al juego tiene el hándicap de que las apuestas online están tan asumidas que se anuncian insistentemente en cualquier retransmisión deportiva. “Los jóvenes hacen vida social apostando juntos”, alerta el técnico del Ayuntamiento de Sevilla. “Hay personas cuya única motivación es fumar hierba, y ahora está subiendo el nivel de THC, lo que lo hace más adictivo y perjudicial”, dice respecto al cannabis. Y tampoco es fácil tratar la adicción a las nuevas tecnologías en una sociedad que tiene un móvil pegado a la mano.

Además, Torne lamenta lo que sigue costando que las mujeres hagan uso de estos recursos. “Se entiende que tiene que el problema de las mujeres debe quedar relegado al ámbito doméstico. No nos permiten que podamos facilitarle recursos de capacitación laboral, formativos… Porque se entiende que mejor se quede en casa. Y da vergüenza reconocer un problema de adicción”. Son en torno al 20% de los usuarios totales. Muchas más, en todo caso, que el 5% en pleno boom de la heroína.

Con todo, Torne lanza un mensaje. Cerca de 9.000 personas han pasado por los tres centros de día del Ayuntamiento de Sevilla en los últimos 30 años. Todos buscan una salida y muchos la encuentran. Los centros les facilitan talleres diarios: deportes, autoestima, habilidades sociales, informática, resolución de conflictos, prevención de recaídas… También una inserción laboral, en colaboración con dos programas de la Junta de Andalucía: la Red de Artesanos, que facilita la formación laboral, y Arquímedes, un programa de inserción laboral que ofrece incentivos de hasta 8.000 euros por la contratación, con flexibilidad para el empresario. Solo se incorporan a estos programas quienes tienen el visto bueno del equipo terapéutico.

Por eso, el mensaje final de Torne es de esperanza. “Dicen que de la droga no se sale. Y yo siempre digo: “Eso lo dirá usted”. Lo que pasa es que la persona que se ha quitado no lleva un cartelito diciendo: “Yo me desenganché de la heroína”. Yo me lo encuentro trabajando en la feria, me guiña, o me cuenta que se ha casado o que tiene un niño. Eso la gente no lo sabe. Yo sí lo sé. Y sé que hay mucha gente que sí se recupera. Miles de personas se han recuperado, estaban tirados, y hoy están con nosotros”.