Un acercamiento a la neuropsicología

Cuando cursaba la carrera de Psicología, siempre me llamó la atención la parte biológica que explicaba cómo los circuitos neuronales se terminaban traduciendo en una conducta u otra. Existe un caso clínico de daño cerebral sobrevenido muy conocido en la literatura neuropsicológica, el llamado Caso de Phineas Cage. Éste fue un obrero estadounidense de ferrocarriles que, debido a un accidente, sufrió daños severos en el cerebro, concretamente en la parte del lóbulo frontal. Cage sufrió cambios notorios en su personalidad y temperamento, lo que se consideró una prueba de que los lóbulos frontales son los encargados de los procesos relacionados con las emociones, la personalidad y las funciones ejecutivas en general.

Ante esta clase de estudios tan relevantes, uno se queda con ganas de formarse en neuropsicología y profundizar más sobre cómo ciertas modificaciones en los circuitos neuronales puede desembocar en cambios en la personalidad de una persona. De esto se hace cargo la neuropsicología.

Si buscamos una definición general de neuropsicología, ésta podría ser la siguiente: “Es una rama de la Neurociencia que estudia las relaciones entre el cerebro y la conducta tanto en sujetos sanos como en los que han sufrido un tipo de daño cerebral. Su objetivo de estudio es el conocimiento de las bases neuronales de los procesos mentales complejos”.

Cuando hablamos de los procesos mentales superiores, nos referimos al lenguaje, atención, memoria, percepción, praxias, funciones ejecutivas y emoción, dominios que nos hace ser quienes somos y cómo nos enfrentamos al mundo. La neuropsicología clínica tiene como objetivo identificar los déficits cognitivos y sus efectos en la vida diaria de los pacientes que tienen daño cerebral.

¿Cuál es la labor del neuropsicólogo en una residencia de daño cerebral?

La intervención neuropsicológica en un centro de daño cerebral se centra en un perfil de usuario específico: traumatismos craneoencefálicos, accidentes cerebrovasculares isquémicos o hemorrágicos, tumores cerebrales, anoxia e hipoxia y encefalitis de diversa etiología, entre otros. Además, estos usuarios padecen alteraciones en el funcionamiento cognitivo: lenguaje, memoria, praxias, atención, cognición social u orientación visoespacial, así como en la capacidad para regular la conducta, emociones, y los aspectos funcionales en la vida diaria.
Voy a describir cada uno de estos ámbitos, para entender mejor la intervención del neuropsicólogo.

Intervención de las alteraciones emocionales y de conducta

Los problemas más frecuentes que presentan las personas con daño cerebral se pueden clasificar por el criterio de excesivo (ocurre con demasiada frecuencia), deficitario (no se da con la frecuencia deseada) o inadecuado (no ocurre en el contexto apropiado).

— Excesivo: verborrea, desinhibición, agresividad, impulsividad, acumulación de objetos, hipersexualidad, perseveración, conductas antisociales.
— Deficitario: autocontrol, habilidades sociales, motivación, autonomía personal, autonomía social, dependencia, iniciativa.
— Inadecuado: comunicación y conducta social inapropiada.

La conducta agresiva de tipo verbal o física se da con una alta prevalencia en el daño cerebral. El neuropsicólogo tiene un papel relevante en discernir la agresividad de carácter orgánica de la funcional, ya que el modelo de intervención terapéutico es diferente. Uno está encaminado a un tratamiento más psicofarmacológico y/o manipulación de variables del entorno (enfoque más ecológico) y el otro está más centrado en la intervención cognitivo-conductual.

Hay que tener en cuenta que, con frecuencia, en la etiología de la conducta agresiva secundaria en personas con daño cerebral coexisten factores orgánicos y funcionales, resultando difícil delimitar la distinción entre ambos tipos.

Este tipo de alteraciones conductuales generan un gran malestar psicoemocional entre el personal de atención directa. Es por ello que el neuropsicólogo debe proporcionar apoyo continuo, reuniones formativas para esclarecer dudas y un espacio de escucha donde se validen las emociones del usuario.

Autonomía y cognición

Promover la autonomía de los usuarios en las actividades de la vida diaria, tanto básicas como instrumentales, es una labor importante para el neuropsicólogo. La valoración de los procesos cognitivos (funciones ejecutivas, lenguaje, memoria…) son claves para entender la pérdida de la funcionalidad y nos ayudará a conocer cómo debemos intervenir.

La intervención neuropsicológica en este campo implica una serie de estrategias y herramientas terapéuticas que tienen como objetivo favorecer tanto la recuperación de estas funciones como la adaptación funcional del individuo en su entorno.

Las estrategias básicas de esta intervención implican la restauración de la función deficitaria o perdida, la compensación con otras funciones cognitivas preservadas y/o la sustitución o el empleo de ayudas o mecanismos externos para el desarrollo eficaz de las tareas.

Las intervenciones están dirigidas a que el usuario sea lo más independiente funcionalmente hablando para disminuir la sobrecarga de los cuidadores y familiares, con el fin de mejorar la calidad de vida del usuario y su entorno familiar.

La atención a los familiares de personas con daño cerebral

M. Lezak en 1988 escribió un artículo titulado El daño cerebral es un asunto de familia. Efectivamente, el impacto emocional que el daño cerebral supone para los miembros de la familia puede desequilibrar la estructura familiar.

Por esta razón, los enfoques actuales de intervención neuropsicológica prestan cada vez mayor atención a las necesidades de atención, educación, orientación y ayuda a las familias. El daño cerebral no solo afecta al propio usuario, sino también a la propia familia, que también sufre un cambio radical en su vida.

Autora: MAYTE PAREDES MATA.
Psicóloga de la Residencia Santa Ana (Sevilla)