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Carta de despedida desde SAMU Rivas: “Todo lo que no pude deciros”

Cuando alguien se plantea trabajar con menores y además tiene una determinada edad, lo primero que piensa es: “¡Qué pereza!”. Después de unos años sin que mi trabajo estuviese relacionado con adolescentes, volví con ellos. Y mi experiencia no ha sido nada parecida a lo que pensaba.

Llegaron a una nueva casa. Nueva era yo para ellos, y ellos para mí. Ahí estaban. Con su pequeña maleta cargada de rebeldía, de pensamientos inmaduros en la mayoría de ellos, de miedo y expectación. Pero también cargada de sueños, ilusiones y experiencias que vivir.

Quiero deciros que, aunque habéis sacado lo peor de mí en muchos momentos, y que en algunos otros os he odiado, todo hay que decirlo –odiar es una emoción pasajera y, por suerte, reversible, mis queridos chicos–, también he sentido mucha ternura y mucho cariño –porque también queréis–. Me he sentido muy acompañada –porque dais calor–. ¡Cuántas sonrisas me habéis robado, mis buenos ladrones!
Me habéis transmitido la emoción de ser joven. Esas risas disparatadas, esos juegos que después de una determinada edad es difícil que vuelvan. ¡Cuántos abrazos, besos y también lágrimas! Unas veces amargas y otras, tan dulces como vuestras sonrisas.

No ha sido mucho tiempo el compartido, apenas ocho meses, pero me llevo un trocito de todos y cada uno de vosotros. Un trocito que recordaré e intentaré cuidar. Un trocito que guardo en el cajoncito de las buenas cosas vividas.

Espero que la injusticia, la intolerancia, la falta de conciencia y de respeto hacia las personas no borren vuestra luz, y que podáis brillar más allá de prejuicios, estereotipos o trámites administrativos. Algunos ya lo estáis haciendo y otros lo conseguiréis. Ojalá se cumplan vuestros sueños. No os olvidéis nunca de ellos, os los merecéis.

Os deseo lo mejor y para vosotros es hoy mi mejor sonrisa, pero tenéis que permitirme que os diga por última vez: ¡Portaos bien! Hacedlo con vosotros mismos y con los demás, y jamás os dejéis de querer. ¡Corred! ¡Corred tras vuestros sueños, mis queridos niños!

Autora: Lola Piñero Vázquez. 
Exeducadora de SAMU Rivas.

Fin de un Ramadán lejos de casa

Para los más de 20 centros de menores gestionados por Fundación SAMU en toda España, mayo y junio han sido unos meses especiales por la celebración del Ramadán, uno de los preceptos ineludibles de la confesión islámica, religión que profesan la gran mayoría de los Menas que residen en estos centros. Esta tradición sagrada comenzó el 7 de mayo y finalizó la primera semana de junio con la llegada de eid al fitr, la fiesta que simboliza el final del Ramadán y en la que los más jóvenes reciben dulces y regalos.

Los centros de SAMU en Dúrcal y Motril (Granada), Miguel de Mañara (Dos Hermanas, Sevilla) o Rivas (Madrid), entre otros, han celebrado esta fiesta para que los menores se sintieran lo más cerca posible de sus hogares y vinculados emocional y culturalmente a su origen. Así, el sábado 8 de junio, los menas del centro ARB Miguel de Mañara celebraron una gran barbacoa en la que los chicos pudieron disfrutar de un gran día de piscina entre patatas, tortillas y carnes. Además, todos ellos recibieron un regalo por parte de los monitores del centro por su esfuerzo durante este mes tan importante para ellos.

Las obligaciones laborales y académicas de los menores acogidos en el COISL SAMU Motril no facilitaron la realización de este festejo y los propios menores propusieron al equipo profesional del centro posponer esta celebración hasta el fin de semana.

Llegado el día, menores y monitores se desplazaron hasta un merendero en el río Guadalfeo, ubicado en el pueblo limítrofe a Motril, Vélez de Benaudalla, donde pudieron disfrutar de una barbacoa con ricos manjares, juegos y algún que otro chapuzón. Como colofón a una jornada de ocio, compañerismo y buen ambiente, estos menores, después de la cena, también fueron obsequiados con diversos regalos, según explican desde el centro granadino.

Desde el centro SAMU Rivas, los menores residentes reconocen que existen muchas diferencias entre celebrar el Ramadán en España o en su país de origen. “En España no lo sientes igual porque la mayoría de las personas que nos rodea no celebra esta fiesta. Además, en Marruecos estás acompañado por la familia, la comida es distinta, la manera de romper el ayuno, por ejemplo… ¡no solemos comer hamburguesas!”, comenta uno de los jóvenes al mismo tiempo que otro compañero asiente con la cabeza. “En Marruecos todo el mundo hace Ramadán, todos estamos en las mismas condiciones. Aquí no se oye la llamada al rezo. Los hombres y las mujeres no van vestidos con la tradicional chilaba. No comemos las mismas cosas y los platos más típicos tampoco están cocinados de la misma manera”, añade su compañero.

Otros, sin embargo, subrayan la importancia de la convicción para cumplir con su mes de ayuno a pesar de estar lejos de su hogar. “La convicción de querer hacerlo es suficiente, muchas veces no tiene nada que ver con lo que te rodea. Yo sé que quiero hacerlo y el hecho de estar alejado de mi tierra no me lo pone más difícil”.

Algunos de estos jóvenes sí reconocen que éste “ha sido un Ramadán un poco triste y un poco más duro”, ya que “el sentimiento de añoranza es mayor”. “Te acuerdas más de la familia y te sientes raro, un poco solo y un poco perdido”, comenta otro chico, que agradece el esfuerzo de los monitores de Fundación SAMU por ayudarles a celebrar esta fiesta tan importante para ellos.

“El Ramadán te enseña a ser más paciente, a cuidarte, a estar del lado de los que más lo necesitan, a coger fuerzas, tiene muchas cosas positivas y en mi proyecto de futuro estoy seguro que me ayudará, porque todas estas cosas son beneficiosas para mí”, apunta otro de los jóvenes en su recapitulación de un mes crucial en sus vidas.