Volver a verte

El 27 de diciembre de 2021 llegó a DISL Valencina Ahlam Lahmami, la primera beneficiaria de este recurso. Recuerdo su primer día, su mirada desorientada a la par que triste, cargada de maletas y con un enorme peluche. Ahlam es una chica que llegó a la costa gaditana en enero de 2019. La travesía la realizó con su hermano menor. Por aquel entonces, ella tenía 13 años y su hermano 11. Al ser atendidos por la policía costera, ambos fueron separados y derivados a distintos centros de protección de menores en diferentes comunidades autónomas, desde entonces no han vuelto a verse.

Una vez que se instaló en su nueva habitación, la menor nos relató su historia de vida. Llevaba en España en ese momento casi tres años y su expresión lingüística era muy óptima, por lo que nos facilitó conocer cuáles eran sus principales necesidades, sus objetivos de proyecto de vida… Mostró sin tapujos ninguno cuál era su mayor deseo y, con la esperanza de que pudiéramos ayudarla, su primera frase fue: “Tengo muchas ganas de volver a ver a mi hermano, por favor. Llevo pidiéndolo mucho tiempo”. Celia López, directora de DISL Valencina y yo nos miramos y no nos hizo falta ni hablarnos, ambas pensamos lo mismo: estos dos hermanos merecen volver a verse después de tanto tiempo. Su relato y la expresión de desesperación y anhelo nos conmovió.

Ahlam era una niña cuando su familia decidió que viajara junto a su hermano a España para que pudieran optar a tener una mejor calidad de vida. Cuenta que ella pensaba que iba a estar en todo momento con su hermano, sin embargo, al bajar de la patera los separaron, y, por diferentes motivos que ella nunca ha llegado a comprender, no se volvieron a ver.

El equipo técnico de este recurso de Valencina decidió, bajo previa autorización, contactar con el centro en el que residía el hermano de Ahlam en ese momento en Murcia. Fue Beatriz, la trabajadora social del centro quien nos atendió telefónicamente y a quien le pareció una idea bastante acertada que los hermanos comenzaran a tener contacto de manera supervisada para verificar los beneficios que esta relación pudiera traerle a ambos.

Han sido meses de seguimiento a través de esas llamadas puntuales en la que los hermanos Lahmami han mostrado su afecto, sus ansias por poder abrazarse. Ahlam se ha ido convirtiendo en una figura de referencia para el menor. Como si de su madre se tratase, lo llenaba de consejos, aunque a ella en realidad le cueste llevarlos a cabo en su persona, pero el papel de hermana mayor y, sobre todo, de protectora lo ha asumido por completo.

Tras todas estas muestras de cariño y los seguimientos pertinentes por parte del equipo de profesionales a través de los informes correspondientes, desde delegación se aprobó el encuentro de los dos hermanos.

Los nervios se apoderaron de mí el día que se le dio a estos dos hermanos la noticia. Ese día, cuando Ahlam llegó del instituto donde está cursando 4º de ESO, le pedí que recodara que fue lo primero que pidió el día que llegó a este recurso. Tras unos minutos de silencio con la sonrisa tímida en el rostro respondió: “Volver a ver a mi hermano”. En ese instante, las lágrimas protagonizaron nuestra conversación. Ahlam no daba crédito a que fuera a pasar. ¡Se volverían a ver en solo tres días y pasarían un fin de semana juntos!

Llegó el deseado viernes y a las 18:00 horas apareció Beatriz junto con el menor. El se bajó del coche y los dos hermanos con unas enormes sonrisas entremezcladas con lágrimas de felicidad se enlazaron en un abrazo. Él le decía: “Hermana no llores, ya estamos juntos y nos seguiremos viendo más, ya lo verás”. Ella a su vez respondía sin soltarle de la mano: “No puede ser que estés más alto que yo, ¿cómo has crecido tanto?” Mientras, tanto todos los presentes del equipo técnico no podíamos evitar derramar alguna lágrima de emoción ante el momento que estábamos presenciando.

El trabajar con personas, y en especial con menores, conlleva que no exista una línea recta emocional, que se produzca altibajos en los menores que rompen la dinámica que se tiene prevista. Nuestra prioridad es centrarnos en su bienestar; es dejar atrás nuestra problemática personal para dar lo mejor de nosotros mismos a favor de estos chavales; es recibir una cara amarga o el mayor de los abrazos, según le pille el día a la chica; es frustración por depender, a veces, de figuras que limitan el poder acelerar procesos que los menores reclaman y que tú misma ves necesarios para ellos. Pero ante las adversidades que pueda encontrar en el día a día en mi trabajo, hay días como éste que me dan fuerzas para seguir y levantarme una y mil veces más. Sólo por ver sus caras, su felicidad, su emoción siento que ha merecido la pena.

CRISTINA CRUZ /
Trabajadora social de DISL Valencina (Sevilla)